El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Shakespeare enamorado



Dirección: John Madden.
Guión: Marc Norman y Tom Stoppard.
Música: Stephen Warbeck.
Fotografía: Richard Greatrex.
Reparto: Gwyneth Paltrow, Joseph Fiennes, Geoffrey Rush, Colin Firth, Ben Affleck, Judi Dench, Simon Callow, Jim Carter, Martin Clunes, Antony Sher, Imelda Staunton, Tom Wilkinson, Mark Williams, Daniel Brocklebank, Rupert Everett.

Londres, 1593. El poeta William Shakespeare (Joseph Fiennes) está pasando por una crisis creativa, lo que desespera Philip Henslowe (Geoffrey Rush), dueño del teatro de La Rosa, que necesita urgentemente una obra suya con la que saldar sus deudas.

Normalmente miro con recelo las películas históricas, pues suelen ser bastante mal tratadas por los guionistas en cuanto a respetar los hechos realmente acontecidos. Y, naturalmente, Shakespeare enamorado (1998) no escapa a esas licencias poéticas, palabras bajo cuyo amparo suelen cometerse bastantes atrocidades. Sin embargo, confieso que estaba equivocado al pensar en esta película como un film histórico. No lo es, y si no lo vemos desde ese punto de vista, si lo contemplamos como una comedia romántica, pues esa es su verdadera naturaleza, podremos valorarla en su justa medida.

Y es que Shakespeare enamorado simplemente utiliza al personaje de Shakespeare y su época como excusa para construir una divertida y también conmovedora historia de un amor imposible, creando un fantástico y original paralelismo entre ese amor y la creación de la famosa obra Romeo y Julieta. En ese juego entre la realidad y la creación artística encontramos los mejores momentos de la película, con escenas de los ensayos de la obra y de los encuentros amorosos de Shakespeare y Viola (Gwyneth Paltrow) yuxtaponiéndose en una hermosa y lograda composición.

Es evidente que la belleza del texto de Romeo y Julieta aporta un punto de partida fabuloso para desarrollar la historia de amor del poeta y su musa. Pero todo hubiera podido quedar a medias y es aquí donde debemos ensalzar la labor de John Madden, que logra elevar la historia a momentos realmente hermosos, con algunas escenas perfectas, conmovedoras, que nos dejan en suspenso ante tanta pasión y tanto dolor reunidos en unos versos que brotan con total naturalidad de las bocas de los actores, cuando se corría el riesgo de parecer pedantes y barrocos. Pero no es así, son sencillamente hermosos y logran arrebatarnos de la vida prosaica cotidiana para sumergirnos en un universo de rimas y metáforas de un lirismo perfecto. El amor de William y Viola no es acartonado y distante, sus vidas no son teatrales, su universo, con esa distancia de siglos, es a pesar de todo muy próximo, maravillosamente real. Ese es el gran mérito de esta película: conseguir ser un film romántico eterno, intemporal.

Además, no debemos olvidarnos de una ambientación magnífica, aún en sus excentricidades. No es una puesta en escena que se imponga y nos deslumbre, sino que la percibimos exacta, pero siempre en un segundo plano, sin interponerse con la verdaderamente importante; algo que por desgracia muchas veces sucede al revés.

En cuanto al reparto, maravilloso Joseph Fiennes al componer a un Shakespeare totalmente auténtico, humano, cercano. Creo que es un acierto perderle un poco el respeto al personaje y mostrarnos a un poeta muy mundano, lo que lo convierte en mucho más real y cercano. Gwyneth Paltrow por su parte, además de estar bellísima, realiza un trabajo lleno de frescura e intensidad, es una mujer enamorada y nos lo hace ver con una interpretación maravillosa. Y los personajes secundarios, como Colin Firth o Geoffrey Rush, por citar solo a los dos con más minutos, están también perfectos. Pero no quisiera dejar de mencionar a Judi Dench en el papel de la reina Isabel I, en un trabajo asombroso en el que solo con su mirada nos deja helados.

Sin duda, una comedia romántica maravillosa, que ha sabido explotar el fondo histórico con mucha inteligencia para crear una historia de amor que ya hemos visto muchas veces, pero con esa originalidad de su ambientación historia y con un trabajo de dirección admirable, que logra elevarla a cotas de expresión e intensidad geniales.

La película fue la gran triunfadora en los Oscars de ese año, recibiendo trece nominaciones, para terminar llevándose nada menos que siete Oscars: mejor película, mejor actriz (Gwyneth Paltrow), mejor actriz de reparto (Judi Dench), mejor guión original, mejor banda sonora, mejor dirección artística y mejor diseño de vestuario.

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