El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 19 de enero de 2014

La comedia en carteles

La comedia es, sin duda, uno de los géneros más universales y más aceptados. Como suele pasar en este tipo de clasificaciones, dentro de este género caben cantidad de apartados: comedia romántica, comedia disparatada, comedia dramática, sofisticada...

Vamos a hacer un breve recorrido por algunos de los títulos claves del género, desde sus primeros años hasta el presente, a través de sus carteles. Sin duda, faltarán muchos títulos, pero los que están creo que se lo han ganado.

Si pensamos en un nombre propio de cine cómico en los primeros años del cine, sin duda hemos de coincidir en la figura de Charles Chaplin, un genio que dirigía, escribía, componía la música y actuaba en sus películas. El artista total. De entre su innumerable producción, traigo aquí La quimera del oro (1925), una de sus muchas obras maestras.





La screwball comedy nació en los años treinta a la sombra de la Gran Depresión y fue un subgénero muy popular. Eran comedias alocadas donde había una buena dosis de crítica social bajo su apariencia ligera. Se considera que fue la fantástica película de Frank Capra Sucedió una noche (1934) la que inauguró este subgénero.





Los Hermanos Marx brillaron con luz propia con una serie de comedias surrealistas, absurdas e irreverentes que pudieron ver la luz gracias a la invención del cine sonoro, pues la comicidad de sus films se basa principalmente en la fuerza de los diálogos. Una noche en la ópera (1935) es para muchos su mejor película.





La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938) está considerada la cima de la screwball comedy. Un argumento disparatado, dos actores geniales y una locura de principio a fin.





La década de los cuarenta fue especialmente fructífera en Hollywood y en este género también nos dejó verdaderas obras maestras, como Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor, con Cary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart. Un lujo.





También de 1940 es El bazar de las sorpresas, del maestro de la comedia Ernst Lubitsch. Una comedia romántica sencilla, tierna y con unos personajes entrañables. Una obra maestra.





Y el mismo Ernst Lubitsch nos dejó en 1942 otra obra cumbre de la comedia, Ser o no ser, donde hacía una crítica muy inteligente sobre el nazismo en plena Segunda Guerra Mundial. Carole Lombard, la protagonista y esposa de Clark Gable, no llegó a ver la película, al fallecer antes del estreno en accidente de avión.





Una de las cumbres de la comedia negra es, sin lugar a dudas, Arsénico por compasión (1944), que nos muestra una faceta menos amable de Frank Capra. Cary Grant confesaba que fue la película en la que mejor se lo pasó. Irrepetible.





Uno de los nombres propios de la comedia fue Billy Wilder, autor de algunos títulos míticos como, por ejemplo, Con faldas y a lo loco (1959), una de las películas más divertidas de la historia.





En un tono más reflexivo, Billy Wilder nos dejó al año siguiente otra gran comedia, El apartamento (1960), con un excelente reparto encabezado por Jack Lemmon, un actor habitual en los films de Billy Wilder, y una maravillosa Shirley MacLaine.





1977 es el año de Woody Allen y su genial Annie Hall. Allen cuenta, en clave de comedia, una muy personal historia de amor, haciéndose un nombre en mayúsculas en la historia del cine al ganar el Oscar a la mejor película del año.





Tootsie (1982) supone una simpática visión del complicado mundo de los actores a cargo de un inspirado Sydney Pollack y con una memorable actuación de Dustin Hoffman.






Algunos miembros de los famosos Monty Python lograron realizar una comedia verdaderamente redonda a finales de los ochenta: Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988).





Tim Burton nos ofreció una peculiar mezcla de comedia y ciencia-ficción con su estupenda Mars Attacks! (1996), con un reparto realmente espectacular y un humor muy, muy negro.





El cine británico consiguió un gran éxito en 1997 con Full Monty (Peter Cattaneo), una comedia dramática con un original argumento que caló muy bien entre los espectadores.





De Joel Coen nos llegó en 1998 El gran Lebowski, una genial comedia que se ha convertido ya en todo un clásico con una buena cantidad de seguidores y admiradores incondicionales.





Love Actually (Richard Curtis, 2003) tuvo el acierto de contar una historia coral que terminó convenciendo tanto al público masculino como al femenino, un logro que las comedias románticas no siempre consiguen alcanzar. Una película que va camino de convertirse en un clásico y donde todos los elementos encajan a la perfección.





Joel y Ethan Coen lograron hacer un excelente remake de El quinteto de la muerte (Alexander MacKendrick, 1955) con Ladykillers (2004), un film genial con una brillante actuación de Tom Hanks dando vida a un personaje absolutamente delirante.





Y no todo el buen cine sale de las grandes producciones. Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2006) supuso una gran sorpresa por parte del cine independiente. Una genial comedia dramática llena de sencillez y de encanto. Conmovedora.



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