El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de febrero de 2016

Chinatown



Dirección: Roman Polanski.
Guión: Robert Towne.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: John A. Alonzo.
Reparto: Jack Nicholson, Faye Dunaway, John Huston, Perry Lopez, Burt Young, John Hillerman, Darrell Zwerling, Diane Ladd, Roy Jenson, Roman Polanski.

Los Ángeles, 1937. La ciudad está pasando por una gran sequía cuando el detective J.J. Gittes recibe la visita de la esposa del jefe del departamento de aguas, Hollis Mulwray (Darrell Zwerling), que le pide que averigüe si su esposo tiene una aventura, como ella sospecha. Sin embargo, quién lo contrata resulta que no es la verdadera esposa de Mullwray, quién poco después aparece ahogado.

Los grandes directores son aquellos que son capaces de meterse en un género que ya ha dejado obras memorables y crear un clásico como si nada. Lo consiguió Coppola con El Padrino y lo consiguió Polanski con este film negro. Precisamente ese año Polanski chocó con El Padrino II en la lucha por los Oscars, también con once nominaciones. Chinatown ganaría solo al mejor guión original, categoría por cierto donde no competía el film de Coppola.

En la línea de los films protagonizados por los clásicos Sam Spade o Phillip Marlowe, Polanski nos ofrece una película protagonizada por J.J. Gittes, un detective privado a la altura de sus ilustres predecesores. Y como ellos, Gittes es un tipo cínico, duro, pero también sentimental, con un pasado que lo atormenta y del que vamos descubriendo pequeños detalles que nos empujan inevitablemente a un final oscuro donde Gittes vuelve a revivir ese pasado que lo acechaba, de nuevo en Chinatown, de nuevo para su desgracia; como un destino implacable, como una maldición.

Y como en los clásicos del género, Gittes ha de enfrentarse a una trama turbia, partiendo de algo aparentemente tan banal y sencillo como un engaño extramatrimonial. Pero todo se va complicando: primero un asesinato, después una trama inmobiliaria, una estafa millonaria, la ambición desmesurada de un hombre sin escrúpulos, los trapos más sucios de un padre y su hija... un enrevesado laberinto donde Gittes intenta primero averiguar la verdad, por mero amor propio, para intentar luego hacer lo correcto, ayudando a la mujer que lo embaucó, que le mintió y por la que, al final, solo puede sentir lástima cuando descubre el horrible secreto que guardaba.

Polanski no inventa nada, se limita a poner sobre el tapete los elementos clásicos del género, con pequeñas variantes, para desplegar todo su talento a la hora de contar la historia. Y es que además de la intrigante concatenación de acontecimientos, Chinatown es una formidable película de ambiente, con una puesta en escena impecable, unos diálogos poderosos y todo ello subrayado por la maestría de Jerry Goldsmith con una banda sonora perfecta. Y también es un retrato del ser humano, de sus miserias, de sus secretos inconfesables, de su avaricia y también de su nobleza. Un conjunto de personajes que pueblan la historia y que sentimos como reales, complejos, profundos. En gran medida también por las magníficas interpretaciones de Jack Nicholson, Faye Dunaway o el gran John Huston.

Y en todo ello está la mano de Polanski, con unos planos muy buenos y, especialmente, creando un universo denso dentro de una trama que va ganando en intensidad lentamente, hasta un final demoledor que impuso el propio director y que nos deja con un gesto amargo, sacudidos por ese rasgo tan esencial del género negro como es la ineludibilidad de un destino implacable y certero.

Sin duda, un clásico.

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