El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 21 de enero de 2017

Habana



Dirección: Sydney Pollack.
Guión: Judith Rascoe y David Rayfiel.
Música: Dave Grusin.
Fotografía: Owen Roizman.
Reparto: Robert Redford, Lena Olin, Alan Arkin, Raúl Juliá, Tomas Milian, Daniel Davis, Mark Rydell, Richard Farnsworth, Lise Cutter, Betsy Brantley.

Cuba, 1958: Jack Weil (Robert Redford), un jugador de póker profesional, acude a La Habana con la intención de jugar una importante partida. Sin embargo, en el viaje conoce a una hermosa mujer (Lena Olin), de la que se enamora al instante. Lo que no sabe es la esposa de un revolucionario cubano, y que también ella es fiel defensora de los ideales castristas.

Sydney Pollack es un gran director. Uno de los mejores. Y si no, recuerden Memorias de África (1985), maravillosa, o la más modesta, pero genial, Los tres días del cóndor (1975) y comprenderán que éste director tiene oficio y buen gusto a raudales. Y en las dos películas citadas, como en ésta, trabaja con Robert Redford, en la que será su séptima y última película juntos.

Habana es un film ambicioso, lo que es del todo comprensible si se tiene en cuenta que Pollack venía de triunfar con su anterior película, Memorias de África, una obra maestra en toda regla. Y de nuevo, el director se plantea mostrarnos una historia de amor terriblemente romántica y triste; y para situarla en un contexto también dramático, nos encontramos en plena revolución cubana, en los últimos días de la dictadura de Batista. La idea no es mala, el problema es que el guión no termina de encajar ambas historias de manera armoniosa.

Pero el problema de la película no se ciñe solo a ese detalle. Hay algo que hace que todo en Habana resulte artificial. Puede que sea porque, a mi entender, el guión no se toma demasiado tiempo en profundizar en las personalidades de los dos protagonistas, de los que sabemos bastante poco en general y cuya presentación, en el barco, es demasiado superficial y rápida, de manera que tampoco se entiende del todo que un personaje como Jack, de vuelta de todo, sienta esa tremenda atracción por una perfecta desconocida. Puede ser también que no haya percibido una gran química entre Redford y la fría Lena Olin, que además adopta una actitud muy esquiva hacia Weil como para dejar bien claro que no parece interesada en él. Incluso la manera en que ella cae rendida finalmente a los encantos de Jack, con el cadáver de su esposo aún caliente, tampoco resulta del todo convincente. O tal vez la culpa sea de unos diálogos que no logran adentrarse de verdad en el alma de los personajes, quedando muchas veces como frases grandilocuentes pero distantes. Y es que cuando sientes una pasión como la que intuimos en Jack, que le lleva a arriesgar su vida por Roberta, esperamos que los sentimientos broten desbocados, sin control, en cada palabra y en cada gesto, lo que no sucede en ningún momento. Y es que al final, tanto la imagen  que tenemos de los protagonistas como incluso de la situación en Cuba resulta un tanto "peliculera", demasiado simple.

Y es una pena, porque sin duda la historia de amor entre los dos protagonistas, con el marido por el medio, hubiera podido dar pie a un film realmente apasionante. Y es cierto que el final añade por fin ciertas pequeñas dosis de emoción que habían estado ausentes a lo largo del film, pero es lógico ya que siempre que asistimos a un amor truncado, imposible, aunque deseado, sentimos que la vida es totalmente injusta y desearíamos, contra toda lógica y contra cualquier consideración ética, que los enamorados terminaran disfrutando de su amor. Entiendo el sacrificio de Jack, pero siento una terrible pena al mismo tiempo por él, esperando en vano en una playa de Florida.

Y conste que Habana no es una mala película. Tiene ese empaque de las películas clásicas, con una puesta en escena impecable y una banda sonora perfecta. Sin embargo, esta vez el director no supo construir un argumento con carácter, con personalidad, y se quedó más en la superficie, una superficie cuidada, pero un tanto desangelada.

La película recuerda vagamente a Casablanca (Michael Curtiz, 1942), pues el personaje de Robert Redford, como el Rick de Bogart, a pesar de ser presentados como hombres un tanto egoístas y que no creen en nada, terminan por demostrar una elevada talla moral que les empuja al sacrificio personal por un bien mayor, aunque con ello pierdan lo más precioso de su vida. Quienes hayan visto el film de Michael Curtiz, y sin pretender hacer comparaciones odiosas, entenderán a qué me refiero cuando digo que todo en Habana resulta algo frío y distante, sin nervio ni pasión.

2 comentarios:

  1. Hola Manuel. Muhcas gracias por tu comentario. Esta es también una película especial, que no te deja indiferente. En realidad yo creo que la presentación de Redford como alguien distante es propio de quien ya no se cree nada de la vida y los valores hace mucho que están anulados, por ese motivo no transmite la pasión a la que estamos acostumbrados con cierta inocencia en la gran pantalla.Sin embargo, la pasión por la causa y los valores que ve en Roberta hace que se replantee que es lo que quiere y hacia dónde va. Y descubre que es en el amor donde quiere quedarse y en el ideal de vivir por algo y por alguien, en una auténtica revolución interior paralela a la cubana. Ese aire de hombre de mundo es lo único que pudo conservar de su ser anterior. Muchas gracias por tu comentario que gracias a él vi la película

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    1. De nuevo, me siento halagado y agradecido por tus palabras. Me reconforta saber que mi blog te ayuda a descubrir algunas buenas películas.

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