El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 24 de febrero de 2018

Wind River



Dirección: Taylor Sheridan.
Guión: Taylor Sheridan.
Música: Nick Cave y Warren Ellis.
Fotografía: Ben Richardson.
Reparto: Jeremy Renner, Elizabeth Olsen, Julia Jones, Graham Greene, John Bernthal, Matthew Del Negro, Kelsey Chow, Gil Birmingham, Ian Bowen.

Cory Lambert (Jeremy Renner), cazador del Servicio de Pesca y Vida Silvestre, encuentra el cuerpo de una joven muerta en la nieve en una reserva india en Wyoming. El FBI envía a una agente novata, Jane Banner (Elizabeth Olsen), a investigar lo que podría ser un asesinato.

Hay gente que parece entrar en estado de gracia en el mundo de la dirección, como es el caso Taylor Sheridan, hasta ahora guionista, que se estrena con Wind River (2017) como director y, la verdad, el resultado es más que gratificante.

Wind River, partiendo de hechos reales, realiza una denuncia de la situación de las nativas norteamericanas, cuyas desapariciones no solo son más numerosas que las de cualquier otro colectivo del país, sino que incluso no están ni censadas oficialmente. Se tarta de una injusticia más con este pueblo tan castigado históricamente.

Así que, como se puede ver, no estamos ante un thriller al uso, sino ante un film que ofrece mucho más que la típica intriga policial. Y esa es la riqueza de Wind River: lograr utilizar con gran inteligencia el envoltorio del thriller para trascenderlo, narrando a la vez el drama personal de los protagonistas dentro del marco más amplio de los problemas de la minoría de los indios autóctonos de Norteamérica.

Porque Cory Lambert, el protagonista, está también marcado por una tragedia familiar, algo que se va desgranando poco a poco, al compás del ritmo lento de la narración, elegante, sin aspavientos ni excesos. Los dramas personales se viven en la intimidad, conteniendo el dolor, tragándolo. Y es que en Wind River se percibe cierto abandono de los personajes, entre resignación y una lucha que es, sobre todo, supervivencia. La vida en Wyoming es dura, como resalta una espléndida fotografía que nos muestra una vasta soledad en medio de grandes extensiones de tierras vacías cubiertas de nieve. Como un paisaje del alma.

Y junto a esa tragedia personal de los protagonistas se sobrepone la de todo un pueblo, los indios americanos, confinados en reservas, de ahí el título de la película, que es nombre de una de ellas, a modo de ghettos modernos, y abandonados a una vida sin mucho futuro.

Al final, la intriga se resuelve en una explosión de violencia muy bien orquestada, donde el director evita caer en esa tendencia tan de moda de recrearse en la sangre, lo cuál es muy de agradecer. Pero uno se da cuenta que lo importante en la historia no es resolver el crimen, que casi se va desvelando por su propio peso, bajo la lógica implacable de una comunidad encerrada en medio de un paraje que los condiciona sin remedio. Y es que el thriller aquí es casi la excusa. Lo importante es la lucha de los protagonistas, contra su propio dolor, contra su vida sin futuro; o en el caso de Jane Banner, contra su inexperiencia, contra las torpezas de quién entra en un mundo del que desconoce hasta su lenguaje.

En cuanto al reparto, destacar sin duda la naturalidad con que se desenvuelven todos los actores, pero con una mención especial para el gran trabajo de Jeremy Renner, un actor que hasta el momento no me había impresionado pero que en esta película logra unos registros envidiables.

Sheridan, en su debut, demuestra ser un director elegante, con muy buen gusto, dominando el tiempo del relato, sin querer ganarse más protagonismo del necesario, con lo que son el resto de elementos del film los que nos cuentan el relato, algo creo que muy necesario siempre.

Sin duda, una película más que recomendable. Con un estilo elegante y unos diálogos que invitan a reflexionar y que nos cuentan siempre algo sobre los protagonistas y sobre la vida; lo que se agradece en un cine donde no es habitual que se cuiden estos detalles. Una grata sorpresa sin ninguna duda.

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