El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El apartamento


C.C. Baxter (Jack Lemmon) es un gris empleado de una gran compañía de seguros al que sus jefes, so pretexto de un ascenso, le tienen acaparado el apartamento donde vive para utilizarlo en sus citas extraconyugales. Atrapado en esta situación, que le molesta pero al tiempo le conviene profesionalmente, para Baxter el asunto se complica un poco más cuando uno de los jefazos de la compañía, Sheldrake (Fred MacMurray), se entera del "préstamo" del apartamento y decide entrar él también en el asunto. El problema es que la amante de Sheldrake es la señorita Fran Kubelik (Shirley MacLaine), ascensorista de la compañía de quién está enamorado en secreto el bueno de Baxter.

El apartamento (1960) es, para muchos, la obra maestra de Billy Wilder. Si bien es complicado quedarse con una sola de las muchas obras maestras del director, no cabe duda que ésta es una de sus obras más perfectas, tal vez por abarcar varios géneros bajo la apariencia sencilla de una comedia y por mostrar una ácida crítica del capitalismo y de la sociedad americana. Y todo ello sin perder la ternura y una gran dosis de romanticismo como telón de fondo.

Wilder se inspiró en un detalle de la maravillosa Breve encuentro (1945) de David Lean para dar forma a El apartamento. El problema era el tema que trataba, un tanto escabroso para la época, por lo que la película tuvo que aguardar unos años hasta que la historia de continuos adulterios que está en la base del argumento pudiera rodarse libremente, sin la amenaza de la censura. Junto a este delicado asunto, Wilder también pasa revista a las relaciones laborales, poniendo en tela de juicio algunos métodos de ascenso profesional. La inmoralidad del progreso de Baxter en la empresa es palpable, como bien se remarca en la propia película cuando el compañero de Baxter le recuerda que lleva el doble de años en la compañía que él y no lo han ascendido. Sin embargo, Baxter no se nos presenta como un aprovechado, sino como una víctima, una buena persona atrapada en una situación de la que no sabe escapar, aún deseándolo.

Pero lo genial de esta película es que Wilder, en colaboración con su inseparable I. A. L. Diamond en el guión, logra dar profundidad a cada uno de los temas que aborda en ella. De esta manera, El apartamento sobrepasa el marco de la comedia, en que indudablemente se inscribe, para adentrarse a la vez en el drama, la crítica social y en la comedia romántica. Y a la vez que divertida, por momentos, es una obra cargada de una profunda amargura que nos va calando lentamente hasta ponernos un nudo en la garganta. Ni siquiera el final feliz, que suena un poco forzado y hasta parece como si el director lo pusiera ahí sin desplegarlo plenamente (la pareja no se besa ni se promete amor eterno, tan sólo se limitan a retomar una partida de cartas), nos llega realmente a consolar de la tremenda soledad de Baxter, enamorado sin ser correspondido, y tomado siempre por quién no es, como si su vida auténtica sólo pudiera ser la falsa.

Por otra parte, el reparto es otro de los grandes aciertos de la película. Jack Lemmon está perfecto realmente en su papel de pobre hombre gris sin carácter y Shirley MacLaine, tal vez en el mejor papel de su carrera, está verdaderamente sobresaliente, con un encanto natural fascinante. El resto del reparto tampoco se queda atrás, desde el crápula encarnado por un convincente MacMurray hasta el simpático y moralista doctor interpretado por Jack Kruschen.

Con una espléndida fotografía en blanco y negro y una deliciosa partitura, El apartamento fue nominada a diez Oscars, logrando el premio finalmente en cinco categorías: mejor película, mejor director, mejor guión, mejor dirección artística y mejor montaje.

El apartamento nos puede recordar a La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955), pero mucho más triste, y también, porque no, a La quimera del oro (Charles Chaplin, 1925), que era uno de los films predilectos de Wilder. En todo caso, es una obra maestra difícil de encuadrar en un género concreto, una película llena de detalles sorprendentes, indispensables, como la baraja, el sombrero, una raqueta de tenis o un fideo, y una llave, naturalmente; una película rebosante de ternura y de amargura a la vez, es decir, de vida, que nos atrapa primero por el lado gracioso y ligero y nos seduce después, al girar al drama y a la amargura, sin que podamos resistirnos. Y disfrutamos casi por igual de la risa que del llanto. Increíble.

3 comentarios:

  1. ¡PELICULÓN! Así con mayúsculas ;-)

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  2. Esta película fue una de mis preferidas durante años, reproducía la vida misma y el espíritu de lucha por lo que se desea, con un realismo descarado. Pero la pelicula no va de esto sino de hacer comedia con ese realismo laboral hasta ridiculizarlo y hacer sentir que no vale la pena ser quien no eres so pretexto de alcanzar ascensos laborales. En fin, una maravilla de película y un gran comentario que me gustó muchísimo

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    1. Billy Wilder era un grandísimo director. Algunas de las mejores comedias de la historia llevan su firma. Pero esta película es una mezcla especialmente perfecta de comedia y drama, de romance y soledad. Gracias de nuevo por tus maravillosos comentarios.

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