El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El fugitivo




Dirección: Andrew Davis
Guión: David Twohy y Jeb Stuart (Historia: David Twohy)
Música: James Newton Howard
Fotografía: Michael Chapman
Reparto: Harrison Ford, Tommy Lee Jones, Jeroen Krabbé, Joe Pantoliano, Julianne Moore, Sela Ward, Andreas Katsulas

El fugitivo fue una famosa serie norteamericana de los años sesenta, tremendamente popular en todo el mundo. Treinta años después, Andrew Davis nos sirve este sencillo film de acción que al menos cumple con una de las premisas del género: entretener.

El doctor Richard Kimble (Harrison Ford), un prestigioso médico, es acusado del brutal asesinato de su esposa. Aunque en todo momento niega su culpabilidad, finalmente es condenado a la pena de muerte. Camino de la prisión, el autobús en el que viajaba junto a otros presos sufre un accidente probocado por los reclusos y Kimble consigue huir.

El fugitivo (1993), como decía, es un film sencillito al que no debemos pedirle demasiado ni mirarlo con lupa, porque lo estropearíamos. La historia es bastante simple (un inocente, que además es una gran persona, acusado injustamente y condenado además a la pena capital), si bien al final termina liándose un tanto la trama en busca de respuestas que desde mi punto de vista sobraban y, casi, diría que ni se esperaban; el desarrollo camina por cauces muy previsibles y los diálogos son de una sencillez escalofriante. Pero al final, nada de todo ésto cuenta. Lo importante está en las palomitas. Porque este es uno de esos films que hay que disfrutar con una mentalidad infantíl, dejándose llevar uno por las escenas de acción, bien resueltas por Andrew Davis, y sin preocuparse de nada más.

Porque como nos detengamos un poco en profundizar un poco en el asunto, la historia chirría por bastantes costuras. Además, la escena de la presa resulta del todo increíble y muy improbable, salvo para Superman. Y el desenlace, con el doctor Kimble resolviendo en un santiamén el crimen y dándose de mamporros con otro reputado médico, como si de dos macarras se tratase, resulta cuando menos esperpéntico.

En cuanto a los diálogos, salpicados de frasecillas macarras y chulescas, es mejor no comentar demasiado.

Pero al final de todo hemos de reconocer que la película entretiene y se pasa volando. Será por la ágil dirección de Davis, que no permite que la cosa decaiga y mantiene el ritmo a base de persecuciones, sufrimientos y alguna que otra escena engañosa por aquí y por allá. También el tema del inocente falsamente acusado, muy recurrido y siempre resultón, nos engancha al rebelarnos contra la injusticia. Y aún encima la película cuenta con un reparto solvente encabezado por Harrison Ford, un actor de tirón que además, sin bordar el papel, resulta bastante creíble como sufrido perseguido. Sin embargo, dejando de lado a los villanos de turno, muy bien encarnados por dos tipos de rostro inquietante, como son Jeroen Krabbé y Andreas Katsulas, el verdadero triunfador es Tommy Lee Jones, muy bueno en su papel de perro de presa implacable y, finalmente, noble y justo, que fue recompensado con el Oscar al mejor secundario.

Poco más queda que añadir, salvo que la película fue nominada, sorprendentemente, a siete estatuillas, entre ellas la de mejor película. Por suerte para todos, solamente se llevó el premio el bueno de Lee Jones.

El éxito en taquilla de la película y el carisma del personaje de Tommy Lee Jones llevaron a la especie de secuela titulada U.S. Marshals (Stuart Baird, 1998).

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