El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 18 de julio de 2024

Scaramouche



Dirección: George Sidney.

Guión: Ronald Millar y George Froeschel (Novela: Rafael Sabatini).

Música: Victor Young.

Fotografía: Charles Rosher. 

Reparto: Stewart Granger, Eleanor Parker, Janet Leigh, Mel Ferrer, Henry Wilcoxon, Nina Foch, Richard Anderson, Robert Coote, Lewis Stone.

Francia, 1788. Cuando el Marqués Noel de Maynes (Mel Ferrer) mata a su mejor amigo, el revolucionario Philippe de Valmorin (Richard Anderson), André Moreau (Stewart Granger) jura que vengará su muerte.

La Metro Pictures, antecesora de la MGM, ya había realizado en 1923 una primera versión de la novela de Sabatini, Scaramouche (Rex Ingram) interpretada por Ramón Novarro, pero será esta cinta de 1952 la que pase a la historia como la mejor adaptación de la citada novela.

Scaramouche reúne todos los ingredientes de típicos de los films de aventuras del período clásico, sumando además el lujo de las producciones de la MGM. Tenemos pues un film dinámico, plagado de acción, desafíos, duelos, incertidumbre, actos heroicos, humor y la consabida alusión a la libertad tan manoseada en las producciones de Hollywood. En esta ocasión, la libertad se refiere a los intentos revolucionarios que llevaron a derrocar la monarquía en la célebre Revolución Francesa, a cuyos prolegómenos asistimos en esta película.

Es evidente que hoy en día el planteamiento de Scaramouche resulta algo ingenuo y su argumento, con el inesperado y sorprendente giro final, del todo rocambolesco. Pero precisamente en estos detalles reside finalmente el encanto de este tipo de películas, que han soportado el paso del tiempo y las modas precisamente por no disimular sus pretensiones, que no son otras que impresionar a los espectadores con un espectáculo grandioso, sorprendente y tremendamente dinámico.

George Sidney, un director crecido y formado en la Metro, sabe darle a la acción el ritmo preciso para que todo transcurra con una agilidad encomiable. A pesar de la duración del film, casi dos horas, no sentimos en ningún momento que la historia se haga pesada o se estanque, todo está milimetrado para que las diversas secuencias, que alternan romance, humor, drama y acción, fluyan admirablemente.

Además, contamos con Stewart Granger, un actor quizá sin el carisma de los mejores, pero que resultaba idóneo en este tipo de papeles, configurando un galán sumamente atractivo y un perfecto héroe. Las hermosas Eleanor Parker y Janet Leigh, cuidadosamente vestidas y maquilladas para deslumbrarnos con su belleza, aportan el glamour y el romanticismo imprescindibles en este tipo de aventuras. Tal vez sea Mel Ferrer el que en principio resulte menos apropiado para el rol de villano, pero su trabajo está libre de cualquier defecto y su presencia se impone en todo momento, siendo un oponente al nivel del apuesto Stewart Granger.

Es verdad, no obstante, que el argumento se enreda un poco con las alusiones a la Revolución y puede ser demasiado denso y algo forzado, pero la hermosa puesta en escena, los actores y el maravilloso duelo a espada final terminan por imponerse para dejarnos la sensación de haber disfrutado de un film especialmente brillante. 

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