El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 18 de enero de 2014

El cine negro en carteles

El cine negro es un género nacido y desarrollado en la década de los años cuarenta en Estados Unidos y caracterizado por su temática de delincuentes y perdedores donde las líneas entre lo bueno y lo malo se difuminan; la mujer deja de ser un elemento decorativo y surge la mujer fatal, con un protagonismo fundamental en el argumento; el héroe suele tener tantas luces como sombras y con frecuencia es un perdedor; en muchas películas, la historia se enfonca desde el punto de vista de los delincuentes; estéticamente se recurre a fórmulas próximas al expresionismo y los desenlaces suelen estar alejados del happy end clásico.

El cine negro es un género muy rico, tanto en temáticas como visualmente y ha dejado verdaderas obras maestras que resumimos a través de sus carteles.


El halcón maltés (John Huston, 1941) está considerada como la película que inaugura el género. Se trata de una obra magnífica, llena de humor negro, cinismo y mentiras y en la que podemos disfrutar con la presencia de un ícono de este tipo de películas: Humphrey Bogart.




Perdición (Billy Wilder, 1944) es una de las joyas del género, gracias al excelente guión de Raymond Chandler y a una de las mujeres fatales más poderosas de la historia, interpretada por una genial Barbara Stanwyck.





Laura (1944) es la aportación de Otto Preminger al género. Tal vez, la mejor película del director y una de las mejores obras del cine negro, con una enigmática Laura encarnada por la maravillosa Gene Tierney, de una belleza hipnotizadora. Un film extrañamente romántico y cautivador.





Y seguimos en 1944, decididamente un gran año para el cine negro. Fritz Lang realiza La mujer del cuadro, interpretada por uno de los grandes actores de la época dorada de Hollywood: Edward G. Robinson.





Un título que se ha ganado un lugar en la historia del cine gracias a su espectacular mujer fatal es Gilda (Charles Vidor, 1946). Rita Hayworth marcó a toda una generación con el baile en que un guante era muchísimo más que un guante.




El cine negro tuvo también sus ramificaciones lejos de Hollywood. Y sin duda, una de las grandes películas del género fue la británica El tercer hombre (1949), de Carol Reed, con un impresionante Orson Welles y su oscura encarnación de Harry Lime. Inovidable también es la partitura de Anton Karas.





En este breve repaso de los grandes nombres del cine negro no podía faltar James Cagney, todo un tipo duro y un actor arrollador. En Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949) compone uno de sus personajes más impactantes en un film realmente extraordinario.





El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) es sin duda otro título imprescindible, donde Wilder retrata el lado menos agradable de Hollywood y con el añadido de recuperar a dos grandes de Hollywood: Gloria Swanson y Erich von Stroheim.





La jungla de asfalto (John Huston, 1950) es otro título imprescindible. Una obra maestra incuestionable, con un retrato maravilloso de los personajes, donde podemos disfrutar además de una jovencísima Marilyn Monroe.





Los sobornados (1953), otra aportación más de Fritz Lang al género, es una lúcida denuncia de la corrupción y un nuevo ejemplo del estilo directo del género, plagado de personajes ambiguos marcados por el drama.





Atraco perfecto (Stanley Kubrick, 1956) es para muchos la mejor película de su director. En todo caso, es ya un clásico del cine de atracos, una película perfectamente planificada y ejecutada y con uno de los mejores actores del género: Sterling Hayden.




Y, claro, no podía faltar en esta lista un genio como Orson Welles, que nos dejó una obra tan perfecta y tan estremecedora como Sed de mal (1958), donde él mismo interpreta además al personaje central de la historia, un policía corrupto y con métodos un tanto peculiares. Un título imprescindible que cuenta, además, con el que muchos consideran el mejor travelling de la historia.




El cine negro no murió con el fin de la época clásica de Hollywood. Siguió vigente, renovándose y actualizándose con títulos como Chinatown (1974), de Roman Polanski.





Una de las  últimas grandes películas del género es L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997). Con una producción impecable y un guión sobrio, es un film que ha puesto de nuevo al género en un lugar destacado, convirtiéndose en una referencia para nuevos realizadores.




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