El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 15 de julio de 2013

Asesinato en la Casa Blanca



Dirección: Dwight H. Little.

Guión: Wayne Beach y David Hodgin.

Música: Christopher Young.

Fotografía: Steven Bernstein.

Reparto: Wesley Snipes, Diane Lane, Alan Alda, Daniel Benzali, Ronny Cox, Dennis Miller, Tate Donovan, Diane Baker, Tom Wright, Charles Rocket.

Una joven funcionaria aparece asesinada dentro de la mismísima Casa Blanca. El detective de homicidios de Washington D.C. Harlan Regis (Wesley Snipes) es encargado de llevar la investigación. Pronto se encontrará con que el propio servicio de seguridad de la Casa Blanca no está por la labor de facilitarle el trabajo.

Hacer un thriller más o menos resultón se ha convertido en algo relativamente sencillo. Basta con seguir unas reglas conocidas y tenemos un producto comercial que se digiere fácilmente. Por ello, buscando un punto de originalidad, en este caso se decidió llevar el crimen nada menos que a la Casa Blanca. Un plus, pensarían los guionistas. El resultado no deja de ser un thriller bastante convencional con esa curiosa localización.

Asesinato en la Casa Blanca (1997) no es un buen thriller, ni mucho menos. La culpa de todo reside en que se trata de una historia tratada con muy poca originalidad y un guión bastante tramposo. Resulta entretenida, eso sí, pero ello es algo que suele pasar con cualquier historia que esconda un secreto. Ese mero detalle hará que sigamos la película con un cierto interés sólo por llegar a descubrir ese secreto. Sin embargo, el resultado final, el buen o mal sabor de boca que nos quede, dependerá mucho de la honestidad y coherencia del desenlace. En este caso, tenemos el típico guión tramposo que oculta intencionadamente sus bazas para intentar sorprendernos con un asesino que nadie esperaba. La cosa no tiene mérito ninguno. El asesino, el malo de turno, aparece brevemente al comienzo de la película y luego el guión lo oculta hasta llegar al desenlace. Aparece entonces como el conejo en la chistera y los guionistas pretenden con ello que nos rindamos presos de admiración y sorpresa. No sólo no sucede eso, sino que me pareció un desenlace bastante chapucero, poco o nada convincente, precipitado y que abusa de lo melodramático con un tiroteo absurdo que resulta del todo increible. Y ésto es lo peor de todo, que una historia más o menos entretenida termine de una manera tan chapucera. Porque al final nos quedamos con un sabor de boca bastante malo.

Y eso que la película, como decía, resulta en general entretenida. Básicamente por la intriga de conocer al culpable, que en un primer momento apunta hacia el hijo del presidente e incluso hacia el presidente mismo. Es el típico juego de engañarnos para que no demos nada por hecho. Y en cierto modo va funcionando. Al menos hace que sigamos las peripecias del detective Regis, con constantes y misteriosas amenazas sobre su persona que resultan, estas sí, creíbles toda vez que andan mezclados los servicios secretos norteamericanos.

Wesley Snipes, esta vez en un papel donde no ha de lucir tanto sus dotes para la lucha, resulta un policía con una buena presencia y su trabajo me pareció muy convincente. Tiene como compañera de reparto a la siempre atractiva Diane Lane, un bonito rostro que cumple correctamente. El problema es que, siendo él negro y ella blanca, desde el comienzo tenía serias dudas de cómo se resolvería la típica historia de amor entre los protagonistas que suele aderezar este tipo de películas. El resultado es que no hay historia de amor. Puede que estemos en un momento de gran tolerancia y avances en derechos sociales, pero en algunos detalles se percibe que hay cosas que es mejor no tocar. Ni un casto beso se puede ver entre ellos. La sensación que uno tiene viendo la película es que son como agua y aceite.

Los secundarios, cumplidores y poco más.  Resaltar la presencia de Daniel Benzali, conocido más por sus apariciones en series de televisión, que presta aquí su peculiar fisonomía a uno de los sospechosos de turno, en un trabajo un tanto hierático que no resulta del todo natural. A su lado, un buen Alan Alda cuya presencia es más breve de lo que sería deseable.

Asesinato en la Casa Blanca no va a aportar nada que no se haya visto en innumerables films anteriormente, salvo el detalle de implicar a la familia del presidente. Es una película para pasar el rato, sencilla, muy clásica en su plateamiento, con un guión tramposillo, que es el recurso fácil cuando no se cuenta con una historia sólida y que nos mantendrá más o menos entretenidos hasta que el final chapucero nos venga a demostrar lo que el film es en realidad: una pequeña tontería, un producto de consumo para olvidar en poco tiempo.

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