El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 6 de febrero de 2011

El hombre de MacKintosh



Dirección: John Huston.
Guión: Walter Hill (Novela: Desmond Bagley).
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: Oswald Morris.
Reparto: Paul Newman, Dominique Sanda, James Mason, Harry Andrews, Ian Bannen, Michael Hordern, Nigel Patrick, Peter Vaughan, Leo Genn, Jenny Runacre, Donald McCann, Robert Lang.

El hombre de MacKintosh (John Huston, 1973) es una aproximación al cine de intriga que nos recuerda, inevitablemente, a Alfred Hitchcock. La película, en efecto, sigue la estela de los films del maestro del suspense, sin embargo, Huston no consigue dar del todo en la diana, tal vez por un error en el planteamiento inicial bastante evidente.

Joseph Rearden (Paul Newman) es un agente contratado por MacKintosh (Harry Andrews), alto funcionario de los servicios de inteligencia británicos, para que elimine a un espía extranjero encarcelado del que se sabe que intentará fugarse y escapar del país. Rearden robará unso diamantes para conseguir que lo encarcelen en la misma prisión en que se encuentra el espía.

El principal problema del guión de Walter Hill, adaptando la novela "The MacKintosh Tap" (1971) de Desmond Bagley, es que al comienzo resulta del todo confuso. Se opta por dejarnos a ciegas acerca de la verdadera misión de Rearden, al menos hasta la mitad de la trama, con lo que se busca, supongo, mantenernos más intrigados. Sin embargo, el resultado no es del todo ese. Al no saber bien de que va la intriga, nos sentimos algo perdidos. Pienso que hubiera sido mejor el ponernos en antecedentes desde el comienzo. Y es que en cuanto comenzamos a comprender el papel que juega cada personaje en la trama, vivimos con más intensidad el desenlace de la historia. Y es esta parte final la más interesante, no sólo por precipitarse los acontecimientos, sino por lo bien resuelto que está el desenlace, de manera realmente imprevisible.

Además del problema del planteamiento, El hombre de MacKintonsh es un film que deja un regusto extraño. Por una parte, la trama es interesante, pero algo en la dirección no deja que la película alcance un buen nivel. Quizá es que tiene demasiados altibajos, con momentos logrados, como el encierro en la casona irlandesa, junto a otros en que el ritmo baja bastante, como por ejemplo la estancia en la prisión. Además, la película tiene ese toque tan peculiar de los films de los años setenta, difícil de definir, pero que es una mezcla entre un estilo de puesta en escena algo aparatoso y ese gusto generalizado por una banda sonora machacona que, en este caso, termina por resultar algo cansina.

El reparto cuenta con sólidos intérpretes ingleses, encabezados por el siempre sólido James Mason. A su lado, Paul Newman, correcto en líneas generales, parece un poco fuera de lugar. La presencia de Dominique Sanda, en plan belleza deslumbrante y fría, no termina de convencerme. Supongo que era un valor en alza en la época, pero sus dotes interpretativas no eran muy buenas.

En definitiva, una obra un peldaño por debajo de las grandes películas de John Huston, como El halcón maltés (1941), El tesoro de Sierra Madre (1948), La jungla de asfalto (1950), La reina de África (1951) o El hombre que pudo reinar (1975), y que no demuestra en esta ocasión el gran nivel del que era capaz el director y que parece limitarse a poner en imágenes la historia sin muchas complicaciones.

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