El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Los jueves, milagro



Los jueves, milagro (Luis García Berlanga, 1957) es una película bastante sorprendente; y la sorpresa proviene en que, más que una obra unitaria, se trata de dos argumentos unidos toscamente y de los que sale un film extraño y hasta cierto punto contradictorio.

Fuentecilla es un pequeño pueblo que ha vivido, años atrás, una cierta prosperidad merced a su balneario de aguas curativas. Pero en la actualidad ya casi nadie acude allí y el pueblo se hunde sin visitantes. Entonces, el alcalde, el médico, el maestro, el farmaceútico, el dueño del balneario y un terrateniente, las fuerzas vivas del pueblo, deciden organizar un milagro que vuelva a traer gente al pueblo y, con ello, dinero y prosperidad para sus vidas.

La película arranca con el sello inconfundible del cine de Berlanga de la época: una comedia a base de trazos más bien gruesos y un humor directo y disparatado, donde el director vuelve a la carga con su temática habitual, como es un desolador retrato de la España de la época, miserable, ignorante, atrasada y apegada a unas costumbres y tradiciones que la anclan en el pasado. Al tiempo, hace una crítica de los poderosos, presentándolos como manipuladores del pueblo en busca de su propio beneficio, sin reparar en nada, ni siquiera en lo más sagrado, con tal de salirse con la suya.

Con un reparto clásico del cine de Berlanga, donde destacan Pepe Isbert, José Luis López Vázquez y el genial Manuel Alexandre, para mi el mejor con diferencia, y algunas aportaciones extranjeras, como Richard Basehart o Paolo Stoppa, Los jueves, milagro repite el estilo de Bienvenido Mister Marshall (1952), pero aquí el guión ya no es tan brillante y el argumento se queda un peldaño por debajo y con un aire de repetición de la fórmula anterior que no le beneficia demasiado.

Pero el verdadero problema de la película viene a partir de la mitad de la misma, cuando entra en escena el personaje interpretado por Basehart. De pronto, desaparece la crítica y la ironía y la película comienza a oler a algo muy distinto. El cuento sarcástico pasa a ser una obra moralizante, con aparición incluida, que choca abiertamente con el arranque de la película. El final es, como mínimo, ridículo. La explicación parece estar en que en medio del proyecto se hace cargo del mismo una productora vinculada al Opus Dei que se dedica a reorientar el mensaje del film de acuerdo con sus particulares creencias. De esta manera, Los jueves, milagro termina siendo una obra extraña, sin unidad argumental y carente de la personalidad con que Berlanga dotaba a sus films por aquel entonces.

Así pues, la película se encuentra bastante lejos de las mejores obras del director. Contiene algunos de sus toques característicos, pero es complicado poder valorarla en su conjunto y, además, en este caso el peso de la censura es tremendo. Aún así, la primera parte de la película tampoco es sobresaliente: un humor demasiado grueso, clichés ya muy vistos, personajes estereotipados, diálogos flojos y un desarrollo sin nervio la mantienen a un nivel no muy alto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario