El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 1 de enero de 2022

Reencuentro



Dirección: Lawrence Kasdan.

Guión: Barbara Benedek y Lawrence Kasdan.

Música: Varios.

Fotografía: John Bailey.

Reparto: Tom Berenger, Kevin Kline, Glenn Close, William Hurt, Jeff Goldblum, Meg Tilly, JoBeth Williams, Mary Kay Place, Jonathan Kasdan.

El suicidio de un amigo reúne tras mucho tiempo a un grupo de compañeros de los tiempos universitarios que se habían ido distanciado con el paso de los años.

Me gusta el tema de la película: el reencuentro de viejos amigos tras varios años y ver cómo les ha ido en la vida, cómo han madurado. Es un tema que me atrae, por asuntos de nostalgia, de comprobar el efecto del paso del tiempo, el desgaste inevitable de la vida.

Creo que el planteamiento básico de Kasdan es correcto. Huye de la sensiblería y procura un acercamiento lo más realista posible a un tema delicado como el del suicidio. No desvela las cartas de golpe, sino que va desenredando el ovillo paulatinamente, lo que contribuye a mantener viva la llama, a no agotarse ni tener que acudir a rellenos. 

El núcleo central de Reencuentro (1983) es ver cómo han madurado eso antiguos compañeros de universidad, en qué se han convertido sus vidas, si su vieja amistad sigue en pie a pesar del paso del tiempo y, como no, comprobar en qué se han quedado sus sueños de juventud, su rebeldía. El resultado es agridulce: la amistad ha sobrevivido, pero la amargura, el desencanto, cierta frustración ha reemplazado su vitalidad anterior. Los que han triunfado no se sienten especialmente realizados, como Sam (Tom Berenger) que, a pesar de su fama como actor de éxito, no se siente muy orgulloso de su trabajo. Otros, como el difunto Alex o Nick (William Hurt) no han sabido adaptarse a la sociedad y han desperdiciado su talento en busca de algo que no encontraron. Meg (Mary Kay Place) ha descubierto que lo que más desea en la vida es ser madre, pero no tiene pareja ni perspectivas de tenerla.

En general, ninguno de ellos parece haber encontrado la felicidad. La muerte de Alex, sin embargo, puede ayudarles a establecer ciertas prioridades de manera definitiva y a intentar cambiar el rumbo de sus vidas. 

Todo ello está bien pensado. Pero hay algo que de alguna manera no termina de funcionar. Es difícil de explicar, porque nada desentona abiertamente, pero sí que notaba que yo no terminaba de adentrarme en la historia, como si la contemplara desde la butaca, siempre con cierta separación.

Puede que el intento de no ahondar en los aspectos más sentimentales del drama termine por restarle a Reencuentro parte de la emoción. Es un asunto complicado lograr el equilibrio entre emoción y mesura y en esta ocasión la balanza se inclina más del segundo aspecto. También sentí cierta artificiosidad en la relación de los amigos, comportamientos que no parecían del todo consecuentes con el momento, lo que no deja de ser una apreciación muy personal.

El caso es que me faltó más compenetración con el desarrollo de la historia. Por ejemplo, la banda sonora me parece muy buena, con temas de The Rolling Stones, Aretha Franklin, The Beach Boys, Credence Clearwater Revival o Marvin Gaye, pero creo que Kasdan abusa de ella y cada vez que sonaba un tema tenía una sensación de artificio, lo que volvía a incidir en mi distanciamiento con el tema de la película.

El reparto es muy bueno, con una Glenn Close magnífica que fue nominada al Oscar. Sin embargo, no todos me parecieron a su altura. Tanto Kevin Kline como Jeff Goldblum me resultaban algo forzados por momentos y Meg Tilly tampoco me pareció del todo convincente.

Lo que definitivamente creo que es lo menos logrado de Reencuentro es el desenlace en el que Kasdan parece querer cuadrar las aspiraciones insatisfechas de los protagonistas. Todos los protagonistas, de repente, encuentran una salida a sus dudas, a sus aspiraciones no cumplidas, incluso con algún detalle un tanto "curioso", como que Sarah (Glenn Close) convenza a su marido Harold (Kevin Kline) para que ayude a Meg a ser madre. Me pareció un intento demasiado artificial el componer un final feliz que, desde mi punto de vista, no era tampoco necesario. La vida raramente es perfecta: soñamos un futuro que no termina de encajar con nuestros deseos; el día a día no es fácil y la rutina y el cansancio van minando las fuerzas. El final de Reencuentro parece ir, de manera un tanto teatral, en contra de la lógica. Podría ser que la muerte de Alex y la reunión de los amigos pudiera cambiar el futuro de alguno de ellos, pero de todos y al mismo tiempo...

A pesar de considerar que Reencuentro no es un film redondo y que no aprovecha todo su potencial, creo que merece la pena, aunque sólo sea por tratarse de una propuesta original, que se desvía un poco del camino más comercial del cine actual y propone una reflexión sobre temas tan importantes como la amistad, los sueños y la vida en general. 

Como curiosidad, el actor que encarnaba a Alex, el suicida, era Kevin Costner, aunque las escenas en que aparecía finalmente fueron suprimidas del montaje.

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