El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 29 de octubre de 2022

La bella y la bestia



Dirección: Jean Cocteau.

Guión: Jean Cocteau (Cuento: Jeanne-Marie Leprince de Beaumont).

Música: Georges Auric.

Fotografía: Henri Alekan (B&W). 

Reparto: Jean Marais, Josette Day, Marcel André, Mila Parély, Nane Germon, Michel Auclair, Christian Marquand.

De regreso a casa, un comerciante arruinado (Marcel André) se pierde en el bosque y llega a la residencia de la Bestia (Jean Marais), que lo sentencia a muerte por haber cortado una rosa de su jardín para llevársela a su hija Bella (Josette Day). 

Primera adaptación al cine del célebre cuento homónimo de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, publicado en 1757, La bella y la bestia (1946) es un clásico del cine francés marcado por el sello personal de Jean Cocteau, que volvía al cine tras quince años de silencio. La mala acogida de esta película hará que el director vuelva a estar otros diez años alejado de la pantalla.

La bella y la bestia es sobre todo un espectáculo visual, además del mensaje del cuento de la redención por amor. Cocteau vuelca toda su fantasía y poesía en una puesta en escena aparatosa, barroca, surrealista incluso (los brazos que sostienen los candelabros o sirven la mesa, los rostros del mobiliario que cobran vida, la puerta que habla...). Es un cuento, lo que libera la imaginación del director de cualquier atadura lógica para crear un universo en el castillo de la Bestia que aúna el encanto con el terror, apoyándose en una lujosa y tenebrosa fotografía y con el respaldo, un tanto anticuado en la actualidad, de la banda sonora, algo machacona.

No debemos olvidarnos de la Bestia, un prodigio de maquillaje y unos ropajes suntuosos para dar vida a un monstruo que aún hoy en día provoca repulsa y temor por el realismo, valga la paradoja, de su concepción.

Sin embargo, donde el relato acusa decididamente el paso del tiempo es en la caracterización de los personajes y en los diálogos. Las hermanas de Bella resultan realmente burdas en su simplona maldad y nos recuerdan a las de Cenicienta, pues ambos cuentos tienen ciertos elementos comunes. También Bella aparece como demasiado buena, tanto que a veces se podría pensar que es algo tonta. Se puede argumentar que, como estamos en un cuento, tiene cierta explicación esta simplicidad de los personajes, pero me temo que se debe más a un problema de concepción por parte de Jean Cocteau, que no consiguió equilibrar el aspecto externo del film con el interno.

Ello es muy evidente con los diálogos, que son demasiado simples, dejando el desarrollo del cuento a un nivel demasiado básico. 

Como básico es también el mensaje que encierra: el poder redentor del amor, que salva a la Bestia de la muerte gracias a una mirada llena de amor de Bella. Podríamos interpretar la historia con la conocida idea de que la belleza está en el interior, pues Bella va venciendo la repulsa inicial que le provoca la Bestia al ir descubriendo su bondad. También la película es un canto a la fantasía, al poder de la imaginación contra la banalidad de la realidad: la Bestia le confiesa a Bella que adquirió ese aspecto como un castigo a sus padres por no creer en la hadas. 

Para encarnar a la Bestia, se eligió a Jean Marais, un actor que en el momento del rodaje era considerado uno de los rostros más bellos del mundo. Marais, que también encarna a Avenant, amigo del hermano de Bella y enamorado de ella, y al Príncipe en el que se transforma la Bestia, realiza un trabajo excelente, en especial encarnado al monstruo, con una mirada llena de fuerza bajo un maquillaje que le creó no pocos problemas. Josette Day tiene una presencia lo suficientemente angelical para que encaje sin problemas en su personaje.

Film muy deudor de su tiempo y en especial de la concepción personal de Jean Cocteau, La bella y la bestia es básicamente una fantasía en imágenes que aún tiene la fuerza suficiente para fascinarnos, desgraciadamente pierde toda su fuerza en el plano del contenido, donde Cocteau no logró darle a la historia la profundidad suficiente para construir un relato completo.

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