Dirección: Michael Powell y Emeric Pressburger.
Guión: Michael Powell y Emeric Pressburger.
Música: Allan Gray.
Fotografía: Jack Cardiff.
Reparto: David Niven, Kim Hunter, Roger Livesey, Raymond Massey, Kathleen Byron, Bonar Colleano, Marius Goring, Robert Coote, Abraham Sofaer, Richard Attenborough.
Con el avión en llamas, el piloto Peter Carter (David Niven) decide saltar del aparato, pese a no tener paracaídas. Antes de hacerlo, se despide de June (Kim Hunter), la joven con la que ha hablado por radio en esos momentos que parecen los últimos de su vida.
Curiosa película inglesa mezcla de drama, fantasía y una gran historia de amor, A vida o muerte (1946), para algunos críticos una obra maestra, es un film realmente sorprendente.
La base de la cinta fue un encargo que pretendía reforzar las relaciones entre americanos y británicos tras la Segunda Guerra Mundial, de ahí la importancia de ese tema en la escena del juicio, algo que sinceramente toma más protagonismo de lo que considero necesario, sobre todo una vez que el momento histórico en que nació ha quedado atrás.
Sin embargo, la cinta posee otros elementos interesantes que, afortunadamente, hacen que dejemos a un lado esa vertiente política como algo secundario.
Peter Carter se lanza al vacío sin paracaídas desde su avión en llamas asumiendo el fin de sus días con cierta resignación. Sin embargo, milagrosamente, sobrevive. En la playa donde aterriza encuentra a June, la joven americana con la que habló por radio instantes antes de saltar del avión y de la que se ha enamorado. Cuando un ángel viene a reclamarlo como difunto, su salvación milagrosa fue motivada por un fallo causado por la niebla, Peter defiende su derecho a seguir viviendo y esgrime como razón para ello su amor por June.
El mensaje básico de A vida o muerte es el amor como motor de la vida y fuerza redentora. Peter tiene derecho a la vida gracias al amor, más poderoso que la misma muerte. Dicho así, es verdad que suena un tanto ingenuo y no es una propuesta muy original, pero siempre es un concepto demasiado importante como para tomarlo a la ligera y, a pesar de que sepamos que un amor tan grande y poderoso como el que parece embargar a los protagonistas es demasiado perfecto y un tanto peliculero, en el fondo es algo que cualquiera anhelaría para sí, lo que hace que el mensaje sea irrechazable finalmente.
Otro detalle interesante es que el argumento deja abierta la puerta a diferentes interpretaciones sobre lo que le acontece al piloto. Si somos más realistas, podemos interpretar las visitas del mensajero del más allá como producidas por la lesión cerebral de la que es operado Peter. Así, no habría nada sobrenatural y todo se reduciría a meras alucinaciones. Pero también podríamos inclinarnos por la explicación más fantástica y asumir como reales las visitas del ángel, con lo que estaríamos ante un cuento donde se juega con la muerte, la segunda oportunidad y el poder redentor del amor verdadero.
El problema de A vida o muerte es que este tipo de propuestas, innovadoras en su momento o al menos originales en su enfoque, suelen tener un envejecimiento un tanto delicado. Las imágenes del juicio, por ejemplo, podían ser impactantes en el momento del estreno, pero en la actualidad resultan algo caducas.
Sin embargo, el principal defecto que le encuentro a la película es que el guión no consigue sacar todo el potencial a las ideas que propone. Si un asunto como el poder del amor es ya de por sí delicado, por el riesgo de caer en banalidades o cursilerías, el otro peligro es que carezca de la fuerza necesaria para conmovernos. Y creo que ese es el mayor pecado de la cinta: a pesar de tratar un tema tan importante, el resultado es un film demasiado frío. Tal vez por su propia esencia, con ese toque fantástico y una puesta en escena demasiado impersonal y aséptica o por las pretensiones un tanto pedantes de la propuesta. Falta emoción, intensidad, pasión y eso, en un film con el mensaje de la fuerza del amor como motor vital, es imperdonable.
Y donde mejor constatamos las debilidades del guión es en la secuencia del juicio, donde se decide si se le concede a Peter el indulto o si debe morir, como habría debido suceder en un principio. Es el momento clave de la historia y sería de esperar que fueran los momentos de máxima emoción. Sin embargo, en medio de un decorado un tanto desafortunado, las argumentaciones de fiscal y defensor se pierden en farragosas disquisiciones políticas e históricas, creando una secuencia confusa y sin emoción, desaprovechando tristemente el instante crucial del film.
En cuanto a los actores, David Niven me pareció un tanto irregular y demasiado frío para insuflar más pasión en su interpretación dentro de un reparto por lo demás sin demasiado brillo, con actuaciones correctas nada más.
Propuesta bienintencionada que defiende el entendimiento entre países y razas en aras de un futuro en armonía y esencialmente el poder del amor, A vida o muerte tiene el valor de su originalidad, de proponer una historia realmente curiosa, aunque no del todo conseguida.
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