El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Harry el sucio



Dirección: Don Siegel.
Guión: Harry Julian Fink, R. M. Fink y Dean Riesner.
Música: Lalo Schifrin.
Fotografía: Bruce Surtees.
Reparto: Clint Eastwood, Andrew Robinson, Reni Santoni, John Vernon, Harry Guardino, John Larch, John Mitchum.

Harry el sucio (1971) es una de las películas policíacas más influyentes en el género de cuantas se han filmado. Hoy en día, sigue sorprendiendo el impacto y la huella dejada por un film formalmente muy simple.

Harry Callahan (Clint Eastwood) es un duro inspector de policía de San Francisco al que sus compañeros apodan "El sucio" por sus particulares y expeditivos métodos. Será él el encargado de intentar atrapar a un francotirador que, tras matar a una mujer, amenaza con seguir asesinando a más inocentes si no le entregan cien mil dólares.

Lo primero que habría que decir de esta película es que Harry el sucio es un film de una simplicidad absoluta. El guión y los personajes quedan reducidos a la mínima expresión, los diálogos son someros, directos y sencillos. Del personaje principal no conocemos casi nada, salvo que es un solitario, un tipo duro y con una honda amargura de la que, más tarde, comprendemos el origen. Del asesino tampoco conoceremos apenas nada y, por supuesto, tampoco de sus motivaciones o psicopatías.

También la dirección de Siegel es bastante sencilla y se limita, primordialmente, a potenciar las escenas de acción a la vez que exprime el potencial físico de Clint Eastwood cuyo trabajo recuerda, por la pose y la brevedad de sus discursos, a sus papeles en los spaghetti westerns. En realidad, Harry el sucio tiene muchos elementos en común con ese cine, llevando su simplicidad y contundencia al mundo contemporáneo.

Por ello no deja de sorprender que un film tan simple haya tenido tanta repercusión y tanta influencia en el cine policíaco posterior. Y el motivo no es otro que el personaje de Harry y las posibilidades que ofrece.

Harry es un tipo duro, parco en explicaciones pero eficaz en sus acciones. Harry, en su simplicidad, ofrece un mundo de posibilidades y crea, he aquí lo importante, un modelo de policía que le vendrá como anillo al dedo a la secuela de films sin demasiadas pretensiones que pretendan explotar la vertiente violenta que Harry encierra. La película, a través del personaje de Harry, plantea el dilema de qué hacer cuando las exigencias formales de la ley permiten a los criminales salirse con la suya. Y propone una solución sencilla: la acción directa del policía decidido a saltarse la ley para imponer la justicia. Peligroso camino que en este caso se justifica de un modo tan simple como el resto de la película: cargando las tintas en la maldad absoluta del criminal, haciéndolo aún más odioso al convertir a inocentes niños en sus víctimas predilectas, y contraponiéndole a un policía íntegro que no soporta la injusticia.

El papel de Harry estaba destinado en principio a John Wayne, que se negó a rodar la película pensando que el papel dañaría su imagen; luego, viendo el éxito de la misma, intentó remendar el error encarnado a otro duro policía en Brannigan (Douglas Hickox, 1975). Para Clint Eastwood este papel supuso su salto a la fama definitivo en los Estados Unidos, tras su periplo por los spaghetti westerns, y que tendría continuación con Harry el fuerte (Ted Post, 1973) y Harry el ejecutor (James Fargo, 1976).

Ni que decir tiene que estas dos secuelas, y otras posteriores en la misma línea, no llegaron a rozar siquiera la eficacia de esta obra. Además de esas secuelas más o menos directas, Harry el sucio creó las premisas por las que evolucionaría el cine policíaco de los setenta en adelante.

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