El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 19 de diciembre de 2017

Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto



Dirección: Gary Fleder.
Guión: Scott Rosenberg.
Música: Michael Convertino.
Fotografía: Elliot Davis.
Reparto: Andy García, Christopher Walken, Christopher Lloyd, Gabrielle Anwar, Steve Buscemi, William Forsythe, Bill Nunn, Treat Williams, Jack Warden.

Jimmy "El Santo" (Andy García) es un antiguo gángster que se ha retirado de la profesión, regentando un negocio que no le va muy bien. Por eso, cuando su antiguo jefe (Christopher Walken) le pide que le haga un pequeño trabajo a cambio de sus deudas, a Jimmy no le queda más remedio que aceptar.

Entiendo que el cine contemporáneo ha de buscar fórmulas para reinvertirse. Contar lo mismo que ya han hechos títulos clásicos de manera perfecta podría ser inútil y hasta contraproducente. De ahí que en los últimos tiempos hayan aflorado directores como Tarantino que le han dado una vuelta de tuerca a géneros como el cine negro, buscando un punto de vista personal.

Dentro de esta tendencia estaría Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto (1995), título que, bien mirado, ya nos da alguna pista sobre qué buscan Gary Fleder y Scott Rosenberg. Se trata de intentar ser originales, hasta en el título, que resulta cuando menos llamativo.

Sin embargo, originalidad y modernidad no garantizan nada. A veces, la originalidad tiende a confundirse con calidad: es original, es moderna, por lo tanto es buena. Pero tras la sorpresa inicial que nos produce el envoltorio de Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto, descubrimos que hay más ruido que nueces, una historia sin demasiada sustancia que se mueve en el terreno de las apariencias, el humor escatológico y la anécdota.

Para empezar, el trabajo que le encarga "El hombre del plan" (Christopher Walken) a Jimmy es una completa estupidez, se mire por donde se mire. El encargo me pareció sencillamente absurdo: intentar que el retrasado hijo de "El hombre del plan" recupere a su novia asustando al novio de la chica; y tener que recurrir para eso a cuatro "ayudantes", me parece del todo desproporcionado. Sinceramente, una cosa es intentar ser original y otra caer en la sin razón directamente.

Y la originalidad no queda ahí. Al estilo de Reservoir Dogs (1992), la película busca otro elemento novedoso con los motes de los protagonistas. A Jimmy "El Santo" y "El hombre del plan" se unen "Mister Shhh", "Viento fácil", "Piezas", etc, etc. Y tampoco debemos olvidarnos al narrador, Joe (Jack Warden), que vendría a cumplir la función de voz en off, si bien en esta ocasión su papel no parece muy necesario, sino más bien otra idea con aires de originalidad. Como colofón, el ritual del saludo con la palma de la mano o la coletilla "Copas de yate". Como se ve, todo un derroche de imaginación a la hora de "amueblar" la historia.

Sin embargo, no todo es malo en esta película. Creo que el reparto es sin duda uno de los grandes aciertos. En una historia donde los personajes tienen tanto protagonismo, no por lo que hacen, sino por cómo lo hacen, por cómo son, es todo un acierto contar con Christopher Walken, William Forsythe o Steve Buscemi, un clásico del cine negro contemporáneo. Fleder, además, sabe sacar todo el encanto de Gabrielle Anwar. En cuanto a Andy García, quizá sea el actor que menos me ha convencido de todos. Y es verdad que resulta elegante, con cierto estilo... pero es un actor que no me resulta creíble; en cuanto se mueve o dice algo se nota la instante que está actuando. No es un actor natural.

Otro punto a favor del film es que es una historia con cierta tensión, sin demasiados tiempos muertos, salvo el inevitable romance de Jimmy con Dagney (Gabrielle Anwar), que no casa demasiado bien con el resto de la historia; y, aunque el desenlace resulte bastante previsible, hay cierta tensión dramática constante, lo que mantiene nuestra atención, en especial es espera del desenlace a tanta sucesión de situaciones surrealistas.

Sin embargo, la parte final de la película resulta un tanto larga y con escenas repetitivas. Hay en esta parte como una pérdida de coherencia, da la sensación de que el guión intenta alargar algo que ya está terminado, sin saber cómo cerrar la historia. Jimmy buscando a sus colegas, ofreciéndoles una vía de escape y con la misma respuesta siempre, Jimmy despidiéndose de Dagney, acudiendo repetidamente a ver a "El hombre con un plan"... resulta todo un tanto forzado, casi innecesario, componiendo la parte más floja de la historia, justo cuando debería ser la que tuviera más fuerza.

En definitiva, dentro de ese aire de originalidad y modernidad que sacudió el cine negro a la sombra del estilo de Tarantino, Cosas que hacer en Denver cuando está muerto es una de esas imitaciones que se quiso sumar al carro y que, con más sombras que luces, no pasa de ser un pequeño divertimiento, una propuesta donde priman las formas sobre el contenido, con una serie de elementos argumentares y visuales que dan forma a una idea demasiado simple, a unos personajes esquemáticos, y a una lógica casi ridícula de los acontecimientos. Es el cine sin sustancia, el cine escaparate que, paradójicamente, parece que es lo que funciona. Vivimos unos tiempos donde el envoltorio es lo que importa, lo que vende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario