El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 4 de julio de 2013

Hondo



Dirección: John Farrow.
Guión: James Edward Grant (Historia: Louis L'Amour).
Música: Hugo Friedhofer.
Fotografía: Robert Burks, Archie Stout.
Reparto: John Wayne, Geraldine Page, Ward Bond, Michael Pate, James Arness, Rodolfo Acosta, Lee Aaker, Leo Gordon, Tom Irish.

Hondo Lane (John Wayne), un correo de la caballería, llega un día a un rancho solitario en medio de territorio apache. Allí viven Angie Lowe (Geraldine Page) y su hijo de seis años Johnny (Lee Aaker) a los que previene de la inminencia de una guerra con los indios. A pesar de la advertencia, Angie decide no abandonar su rancho.

Dirigida por el padre de la actriz Mia Farrow, Hondo (1953) es un western sin duda menor que contiene, eso sí, algunos elementos interesantes que conviene destacar.

Para empezar, estamos en la década de los años cincuenta y el tratamiento del western empezaba a cambiar. Aquí podemos percibirlo en la visión que se da de los indios, en todo momento respetuosa y sin faltar evidentes halagos, como la frase final de Hondo cuando lamenta la inevitable desaparación del modo de vida de los indios a manos del hombre blanco. La guerra que desatan los indios está provocada por las mentiras de los blancos y a pesar que atacan a los colonos, en el film se evita en todo momento mostrar un comportamiento cruel de los apaches. Eso sí, estamos ante un film norteamericano, así que aunque se ensalce la nobleza del pueblo indio no se puede dejar pasar la ocasión de alabar al ejército nacional, a pesar de ser víctimas de una astuta emboscada apache. El honor de la caballería norteamericana queda en todo caso convenientemente a salvo.

Otra curiosidad de la película es que se rodó para ser vista en tres dimensiones, en un intento de la industria de hacer frente a la compretencia incipiente de la televisión. De ahí algunos planos que resultan un tanto forzados a veces y llamativos la mayoría de las ocasiones en se fuerza la perspectiva y se nos muestran lanzas o disparos de frente. A pesar de esta técnica, el film se puede ver perfectamente sin las gafas especiales necesarias para disfrutar de los efectos tridimensionales.

En cuanto a la historia en sí, la verdad es no aporta ninguna novedad destacable. Es un típico western con casi todos los elementos y clichés del género. Empezando por el protagonista fuerte, valiente y noble y la mujer abnegada y luchadora. El romance ente Hondo y Angie es inevitable como lo es también que el marido de ésta sea dibujado como un mentiroso y un traidor, único modo de hacer posible que el amor verdadero triunfe y sea aceptable. En este conflicto el guión se muestra bastante melodramático, llegando a rozar descaradamente lo folletinesco. Y sin embargo, la historia carece realmente de emoción. No sé bien el motivo, puede que porque el desenlace sea demasiado previsible o los personajes sean muy convencionales, pero el resultado es que la historia de amor de Hondo y Angie se queda en un tono bastante frío, como pasa en general con toda la película. Puede también que parte de culpa la tenga el hecho de querer quedar bien con todos: con los indios, con la caballería... de manera que no tenemos un malo claramente definido, lo que termina por pasar factura a la hora de aportar dramatismo. Aquí reside la mayor debilidad de la propuesta de Farrow, y es que nos ofrece una historia bien contada pero sin verdadera fuerza interior. Todo resulta muy correcto, pero sin brillo ni fuerza.

Quizá donde sale mejor parado John Farrow es en las escenas de lucha, donde se muestra brillante con algunos planos muy logrados y una buena tensión dramática, especialmente en la escena final.

En cuanto al reparto, poco nombre de verdadera talla si exceptuamos a John Wayne, a Ward Bond y a Geraldine Page. Wayne se muestra en su línea habitual, dando una presencia poderosa a su personaje y poco más. Y es que no le recuerdo actuaciones verdaderamente memorables salvo cuando estaba a la órdenes de John Ford. Geraldine Page, por su parte, recibió una nominación como mejor actriz por su papel. Hondo, además de esta nominación, también recibió otra por la historia original de Louis L'Amour.

A pesar de ello, la película no pasa de ser un western del montón, sin méritos especiales. Se deja ver sin problemas, pues resulta bastante entretenido y con una duración ajustada a lo que tiene que contar. Para incondicionales del western.

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