El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 8 de enero de 2019

Lío en Broadway



Dirección: Peter Bogdanovich.
Guión: Peter Bogdanovich y Louise Stratten.
Música: Ed Shearmur.
Fotografía: Yaron Orbach.
Reparto: Owen Wilson, Imogen Poots, Jennifer Aniston, Kathryn Hahn, Rhys Ifans, Will Forte, George Morfogen, Debi Mazar, Jake Hoffman, Joanna Lumley, Illeana Douglas, Austin Pendleton, Cybill Shepherd, Tatum O'Neal, Quentin Tarantino.

Arnold Albertson (Owen Wilson) es un director de teatro felizmente casado pero que tiene una debilidad: le gusta acostarse con prostitutas a las que después les regala una generosa cantidad de dinero para que cambien de vida. Y esto es lo que hace con Izzy (Imogen Poots), que desea ser actriz.

Después un prolongado paréntesis, Peter Bogdanovich regresaba a la dirección con esta disparatada comedia que recuerda un poco a las screwball clásicas e incluso al estilo de Woody Allen, con los diálogos chispeantes, la actriz que cuenta su vida como hilo narrativo, Broadway como escenario o las alusiones a la magia, los psicoanálisis y los judíos.

Pero si todo ello ya delata al director, las referencias al cine clásico no se limitan a eso, sino que incluyen también alusiones constantes a Audrey Hepburn y su célebre Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) y frases como la de las ardillas y las nueces, que se refiere a la película El pecado de Cluny Brown (1946) del maestro de la comedia Ernst Lubitsch. Tenemos por lo tanto un film de un cinéfilo donde, como guinda, hace una breve aparición nada menos que Quentin Tarantino.

Centrándonos ya en Lío en Broadway (2014), la historia gira en torno a Arnold y su debilidad por las prostitutas y cómo, de repente, todo empieza a complicarse en el momento de poner en pie una nueva obra teatral que se estrenará en Broadway donde, no solo se reencuentra con Izzy, que gracias a él, que la ayudó a seguir su sueño de ser actriz, que se presenta como postulante a un papel el la pieza, sino que el destino hace que se vaya encontrando a otras antiguas mujeres de compañía que acabarán por descubrirle a su esposa (Kathryn Hahn) sus aventuras.

Pero el guión da para mucho más, pues la historia es un interminable enredo donde se cruzan más clientes de Izzy, una psicoanalista eternamente malhumorada, un detective privado, un actor entrometido, un ingenuo dramaturgo.... todos relacionados entre sí por una acumulación de casualidades, escarceos amorosos, mentiras... En definitiva, una pequeña locura muy divertida y, sobre todo, sorprendente.

Y Peter Bogdanovich se maneja con mucha soltura en medio de este ordenado caos. Sabe mantener la tensión, utiliza con acierto los diálogos y las situaciones de enredo, con gente que se oculta en los baños, citas paralelas, los ensayos de la obra, que curiosamente es un reflejo de la realidad... Y lejos de caer en banalidades o chistes fáciles, sabe construir una historia un tanto absurda que, sin embargo, funciona muy correctamente. No es que vayamos a partirnos de risa, no se trata de una comedia de humor desatado, sino más bien una historia llena de detalles, réplicas inteligentes, personajes curiosos y todo ello bajo una dirección hábil y elegante.

Es cierto que los personajes no están, al menos en general, del todo perfectamente definidos. Es quizá la mayor pega que se le puede poner a la película, pues incluso algunos parecen demasiado estereotipados, a veces rozando lo ridículo (como el juez Pendergast, interpretado por Austin Pendleton), si bien podemos perdonarlo en base al carácter de la película, que no busca ser un minucioso retrato social o humano, sino un mero y despreocupado entretenimiento.

El reparto es otro gran acierto, con Owen Wilson, Kathryn Hahn, Jennifer Aniston y el resto poniendo lo mejor de su talento al servicio de unos personajes histriónicos y enfermizos, pero sobre todo me quedo con Imogen Poots, una actriz que le da una gracia, una vitalidad y una fuerza a su personaje que hace que resulte un placer verla en cada una de sus apariciones en la pantalla.

Valió la pena esperar esos trece años para reencontrarnos con Peter Bogdanovich, el resultado justifica la espera.

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