El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 9 de enero de 2019

El planeta de los simios



Dirección: Franklin J. Schaffner.
Guión: Michael Wilson y Rod Serling (Novela: Pierre Boulle).
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Leon Shamroy.
Reparto: Charlton Heston, Kim Hunter, Roddy McDowall, Maurice Evans, James Whitmore, James Daly, Linda Hamilton.

George Taylor (Charlton Heston) es el comandante de una nave espacial enviada desde la tierra a los confines de la galaxia. Cuando la nave aterriza accidentalmente, los tres supervivientes descubren que han llegado a un planeta dominado por los simios y donde los humanos son animales primitivos.

Quizá el principal mérito de El planeta de los simios (1968), junto a 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick), curiosamente también del mismo año, fue otorgar por fin cierta categoría a las películas de ciencia-ficción, que hasta entonces eran productos de serie B y no se tomaban realmente en serio. La presencia de una figura como Charlton Heston, impulsor del proyecto, y el gran éxito de taquilla logró que los estudios vieran, a partir de ese momento, el género con otros ojos.

La película es una adaptación libre de la novela de Pierre Boulle, donde se simplifica bastante la trama con el fin de abaratar costes. Incluso se cambia el planeta dónde transcurre la acción y se añade el célebre final que ha quedado como un ícono en la historia del cine.

Vista hoy en día, es evidente que la película acusa el paso del tiempo y delata también la modestia con que fue concebida, con una economía de medios evidente, salvo en la caracterización de los simios que, a pesar de los avances de hoy en día, me sigue pareciendo todo un acierto y no ha perdido credibilidad alguna.

El argumento de El planeta de los simios viene a incidir en los temas fetiche de la ciencia-ficción, como son la lucha entre la ciencia y la religión, los peligros de una guerra mundial, el destino de la humanidad... Lo más curioso sin duda es ver a los simios en lo alto de la pirámide evolutiva y a los humanos convertidos en animales, lo que invita a una reflexión sobre el trato que los seres humanos estamos dando a los animales, al vernos nosotros en su pellejo. Y, a pesar de que es inevitable que nos pongamos de parte de Taylor, también es cierto que, bien mirada, la sociedad de los simios parece más respetuosa y civilizada que la de los hombres. Eso sí, tampoco los simios pueden evitar caer en fundamentalismos religiosos que entorpecen el avance de la ciencia, con zonas del planeta prohibidas, tabúes y censuras que nos recuerdan nuestra Edad Media y su oscurantismo e incluso a países actuales donde en algunos sectores aún se cuestionan las teorías de la evolución. Sin embargo, en el caso de los simios, al menos por parte del doctor Zaius (Maurice Evans), la causa de esos recelos es proteger el futuro de los simios.

En cuanto al reparto, destacar la actuación de Charlton Heston, a menudo un actor un tanto rígido pero que, en esta ocasión, realiza un trabajo muy convincente. Y, claro está, destacar la sobresaliente caracterización de los actores que encarnaban a los simios, como Kim Hunter, Roddy McDowall, Maurice Evans o James Whitmore, todos ellos con un trabajo impecable.

La banda sonora corre a cargo de Jerry Goldsmith y, a pesar de no gustarme demasiado, tuvo el mérito de resultar del todo novedosa, recurriendo a instrumentos de lo más curiosos, como cacerolas, y que mereció ser nominada al Oscar.

En cuanto al trabajo de Franklin J. Schaffner en la dirección, hay que hablar de luces y sombras. Por una parte, y a pesar de lo limitado del presupuesto, son un acierto las localizaciones que le dan un entorno de lo más apropiado al film. Además, sabe desarrollar con habilidad el suspense a lo largo de toda la película, con el broche de oro final. Quizá donde menos me convence es en el estilo tan original que intenta aportar, con movimientos bruscos de la cámara o encuadres forzados, un poco en la línea de la moda de los años sesenta y que, personalmente, me parece que no han envejecido demasiado bien.

Sin embargo, a pesar de la limitaciones o defectos que podamos observar en la película en la actualidad, me sigue pareciendo un film muy interesante, crítica sin paliativos a la ambición y estupidez humanas y con muchos temas que invitan a la reflexión. Todo un hito en la historia del género que, cómo no, ha dado lugar a secuelas, precuelas y series que siguen intentando seguir la estela del original.

No hay comentarios:

Publicar un comentario