El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 30 de enero de 2016

Náufragos



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: Jo Swerling (Historia: John Steinbeck).
Música: Hugo Friedhofer.
Fotografía: Glen MacWilliams.
Reparto: Tallulah Bankhead, John Hodiak, William Bendix, Hume Cronyn, Mary Anderson, Walter Slezak, Henry Hull, Canada Lee, Heather Angel.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un barco aliado es torpedeado por un submarino alemán. En un bote salvavidas, se reúnen ocho supervivientes del barco a los que se une, de pronto, un alemán procedente del submarino que los hundió.

Bien conocido es el interés de Hitchcock por los desafíos técnicos o los retos a la hora de filmar sus películas. Si La soga (1948) está rodada como un solo plano, en Náufragos (1943) el desafío fue rodar toda la película dentro del bote salvavidas, sin ningún plano rodado desde fuera. El reto se correspondía con la teoría del director de que, de manera instintiva, los filmes de corte psicológico se rodaban siempre a base de primeros o medios planos. Y en efecto, este es el formato que domina toda la película.

Así pues, Náufragos es más un film psicológico que la típica historia de intriga que tan famoso hizo al director. Pero además, según confiesa Hitchcock, la intención primordial de la película era mostrar las diferencias existentes entre los dos bandos de la Segunda Guerra Mundial: mientras los países democráticos estaban en completo desorden, con diferentes puntos de vista y sin una dirección firme, los nazis eran el ejemplo perfecto de orden, disciplina y eficacia. Así, mientras los náufragos aliados se enfrentan en cada decisión importante, el capitán alemán tiene claro desde el principio lo que tiene que hacer y consigue manipularlos y engañarlos a su antojo. Esta superioridad del enemigo no gustó demasiado a la crítica norteamericana, aunque fuera del todo lógica y asumible. Pero con la guerra de por medio, la lógica nunca triunfa.

Junto al mensaje principal, lo que vemos a lo largo de la historia son diferentes personalidades enfrentadas a una lucha por la supervivencia, que termina por igualarlos a todos: soldados, industriales millonarios, comunistas, etc; en el bote, nadie es más que nadie, de nada valen ni el dinero ni las pieles. Es más, los principios morales, la ética, terminan por desmoronarse cuando se descubre el engaño del enemigo y, todos, sin excepción, se entregan a la reacción más primitiva, la venganza.

Como decíamos, el reto era rodar toda la película dentro del bote. Ello acarreaba, además de problemas técnicos, el inconveniente de que la película pudiera resultar pesada o aburrida. Hitchcock resuelve ambos problemas con gran maestría. La película se desarrolla a base de pequeños episodios, cada uno con su temática y rematando siempre con un punto de tensión. De esta manera, a pesar de la unidad de espacio y la sobredosis de diálogos, el director mantiene un interés siempre nuevo y el ritmo no decae en ningún instante. Es verdad que hoy en día algunas escenas y algunos diálogos denotan el cambio de comportamientos y costumbres, pero la película se mantiene viva y continúa viéndose de un tirón de manera ágil y entretenida.

El reparto, como solía ser habitual, no era uno de los puntos fuertes del director, que muchas veces no pudo contar con actores de primera fila, como sucede en este caso. Aún así, los actores están muy convincentes, sin sobractuaciones, destacando quizá por encima de todos Walter Slezak encarnado a Willy, el frío y astuto capitán nazi.

Náufragos es un film sin duda curioso dentro de la obra de Hitchcock que sigue conservando gran parte de su fuerza. A pesar de no ser de las películas más celebradas del director, no desentona para nada en su filmografía.

Fue nominada en los apartados de mejor director, fotografía (blanco y negro) e historia.

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