Dirección: William Friedkin.
Guión: Tracy Letts (Obra: Tracy Letts).
Música: Tyler Bates.
Fotografía: Caleb Deschanel.
Reparto: Matthew McConaughey, Emile Hirsch, Juno Temple, Gina Gershon, Thomas Haden Church, Marc Macaulay.
Para pagar una deuda, al joven Chris (Emile Hirsch) no se le ocurre mejor idea que encargar el asesinato de su madre para cobrar su seguro de vida.
De William Friedkin recordamos The French Connection: Contra el imperio de la droga (1971) y El exorcista (1973), dos películas que han pasado a la historia del cine y que quedan muy atrás en el tiempo. Con Killer Joe (2011), Friedkin vuelve a demostrar su talento natural, si bien este film se queda un peldaño por debajo de sus dos películas más reconocidas.
Pero aún así, estamos ante film realmente sorprendente y que no puede dejar a nadie indiferente. Pocas veces el cine nos adentra en un mundo tan deprimente de seres marginales, estúpidos, perdedores y desgraciados. El relato tan sórdido nos mueve entre la compasión y la repulsa, el dolor y una tristeza profunda. Sobre todo, porque nos damos perfecta cuenta de que lo narrado no solo puede suceder, sino que incluso seguramente han existido, existen y existirán personajes aún más patéticos que los que nos presenta Friedkin.
Estamos ante un cine negro casi de libro, un relato de perdedores donde sabemos que si algo puede salir mal, a estos tipos les saldrá aún peor. Porque en la misma idea de Chris de asesinar a su madre ya reside tanta inmundicia moral que es imposible que salga algo decente de ella. Y más cuando decide confiarle el trabajo a Joe (Matthew McConaughey), un policía que en sus ratos libres ejerce de asesino a sueldo. Joe es un tipo sin escrúpulos, un enfermo sádico que encima se encapricha de la hermana de Chris, la extraña Dottie (Juno Temple), de doce años y con una percepción de las cosas entre profunda y ridícula.
Una vez planteada la premisa y presentados los personajes, Friedkin nos introduce en un mundo marginal, de perdedores, personas con pocas luces, esclavos de sus vicios y de su miseria. El dinero del seguro sería una especie de salvación para ellos, pero sabemos también que el dinero, en sus manos, no durará mucho y serán incapaces de cambiar algo en sus vidas, abocadas a la nada, al vacío, a la rutina, a las mentiras, los engaños y los sueños imposibles.
Killer Joe es un film realmente triste porque es real en su esencia, porque describe un mundo que sabemos que está ahí, con hijos no deseados, matrimonios rotos, alcoholismo, drogas y miseria, mucha miseria.
Además, por si el relato no fuera suficientemente desolador, el final nos provoca un desasosiego aún mayor, por su violencia cruda y bestial, por lo absurdo de todo, por echar el telón de manera casi surrealista a unas vidas tristes, ridículas, desoladoras.