El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 3 de julio de 2013

Barton Fink



Dirección: Joel Coen.
Guión: Joel Coen, Ethan Coen.
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: John Turturro, John Goodman, Judy Davis, Michael Lerner, John Mahoney, Steve Buscemi, Tony Shalhoub, Jon Polito, Richard Portnow.

1941. Barton Fink (John Turturro) es un dramaturgo de éxito de Nueva York. Gracias a ello, recibe una propuesta de un gran estudio de Hollywood para que trabaje para ellos como guionista.

Barton Fink (1991) nació durante la elaboración del guión de Muerte entre las flores (Joel Coen, 1990), cuando los hermanos Coen sufrieron un bloqueo que les impedía avanzar. Fue entonces cuando se les ocurrió la historia que daría lugar a Barton Fink, film cuyo rodaje emprenderían nada más terminar Muerte entre las flores.

Barton Fink no es un film sencillo. La película, tras un comienzo convencional, se va volviendo más claustrofóbica a medida que la soledad y el bloqueo del escritor protagonista empiezan a traspasar la pantalla y a sentarse a nuestro lado en el sofá. Sin duda se trata de una obra muy personal de los Coen que por culpa de ello puede resultar un tanto confusa. Y es que el film está lleno de referencias, guiños y metáforas que no siempre son fáciles de explicar o identificar. Y de ahí que Barton Fink pueda resultar una obra algo fría y difícil de interpretar. Pero puede que ahí resida precisamente su encanto, pues deja tantas posiblidades abiertas que cada uno le dará su particular interpretación.

El centro de la historia es el bloqueo creativo del protagonista. Fink es un escritor ambicioso, su meta es crear obras que ayuden a la gente, que sean innovadoras y útiles a la gente corriente. Pero al llegar a Hollywood se encuentra con un mundo que no entiende donde le piden que escriba guiones absurdos sobre luchadores. Perdido, Fink se siente cada vez más agobiado, frustrado por no poder salir de su bloqueo mental, confinado entre las cuatro paredes de su habitación donde todo parece ahogarlo: el calor, los ruidos, los mosquitos, la podredumbre del hotel...

Aprovechan los Coen la estancia en Hollywood del protagonista para hacer una sátira del mundo del cine, ridiculizando la figura del magnate de los estudios, Jack Lipnick (Michael Lerner), que representa al mítico Louis B. Mayer, presentado como un auténtico dictador y un majadero. Pero los dardos se extienden también a los guionistas, personalizándose el ataque en la figura de  W. P. Mayhew (John Mahoney), que viene a ser un sosias de William Faulkner, de quién llegan a dudar hasta de la autoría de sus últimos trabajos, atribuyéndolos a su secretaria. Una vez lanzados, como se ve, los Coen no dejan títere con cabeza. Hasta el propio Barton Fink queda como un presuntuoso cuando le larga sesudas explicaciones intelectuales a su vecino del hotel, Charlie Meadows (John Goodman), que es incapaz de entender ni una palabra. Alcohol, fama, dinero, vanidad... todo pasa por la criba de los Coen. Y muchos detalles más que seguramente se nos escapan.

En cuanto a la historia de los crímenes de Meadows, ya entra dentro de cada uno el tomárselo también como metáfora, recordemos que a cada víctima el asesino le arranca la cabeza, o como algo real. Personalmente, basándome en la secuencia del incendio del hotel, tiendo a ver esta historia de asesinatos como una metáfora más. En todo caso, es algo que no queda del todo claro, como tampoco sabremos qué contiene la caja que Meadows le deja a Fink. El propio Fink dice no saber siquiera si es suya. Y el film termina con ese misterio y también con el de la joven en la playa en la misma postura que el cuadro que parecía hipnotizar al escritor en su habitación.

Y es que Barton Fink es un film que plantea dudas, preguntas, pero que no da soluciones. Como decía, ahí reside parte de su encanto, pero también en ello lleva su penitencia, pues no es una película sencilla. Es un film extraño, con una atmósfera irreal, agobiante, amenazadora, que parece llevarnos a un extraño universo de soledad y miedos, como le sucede al escritor en la habitación del hotel.

Sin duda, estamos metidos de lleno en el personal universo de los hermanos Coen, fascinante para muchos, para otros quizá no tanto.

Lo que no se puede negar es una impecable puesta en escena, apoyada en la fotografía extrañamente hermosa de Roger Deakins, que logra crear ese ambiente tan peculiar que envuelve al film y que le da un toque misterioso y muy personal. Un sello de identidad propio.

En lo que sin duda tienen un talento especial los Coen es a la hora de elegir al reparto. Sus films cuentan con algunos rostros que se repiten y que no dejan de sorprendernos gratamente. En este caso son John Turturro y John Goodman los que nos dejan sin palabras. El primero es un actor magistral, tanto en comedias como aquí, en un papel dramático que borda de principio a fin. John Goodman está impresionante también, desprendiendo talento por los cuatro costados. Ambos llevan todo el peso de la película, pero es que los secundarios no se quedan atrás tampoco: Michael Lerner está prodigioso en la piel del magnate delirante, recibiendo una nominación como mejor secundario, John Mahoney compone un escritor alcohólico perfecto. Steve Buscemi, otro de los fijos de los hermanos Coen, tiene aquí un papel muy breve, pero aún así nos quedamos con su buen hacer.

Barton Fink es, en definitiva, un film extraño, complejo, barroco y misterioso donde los Coen nos introducen en su mundo personal, con sus miedos, sus críticas, su agudo humor negro y sus fantasías. Tal grado de complejidad le resta seguramente el aplauso incondicional del público y puede hacer que se quede como una historia demasiado personal.

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