El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de febrero de 2022

El amor tiene dos caras



Dirección: Barbra Streisand.

Guión: Richard LaGravenese.

Música: Marvin Hamlisch.

Fotografía: Dante Spinotti y Andrzej Bartkowiak.

Reparto: Barbra Streisand, Jeff Bridges, Pierce Brosnan, Lauren Bacall, Brenda Vaccaro, Mimi Rogers, George Segal, Laura Bailey, Elle MacPherson. 

El profesor Gregory Larkin (Jeff Bridges) se siente desengañado con sus relaciones amorosas y cree que la solución para que una relación de pareja funcione bien es basarla en el intelecto, dejando el sexo a un lado. Decide poner un anuncio buscando a alguien que piense como él y de este modo conocerá a Rose Morgan (Barbra Streisand), que no ha tenido mucha suerte en el amor.

Es curioso como en algunas comedias, con El amor tiene dos caras (1996) entre ellas, es la parte dramática la que tiene mucha más entidad que la cómica. La explicación es sencilla: es mucho más difícil hacer reír que llorar. Se requiere más imaginación.

El amor tiene dos caras es una comedia romántica que, al menos intenta abordar el tema de las relaciones de pareja de manera imaginativa y sin ridiculizarlas. Esto ya es importante, pues algunas comedias actuales basan su humor en llevar las situaciones al límite, cayendo sin reparos en lo absurdo. 

Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, hay algo que no termina de funcionar. Desde mi punto de vista, es la figura de Gregory. Este es el personaje curioso de la historia, sobre el que recae la parte cómica por su idea un tanto peregrina de que lo mejor para que una relación de pareja funcione es basarla solamente en el aspecto intelectual, buscando la amistad y la complicidad y dejando el sexo completamente al margen. Entiendo que es una premisa complicada de exponer con convicción. Por mucho que se intente razonar, lo que Gregory propone es sencillamente una relación de amistad, con lo que dar el paso hacia el matrimonio suena no solo chocante, sino también innecesario. Pero además, el problema es que Gregory expone sus ideas a Rose de manera absurda, atropelladamente y sin conocerla apenas. Su personaje queda ridículo, y más tratándose de un profesor universitario maduro, con experiencia en relaciones afectivas. Es el problema de no saber enfocar la comedia más que llevándola a un extremo. A partir de aquí, todo lo que viene a continuación (el matrimonio de Gregory y Rose) me parecía cogido con alfileres y me costaba entender y participar de su relación matrimonial tan especial.

Sin embargo, la historia gana cuando se afronta la ruptura de la pareja. Es la parte dramática y aquí el guión se muestra más seguro. Cuando no hay que ridiculizar las situaciones o los personajes, el film gana en intensidad y en verosimilitud. Entendemos la decisión de Rose de separarse porque es normal, mientras que la de casarse era del todo absurda. Y ahora su personaje cobra sentido, junto con de su madre Hannah (Lauren Bacall), porque ya no tienen que caernos simpáticas ni hacernos gracia y porque adquieren auténtica dimensión de personas reales, con sus miedos, sus deseos y sus fracasos. 

Es verdad que en este punto El amor tiene dos caras se embarca en un terreno muy previsible y el desarrollo no es muy imaginativo. De nuevo se echa de menos el haber profundizado algo más en el personaje de Gregory, cuyo papel en la historia no está nunca a la altura de Rose. Rose es una mujer mucho más creíble, con sus complejos y su relación tirante con su madre. A su lado, Gregory no tiene la entidad suficiente para ser un contrapeso eficaz.

Lo que sí que es evidente es el narcisismo de Barbra Streisand, productora, directora e intérprete de una película hecha a su medida y para su mayor lucimiento. Si no te gusta esta actriz, seguramente no disfrutarás mucho del film. Hasta la fotografía está enfocada exclusivamente en realzar su peculiar "belleza", endulzando sus planos constantemente.

Si nos quedamos con lo positivo, El amor tiene dos caras resulta una película amena, con algunos pequeños momentos interesantes. Pero en su conjunto, termina por resultar un tanto plana y poco imaginativa.

Esta película está basada en El espejo tiene dos caras (André Cayatte), película francesa de 1958.

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