El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Pasaje a la India



Dirección: David Lean.
Guión: David Lean (Novela: E. M. Forster).
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: Ernest Day.
Reparto: Judy Davis, Victor Banerjee, Peggy Ashcroft, James Fox, Alec Guinness, Nigel Havers, Richard Wilson, Antonia Pemberton, Michael Culver, Art Malik, Saeed Jaffrey, Clive Swift.

La India, años 20. La joven Adele Quested (Judy Davis), en compañía de su futura suegra (Peggy Ashcroft), viaja a la India para encontrarse con su novio (Nigel Havers), que ocupa el cargo de magistrado. Adele, libre de prejuicios raciales, desea conocer la verdadera India y el médico hindú Aziz (Victor Banerjee) será su guía.

Con Pasaje a la India (1984), adaptación de una novela de E. M. Forster, escritor cuya obra dio lugar a varias adaptaciones más, el gran David Lean se despide del cine. Sin duda, se trata de un adiós digno que muchos directores habrían querido para sí mismos. Sin embargo, quizá por la complejidad de la adaptación o por tema de edad, Pasaje a la India no alcanza la belleza y la grandiosidad de otros trabajos anteriores del director.

La película, eso sí, nos vuelve a mostrar el gusto de Lean por la belleza formal, con una recreación minuciosa de la India de principios del siglo XX y, sobre todo, un despliegue de hermosos paisajes apoyados en una fotografía que busca la belleza sin disimulo. Sin duda, una seña de identidad del director, que nos ha dejado algunas de las imágenes más fascinantes de la historia del cine, y estoy pensado por ejemplo en Lawrence de Arabia (1962).

Sin embargo, al contrario que en sus grandes obras maestras, encuentro aquí un montaje menos eficaz, más tosco, con algunos planos intercalados en la narración que no resultan naturales, al tiempo que la legendaria unidad entre grandiosidad y conflictos personales de los personajes pierde fuerza, tal vez porque el tema no termina de concretarse y no tiene un punto dramático fuerte que nos atrape, sino que es como si asistiéramos a la historia como espectadores un tanto distantes; tal vez por una falta de profundización, tanto en el tema, o los temas, como veremos, como en los personajes.

Pasaje a la India tiene dos temas principales, en torno a los que se articula toda la película. Por un lado, el colonialismo británico, con la rígida separación entre británicos y nativos, su aire de superioridad y su desprecio por la cultura local. David Lean critica sin ningún reparo las actitudes de los colonizadores, aunque sin terminar tampoco de ponerse del todo del lado hindú. De hecho, si parece algo exagerado alguno de los comportamientos de los ingleses, aunque del todo creíbles, también carga las tintas en la manera de presentar a los hindúes, que pueden rayar en la caricatura incluso, como es el caso del propio doctor Aziz, al menos al comienzo de la película,  o el profesor Godbole (Alec Guinness), aunque en este caso creo que se trata más bien de una especie de broma del director, que da rienda suelta a su humor británico con este curioso personaje, mezcla de sabio y de pasota. Aunque breve, es de agradecer la presencia de este actor, asiduo en la filmografía de David Lean, para mí entre los mejores de la historia del cine.

El otro eje de la película es el personaje de Adele, una mujer envuelta en cierto aire de indefinición y sin duda atormentada, tanto por sus propias dudas sobre sus sentimientos como desbordada por las circunstancias del viaje. Adele parece comprender, en contacto con la India, sus carencias, lo frustrante de su educación inglesa, sus deseos sexuales reprimidos... estallando al fin todas esas luchas internas en su visita a las cuevas de Marabar.

Aqui, en las cuevas, el relato adquiere un tono más folletinesco, con cierto aire de película de misterio. Sin embargo, dado el retrato hecho del doctor Aziz, nada puede llevarnos a creer que pudiera comportarse indignamente con la señorita Quested. No hay misterio alguno por lo tanto, solo la incertidumbre de si Adele seguirá adelante con su mentira o su locura pasajera o si recuperará el sentido común a tiempo.

Este personaje de Adele, atormentado, frágil, inseguro, con un trabajo notable a cargo de Judy Davis, nos remite a La hija de Ryan (1970), confirmando una especie de fijación del director por los personajes femeninos conflictivos, con el tema de la sexualidad reprimida como eje.

Lean, de todos modos, fiel a su estilo, logra aunar la perspectiva personal de su protagonista con el tema más general de la colonización, el choque de culturas y los conflictos históricos. En este sentido, nos recuerda a Doctor Zhivago (1965), pero sin su grandeza ni su perfección. Y es que estamos al final de la carrera de Lean y supongo que ni sus fuerzas ni su talento estaban ya en su mejor momento. Aún así, Pasaje a la India es una película interesante, imperfecta sí, pero muy sugerente y con algunos momentos de buen cine.

El film obtuvo hasta nueve nominaciones a los Oscar, obteniendo el premio a la mejor música y mejor actriz secundaria para Peggy Ashcroft.

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