El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 25 de enero de 2016

Appaloosa



Dirección: Ed Harris.
Guión: Ed Harris, Robert Knott (Novela: Robert B. Parker).
Música: Jeff Beal.
Fotografía: Dean Semler.
Reparto: Viggo Mortensen, Ed Harris, Renée Zellweger, Jeremy Irons, Timothy Spall, Ariadna Gil, James Gammon, Cerris Morgan-Moyer, Tom Bower.

Virgil Cole (Ed Harris) y Everett Hitch (Viggo Mortensen) se ganan la vida como agentes de la ley. Un día sus pasos les llevan hasta Appaloosa, un pequeño pueblo en Nuevo México sometido a la tiranía de Randall Bragg (Jeremy Irons), un ranchero despiadado. Ambos convencen a las autoridades de Appaloosa para que les nombres shérifs con plenos poderes para combatir a Bragg.

Cada cierto tiempo aparece un nuevo acercamiento al western que, si bien no termina de resucitar un género que parece haberse quedado en la mitad del siglo XX, al menos da ciertas esperanzas a los amantes del mismo, al tiempo que, gracias a películas como Sin Perdón (Clint Eastwood, 1992), nos reconciliamos con los mejores films de siempre del género.

Appaloosa (2008) no alcanza las cotas del western de Eastwood, pero es un magnífico ejemplo de cómo aún es posible realizar un buen film del oeste en nuestros días.

El argumento de la película no es muy original: la lucha de dos representantes de la ley por imponer el orden en un pueblo sometido a la ley del más fuerte, a la tiranía del revolver. Las líneas argumentales son muy clásicas, como se ve, y es algo que además agradezco. A veces el afán de innovar lleva a experimentos un tanto absurdos que se retratan a sí mismos con vergonzosa claridad.

Sin embargo, Appaloosa no pretende ser un mero film de acción donde la clave resida en resolver el conflicto entre ley y vandalismo. Lo más interesante de la película, lo que le otorga sus señas de identidad y lo que le confiere su esencia es el retrato de los protagonistas de la misma. Cole, por ejemplo, es un excelente pistolero, uno de los mejores en su trabajo. Sin embargo, parece dispuesto a dejarlo todo cuando una mujer, Allie (Renée Zellweger), se cruza en su camino. Y a pesar de que descubre que no es de fiar, Cole se aferra a una vida de hombre casado que parece presentarse ante él como un paraíso en la tierra. Allie es otro de los personajes sorprendentes. Acostumbrados a la figura clásica de la mujer en el western, aquí nos descoloca completamente al mostrarse como una mujer promiscua y oportunista, dispuesta a irse siempre con el ganador. Más clásicos parecen los personajes encarnados por Viggo Mortensen, un amigo leal hasta las últimas consecuencias, y Jeremy Irons, como el típico terrateniente sanguinario y cruel que sólo persigue el dinero y el poder, a costa de lo que sea.

Ni que decir tiene que los actores realizan, todos, un trabajo excelente, como no podía ser de otra manera contando con estos nombres.

Con estos mimbres, Ed Harris realiza un trabajo en la dirección impecable. Sobrio, con un estilo claro y sin florituras, una ambientación cuidada, diálogos con peso y un ritmo muy logrado, crea un western que parece funcionar casi solo, de un modo natural, sin estridencias ni adornos innecesarios.

Quizá lo que se echa en falta sea una mayor definición de los protagonistas, que al fin de cuentas son la clave de Appaloosa. O tal vez no sea definición, sino pasión lo que se echa de menos. Hay cierto distanciamiento entre los personajes y nosotros, cierta frialdad en su comportamiento que hace que sus historias no nos lleguen con la intensidad necesaria. O tal vez sea solo una apreciación personal, pero a veces tenía la impresión de que en toda la película faltaba algo de vida, de alma, de garra.

En todo caso Appaloosa en un western moderno tremendamente interesante. Incluso creo que ganará con el paso del tiempo. Agradezco a Ed Harris el amor que demuestra por el género y que no lo haya convertido en una payasada, como hemos visto no hace mucho con algunas películas recientes. Estamos ante un western clásico con toques de modernidad que le sientan muy bien.

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