El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 25 de junio de 2011

En el calor de la noche



Dirección: Norman Jewison.
Guión: Stirling Silliphant (Novela: John Ball).
Música: Quincy Jones.
Fotografía: Haskell Wexler.
Reparto: Sidney Poitier, Rod Steiger, Warren Oates, Lee Grant, Quentin Dean, James Patterson, Matt Clark, Scott Wilson.

En el calor de la noche (1967) está basada en la novela de John Ball, "In the Heat of the Night" (1965), premiada con el Edgar Allan Poe de novela. Una sólida base con la que Jewison logró una película de gran éxito de público y crítica en su momento. El paso de los años no le ha sentado del todo bien, aunque sigue siendo una película muy válida a pesar de todo.

En Sparta, una pequeña localidad de Mississippi, el policía local Sam Wood (Warren Oates) encuentra en la calle el cadáver de un conocido industrial. En busca de un sospechoso, detiene a un forastero negro que resulta ser un inspector de policía de Filadelfia llamado Virgil Tibbs (Sidney Poitier), especialista en homicidios. El jefe de la policía de Sparta, Gillespie (Rod Steiger), le pedirá que le ayude en la investigación.

Este premiado film policial no deja de ser, por desgracia, hijo de su tiempo, la década de los sesenta del siglo pasado, con todo lo que ello conlleva. Los años sesenta dejaron un sello, en general, muy marcado en el estilo de las películas que hace que éstas no hayan envejecido muy bien. Cuanto más deudora era la película de los gustos de la época, peor resulta su revisión en la actualidad.

Y esa filiación de En el calor de la noche, si bien no es excesiva, sí que pesa sobre ella irremediablemente. Por un lado, a nivel visual, con ciertas excentricidades, no muy agresivas es cierto, en los encuadres y movimientos de la cámara que marcan un poco la estética perseguida por Jewison. La otra herencia de aquellos años es la denuncia del racismo aún imperante en los estados sureños en aquella época, y más tarde también, y que suponía en la práctica que los negros no podían salirse de su marcada posición social. Pero es una denuncia un tanto blanda y el policía negro es presentado como si fuera un hombre blanco, en vestimenta y ademanes, para resultar aceptable. Es un poco el encasillamiento al que se vio sometido Sidney Poitier, un buen actor al que se le limitó un poco en papeles un tanto similares de negro culto, refinado y elegante.

Junto a este componente de crítica del racismo, En el calor de la noche plantea la típica trama policial de investigación para desenmarcarar al asesino de turno, trama que queda un poco en segundo plano ante el enfrentamiento entre el sheriff autoritario y un tanto racista, encarnado con mucha eficacia por Rod Steiger, un sólido secundario, con el policía de la ciudad, al que da vida un joven y pulcro Sidney Poitier, convincente pero algo estudiado de más en sus gestos, algo que se repetirá a lo largo de su carrera. Si bien es un enfrentamiento cuyo final es un tanto predecible, no deja de ser la parte de la película que me resultó más interesante, al centrarse poco a poco cada vez más en la intimidad de los dos protagonistas, dándole a la relación un vuelco que deja de lado el tratamiento más superficial y estereotipado para lograr algunos bellos momentos, como la charla de los dos policías en la soledad del apartamento de Gillespie.

Un punto que merece la pena resaltar es la excelente banda sonora de Quincy Jones, con el tema principal interpretado por Ray Charles.

El desenlace, finalmente, dominada la historia por la relación entre los protagonistas, carece casi de interés y la resolución del crimen tampoco resulta demasiado original ni convincente, quedando casi como un trámite argumental necesario.

Con unos diálogos correctos y un buen ritmo narrativo que resulta muy adecuado en todo momento, En el calor de la noche tuvo siete nominaciones a los Oscars, logrando finalmente el premio en cinco categorías: película, actor (Rod Steiger), guión adaptado, sonido y montaje.

La película tuvo dos secuelas, ambas con Sidney Poitier, de escaso éxito, Ahora me llaman Sr. Tibbs (Gordon Douglas, 1970) y El inspector Tibbs contra la organización (Don Medford, 1971).

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