El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de junio de 2011

Encubridora



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Daniel Taradash (Historia: Sylvia Richards).

Música: Emil Newman.

Fotografía: Hal Mohr.

Reparto: Marlene Dietrich, Arthur Kennedy, Mel Ferrer, Gloria Henry, William Frawley, Lisa Ferraday, John Raven, Jack Elam, George Reeves, Frank Ferguson, Francis McDonald, Dan Seymour, John Kellogg, Rodd Redwing.

Curioso y sorprendente western de Fritz Lang, Encubridora (1952) tiene, en realidad, tanto de western como de film negro o policíaco y es a la vez brillante en algunos aspectos como ingenuo en otros.
 
Cuando un desconocido viola y mata a su prometida, Beth Forbes (Gloria Henry), Vern Haskell (Arthur Kennedy) sale en su busca a pesar no saber nada de él. La única pista que obtiene será el nombre de lo que parece ser un lugar, "La rueda de la fortuna", que le pone sobre la pista de una enigmática mujer, Altar Keane (Marlene Dietrich), por lo que no parará hasta dar con ella.

Encubridora arranca con un beso y una escena de completa felicidad que no presagia nada bueno y que poco tiene que ver con el resto de la película. En efecto, este comienzo no es más que la disculpa para un film negro y opresivo que tanto podría tener lugar en el Oeste americano como en cualquier otro tiempo o lugar. Fritz Lang, con un guión de Daniel Taradash, autor también del guión de De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953), nos introduce en una oscura historia poblada por seres atormentados, violentos y amargados, donde la ira y la violencia soterradas van creciendo lentamente hasta explotar al final de manera inevitable. Hay algo así como una especie de justicia divina o de destino fatal que termina por imponerse, algo que no deja de recordar a una tragedia griega.

Quizá el mayor acierto de Encubridora, además de ese ambiente opresor, apoyándose Lang en una fotografía muy expresiva y colorista, resida en el atinado reparto de la misma. Empezando por el encanto de Marlene Dietrich, una mujer cuya presencia es tan rotunda que pienso que no es que actúe bien o mal, simplemente se impone en la pantalla, la ocupa por completo y trasciende incluso su papel para convertirse en una especie de ícono. A su lado, Arthur Kennedy, un héroe atípico, porque es un actor con un lado oscuro siempre presente, con esa ira que lo transforma y lo convierte en alguien tan peligroso como un demente. El tercero en discordia es un elegante Mel Ferrer, con un porte sublime y un aire trágico, de alguien dispuesto al sacrificio por amor o por remordimiento o, sencillamente, porque sabe el precio que ha de pagar.

Sin embargo, Encubridora no ha envejecido demasiado bien en otros aspectos. Quizá el mayor pero que le hago es el uso de esa canción, "The Legend Of Chuck-A-Luck" de Ken Darby, interpretada por William Lee, como una especie de leitmotiv que condensa la historia y parece querer darle a la misma una especie de aire de leyenda, pero que no termina de convencerme. Tampoco el recurso de los flashbacks me parece lo más acertado, pues rompe un poco el ritmo de la historia y llega a confundir sobre el posterior desarrollo de la misma; afortunadamente, sólo aparecen en el primer tercio de la película.

En cuanto a los diálogos, la película se muestra también un tanto irregular. Frente a frases memorables, la mayoría de las cuales salen de los labios de Marlene Dietrich, de nuevo en la piel de una mujer fatal que al final no lo es tanto, hay otros momentos en que tenemos la sensación de que el guionista no se ha esforzado lo suficiente, con algunas réplicas un tanto ingenuas o poco brillantes.

Otro punto donde se nota en exceso el paso de los años es con el uso de los decorados, realmente demasiado visibles y no muy afortunados, en especial los exteriores. Supongo que sería por una cuestión de presupuesto, pero el resultado es muy malo y desentonan demasiado, con lo que quiebran un tanto el ambiente tan personal de la película, uno de sus puntos fuertes.

Encubridora es, a pesar de esos pequeños detalles señalados y de haber sido amputado el final por el productor Howard Hughes, un film interesante que, aunque no llega a la altura de otros de Fritz Lang, sí que posee ciertos rasgos típicos de su director, como una narración ágil y concisa y, sobre todo, un ambiente único, poderoso, con algunas imágenes brillantes, fiel al estilo del director alemán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario