El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 28 de agosto de 2024

El gran combate



Dirección: John Ford.

Guión: James R. Webb (Libro: Mari Sandoz).

Música: Alex North.

Fotografía: William Clothier.

Reparto: Richard Widmark, Carroll Baker, Karl Malden, Sal Mineo, Dolores del Río, Ricardo Montalbán, Gilbert Roland, Edward G. Robinson, James Stewart, Arthur Kennedy, John Carradine. 

Cansados de esperar que los hombres blancos cumplan sus promesas, los cheyennes confinados en una árida reserva del suroeste de los Estados Unidos deciden emprender el regreso a sus tierras de origen en el norte.

Muchos han etiquetado a John Ford de reaccionario por ensalzar en algunos de sus títulos más conocidos a la caballería de los Estados Unidos. Lo que no han visto, o no han querido ver, es el trato siempre humano y sensible del director hacia los hombres, fueran del color que fueran. Hay ejemplos en muchos de sus films más "nacionalistas" que cualquier persona honesta y sensible puede ver y apreciar en su valía. Pero por si quedaran dudas, en 1964 Ford nos ofrece una de las más sinceras y sensibles defensas de los indios en esta cinta, El gran combate

Sinceramente, es esta defensa de la dignidad del pueblo cheyenne, y la feroz denuncia de la falsedad y crueldad del hombre blanco, donde reside el mayor valor de la película que, en un plano estrictamente artístico no está a la altura de las grandes obras maestras del director. Peca el relato, desde mi punto de vista, de una duración excesiva y una evidente rigidez que impide que nos sintamos más cercanos a los indios, cuya odisea es expuesta con cierta frialdad. 

En cambio, cuando el director se centra en los personajes blancos consigue mejores resultados, tanto a nivel dramático como cómico, lo que contradice en cierta manera las intenciones de la película. Parece ser que el enfoque que pretendía darle el director era diferente al resultado final, pero tuvo que ceder a las imposiciones de la productora, debiendo renunciar a utilizar a verdaderos indios en los papeles principales y darle un enfoque exclusivamente desde el punto de vista de los pieles rojas.

También hubo que aceptar la presencia de grandes actores en papeles secundarios, como James Stewart, Edward G. Robinson, Arthur Kennedy o John Carradine. El mérito de Ford fue conseguir que su aparición funcionara bastante bien en el interludio cómico de Wyatt Earp (James Stewart) y Doc Holliday (Arthur Kennedy), donde Ford vuelve a demostrar su dominio de los tiempos y el clima del relato, si bien este inciso alarga aún más un discurso bastante pesado por momentos.

Pero incluso cuando John Ford no está a su mejor nivel, logra dejarnos momentos de una belleza o una intensidad memorables y El gran combate está sembrado de muchos así, de manera que en medio de un relato acartonado surgen pequeños momentos donde brilla el gran talento del director, logrando conmovernos con la simplicidad y eficacia de siempre.   

Donde no logra acertar plenamente es en la denuncia del comportamiento de los blancos con los indios, pues el planteamiento resulta demasiado simplista y un tanto cargado de tópicos. Las intenciones son claras, pero falta más sutileza en el desarrollo y tampoco el final termina de tener el peso necesario, pareciendo un arreglo un tanto forzado con el que contentar a todo el mundo.

Tal vez se note que John Ford estaba ya en los últimos años de su carrera por todas las debilidades de la cinta, pero aún así es un valiente testimonio sobre las mentiras de la colonización, cuando los relatos provenían de una sola parte, así como una sensible y humana defensa de un pueblo reducido a la miseria.

sábado, 24 de agosto de 2024

Al caer la noche



Dirección: Robby Henson.

Guión: Robby Henson.

Música: David Bergeaud.

Fotografía: Irek Hartowicz.

Reparto: Billy Bob Thornton, Patricia Arquette, William Devane, Sela Ward, Tom Bower, Julie Hagerty, Hill Harper, Ray McKinnon, Thomas Haden Church, John McConnell, Jena Malone, Cindy Roubal.

Una joven (Cindy Roubal) aparece asesinada en el pequeño pueblo de LaSalle Parish (Louisiana). En realidad, se trata de un transexual y el jefe de policía local, Darl Harwick (Billy Bob Thornton), no parece tener mucho interés en resolver el caso, pues le acucian otros problemas más personales.

Toda película con un misterio inicial, en este caso el asesinato de un transexual, tiene de entrada un atractivo innegable, pues pica nuestra curiosidad y nos anima a buscar al culpable de la mano del investigador del caso. 

La idea de Robby Henson, que además de dirigir el film es también el guionista, es interesante porque, al tiempo que plantea la incógnita, también busca arroparla con todo un repertorio de temas prometedores: los prejuicios sexuales, el caciquismo imperante en el Sur profundo, los problemas personales del Sheriff, la religión, la honestidad, el deber... Podrían parecer demasiadas cosas juntas, pero bien llevadas dan para una historia profunda y compleja. El problema es que Henson no logra darle forma a sus intenciones y el prometedor arranque se va diluyendo en una serie de escenas extrañas que no logran profundizar en nada ni en nadie.

Es verdad que Henson consigue crear un clima muy definido que nos mete de lleno en una comunidad donde todo el mundo parece esconder algo, en especial Darl, que se va perfilando como un hombre con graves problemas personales aunque, como sucede con toda la historia, termina por ser un personaje entre indefinido y desconcertante. Entendemos sus perjuicios, pero nunca termina de resultar un personaje claro, comprensible, moviéndose entre extremos difíciles de asimilar. 

Lo más decepcionante tal vez es que la investigación del asesinato, el hilo conductor que nos había ilusionado al comienzo del film, termina por desdibujarse en medio de temas políticos y los problemas personales de Darl, pero estos tampoco acaban de tener el peso y la fuerza suficientes. Prometen mucho y se quedan en muy poca cosa.

Al final, el descubrimiento del asesino se produce por casualidad y no encaja con las múltiples pistas que se habían ido depositando, de manera que el desenlace parece casi anecdótico. Para colmo, el intento final de arreglar la vida de Darl también resulta incongruente con el tono de la película y resulta casi un pegote que algo consecuente y lógico.

No sé si por un afán de notoriedad o simplemente en un intento de arropar el film, Robby Henson además recurre a extraños efectos visuales (cambia el color, ralentiza la imagen, intercala planos en medio de una secuencia, utiliza ángulos extraños) que no aportan nada interesante y desconciertan más que apoyan el discurso en una nueva demostración de las lagunas del director a la hora de desarrollar sus ideas.

En resumen, una película desaprovechada en gran medida por simples errores que deberían haberse evitado. No es un film completamente fallido, pero sí un tanto decepcionante.

viernes, 16 de agosto de 2024

Abyss



Dirección: James Cameron.

Guión: James Cameron.

Música: Alan Silvestri.

Fotografía: Mikael Salomon.

Reparto: Ed Harris, Mary Elizabeth Mastrantonio, Michael Biehn, Leo Burmester, Todd Graff, John Bedford Lloyd, J. C. Quinn, Kimberly Scott. 

Tras un accidente de un submarino nuclear estadounidense, las autoridades militares solicitan la ayuda de los operarios de una instalación petrolífera subacuática situada en la zona.

Proyecto personal de James Cameron, Abyss (1989) es un film ambicioso que combina diferentes géneros (aventuras, ciencia-ficción, drama romántico) dando como resultado una propuesta curiosa. que funciona a ratos.

Sin duda, lo mejor de Abyss son las espectaculares escenas submarinas que alcanzan un grado de intensidad y perfección técnica más que notables. No cabe duda que estos momentos están entre lo mejor que podemos ver en films de temática marina y proporcionan los mejores momentos de la cinta, al menos en el plano meramente de la acción.

Porque Abyss es, desde mi punto de vista, sobre todo un drama romántico en torno al matrimonio de Bud (Ed Harris) y Lindsey (Mary Elizabeth Mastrantonio). El planteamiento es un tanto vulgar: Bud y Lindsey están al borde del divorcio pero han de colaborar en la misión de investigar el accidente del submarino nuclear. Lógicamente, esta colaboración limará asperezas y sacará a relucir los verdaderos sentimientos que ambos albergan hacia el otro. Nada pues demasiado original, salvo por el gusto de James Cameron de llevar el drama a su máximo límite, primero con la "muerte" de Lindsey, salvada por los esfuerzos desesperados de su esposo, y después con la "muerte" del propio Bud, que aparece por sorpresa cuando ya lo daban por perdido definitivamente.

Cameron echa toda la carne en estos momentos buscando conmovernos sin ningún disimulo. Es cierto que habría que ser muy insensible para no emocionarse con las demostraciones de amor de la pareja protagonista y es gratificante comprobar un ejemplo, aunque sea algo excesivo, de un amor verdadero. Pero aún así tenemos el tufillo de la evidente manipulación sentimental.

El problema es que a nivel argumental y de diálogos encontramos un bajón tremendo de calidad respecto a las mencionadas escenas de acción. Y por aquí es por donde se constatan las debilidades de un guión demasiado elemental y muy mal desarrollado, donde los personajes son excesivamente básicos, los conflictos muy poco convincentes (en especial la demencia del teniente Caffey (Michael Biehn), por su escasa consistencia) y los diálogos de párvulos.

No es que sobre metraje, pues Cameron demuestra mucha solvencia para mantener la tensión en todo momento, de manera que la cinta nunca llega a aburrir, pero al final no se entiende tanta duración para lo poco que se cuenta.

Capítulo aparte merece la parte de ciencia-ficción, con unos extraterrestres que en esta ocasión son buenos y no pretenden aniquilar a la raza humana, pero donde de nuevo volvemos a constatar la simpleza del guión, quedándonos con la sensación de que tampoco en este apartado James Cameron logró sacarle todo el potencial a sus ideas.

Y no puedo dejar de mencionar el pasteloso final, con esa musiquilla típica de las películas de antaño sobre temas religiosos, y donde el director vuelve a evidenciar que en el terreno de los sentimientos su capacidad es bastante limitada para plasmar en imágenes convincentes lo que querría expresar.

Abyss pues termina siendo una película demasiado pretenciosa para lo que finalmente ofrece. Tiene elementos muy positivos, pero en general, es más lo que insinúa que la eficacia con la que lo consigue.

La película ganó un Oscar a los mejores efectos visuales.

martes, 13 de agosto de 2024

Confidencias a medianoche



Dirección: Michael Gordon.

Guión: Stanley Shapiro y Maurice Richlin (Historia: Russell Rouse y Clarence Greene). 

Música: Frank De Vol.

Fotografía: Arthur E. Arling.

Reparto: Rock Hudson, Doris Day, Tony Randall, Thelma Ritter, Nick Adams, Julia Meade, Allen Jenkins, Marcel Dalio, Lee Patrick, Mary McCarty. 

Jan Morrow (Doris Day), decoradora de interiores, y Brad Allen (Rock Hudson), compositor y mujeriego, comparten línea telefónica, con el inconveniente que provoca dicha situación y que les lleva a continuas discusiones.

Confidencias a medianoche (1959) ha pasado a la historia del cine por ser la primera comedia romántica que protagonizaron Rock Hudson y Doris Day, la novia de América en los años cincuenta del siglo XX. El éxito de la película propició que ambos actores protagonizaran dos comedias más juntos: Pijama para dos (Delbert Mann, 1961) y No me mandes flores (Norman Jewison, 1964). Curiosamente, en las tres cintas participa Tony Randall, así que tal vez habría que hablar de un trío más que de una pareja protagonista.

Ciñéndonos a Confidencias a medianoche, estamos ante una comedia muy característica de su momento, donde Estados Unidos vivía una época de tranquilidad y prosperidad que se reflejaba en cintas como esta, que nos muestran un mundo de hombres blancos de éxito, lujo, glamour y alegría de vivir. Es la típica película que vende optimismo por los cuatro costados, hasta el punto de que cualquier problema o vicio, como que la doncella de Jan (Thelma Ritter) sea una alcohólica, es presentado desde una perspectiva divertida e inocente.

Pero la fuerza de la película, y su importancia histórica, reside en la pareja protagonista, ejemplo de esa Norteamérica triunfante y atractiva. Rock Hudson era entonces el prototipo de hombre perfecto: elegante, alto, fuerte y guapo a rabiar. Más adelante descubriríamos que era homosexual, con su triste final, pero en la pantalla era un ejemplo de la perfección masculina. Doris Day representaba a su vez el ideal de belleza femenina: rubia, con unos ojos azules impresionantes, elegante y refinada. Pero también muy casta, siempre correcta, evitando comportamientos indecorosos. Es una imagen bucólica y perfecta de una América de ensueño que el cine vendía a todo el mundo.

Si nos centramos en los valores meramente artísticos de Confidencias a medianoche, nos encontramos con una comedia muy sencilla, donde los personajes no parecen reales, lo mismo que sus comportamientos suenan a falsos. Y es que no se buscaba la verosimilitud, sino sencillamente contarnos un cuento de hadas donde la mujer conduce al hombre a la mansedumbre del hogar y donde al amor es una fuerza capaz de vencer cualquier obstáculo. 

El humor es también muy básico, incluso infantil, en un conjunto de escenas donde se recurre al engaño para mantener cierto interés por el desenlace, a pesar de que se adivine de antemano el desenlace perfecto y feliz, que es lo que ponía el broche de oro a las aventuras y desencuentros de los protagonistas.

En la puesta en escena destaca el recurso de la pantalla partida para mostrar las conversaciones telefónicas a dos y tres personas a la vez, sin duda un toque acertado y original. En cambio, el recurrir a hacernos escuchar los pensamientos de los personajes no terminó de convencerme, tal vez por la falta de ingenio de sus reflexiones, al nivel del humor elemental mencionado anteriormente.

Confidencias a medianoche representa un estilo de comedias que no ha envejecido demasiado bien y que resulta un tanto infantil en la actualidad. Sin embargo, hemos de valorarlo en la medida de que nos cuenta algo muy valioso sobre aquella época y también sobre el cine como reflejo y a la vez creador de un mundo muy concreto, donde los problemas parecían poco importantes y donde los guapos protagonistas terminaban juntos y felices, vendiendo una realidad idílica como paradigma de una vida perfecta.

La película ganó el Oscar al mejor guión original, realmente muy curioso.

sábado, 10 de agosto de 2024

Halcones de la noche



Dirección: Bruce Malmuth.

Guión: David Shaber.

Música: Keith Emerson.

Fotografía: James A. Contner.

Reparto: Sylvester Stallone, Rutger Hauer, Billy Dee Williams, Lindsay Wagner, Persis Khambatta, Nigel Davenport, Hilarie Thompson. 

Tras haber sembrado el terror en Londres, el sanguinario terrorista apodado Wulfgar (Rutger Hauer) se traslada a Estados Unidos con la intención de atentar contra miembros de las Naciones Unidas.

Andaba Stallone a principios de los años ochenta del siglo pasado asentando su fama tras el éxito de Rocky (John G. Avildsen, 1976) cuando rodó Halcones de la noche (1981), donde ya encarna a un tipo duro, un policía en esta ocasión, que será uno de sus roles típicos.

Sin embargo, Halcones de la noche dista mucho de ser uno de los mejores trabajos de Stallone, que hay que reconocer que nunca fue un buen actor, y tampoco como película de acción resulta especialmente memorable. Es más, todo en esta producción es tan pobre que sino fuera por la presencia de Sylvester Stallone y de Rutger Hauer podría pasar tranquilamente por una película de serie B, o incluso peor.

El argumento no es excesivamente original y se limita a sentar las bases, muy elementales, para promover un enfrentamiento directo entre el personaje de Stallone, el sargento DaSilva, y el chiflado de turno, un Rutger Hauer que tampoco nos ofrece aquí un trabajo memorable, componiendo un villano un tanto patético, tanto en su versión de asesino sin escrúpulos como en su vertiente de tipo asustado.

La historia, pues, se esfuerza en crear un enfrentamiento personal entre los dos protagonistas, pero planteado con tanta torpeza que todo el desarrollo es excesivamente forzado. Lo cuál además se resalta más con unos diálogos totalmente absurdos, con discursos sin sentido y explicaciones peregrinas que restan cualquier atisbo de seriedad a la trama. Es más, llega un momento en que, entre las malas interpretaciones de los actores, de todos, la estupidez de las explicaciones y argumentos y lo limitado de las escenas de acción, la historia provoca más risas que sustos, porque hay momentos que son completamente hilarantes, aunque sin pretenderlo, claro está.

El mejor ejemplo es cuando el policía DaSilva renuncia a formar parte del grupo de especialistas que intentan detener a Wulfgar porque tiene la impresión de que lo están entrenando para ser un asesino de personas inocentes. No le busquen explicación a este despropósito más allá de querer aportar cierto dramatismo, muy forzado, y conferir al personaje de Stallone un alto grado ético, aunque no resulte para nada creíble.

Porque en Halcones de la noche los personajes son meras caricaturas y la trama prácticamente prescindible, pues es todo un despropósito tras otro. Da la impresión de ser un film mucho más antiguo de lo que es en realidad por la torpeza del planteamiento. Pero es una impresión injustificada, pues buenas películas de acción ya se habían producido mucho tiempo atrás. El problema de Halcones de la noche es que simplemente es una mala película, de principio a fin. Incluso la sorpresa del final está tan mal elaborada que se predice sin ningún esfuerzo.

Como conclusión, la recomendaría para aquellos que quieran pasar un rato divertido riéndose de los muchos errores y despropósitos de la cinta. Si conseguimos verla como una parodia, lo que no es nada difícil, seguramente valdrá la pena el tiempo invertido. Como film serio, es un desastre.

miércoles, 7 de agosto de 2024

El artista anónimo



Dirección: Klaus Härö.

Guión: Anna Heinämaa.

Música: Matti Bye.

Fotografía: Tuomo Hutri.

Reparto: Heikki Nousiainen, Amos Brotherus, Pirjo Lonka, Pertti Sveholm, Jakob Öhrman, Stefan Sauk. 

Olavi (Heikki Nousiainen) es un anciano que regenta una tienda de arte, que ha sido y es toda su vida. Un día, en una subasta, descubre un cuadro que cree que vale mucho más de lo que piden por él. Podría ser el gran negocio con el que ha soñado siempre.

Hay cine más allá de las producciones lujosas y millonarias de Hollywood. Hay un cine más modesto e íntimo del que El artista anónimo (2018), film de la minoritaria industria finlandesa, es un buen ejemplo. No todo es perfecto en la propuesta de Härö, pero merece la pena a veces apartarse del torrente imperante y darse un paseo por caudales menos frecuentados.

El artista anónimo es el retrato de una familia: el viejo Olavi, su hija Lea (Pirjo Lonka) y su nieto Otto (Amos Brotherus). Su relación no es sencilla, intuimos que hay algo del pasado que los ha distanciado, pero el guión no desvela sus cartas y mantiene la tensión durante casi toda la historia. Como también la hay en el proceso de compra del cuadro misterioso que obsesiona a Olavi, pues intuye que ahí se encuentra el gran negocio con el ha soñado toda su vida.

La verdad, la historia es muy sencilla e incluso no logra evitar ciertos giros demasiado vistos en cientos de películas, como es el distanciamiento inicial entre Olavi y Otto pero que, naturalmente, acabarán entendiéndose y apreciándose con el paso del tiempo, conforme se van conociendo y ayudando mutuamente.

De ahí que la gran baza sea mantener cierta incertidumbre, crear un misterio en torno a los personajes y al éxito del negocio del cuadro en torno al que gira la historia. El problema es que Klaus Härö se muestra un tanto frío en su planteamiento y ello termina penalizando el desarrollo. Está claro que el director no quiere caer en sentimentalismos baratos, lo que es muy de agradecer, pero la distancia entre la elegancia y la contención y la apatía es muy delgada y en bastantes momentos el director no logra mantener el equilibrio. No se explica, por ejemplo, la obsesión por alargar innecesariamente muchas escenas, sin aportar realmente nada interesante. Una cosa es darle un ritmo pausado al relato y otra paralizarlo sin sentido. Con ello, la impresión que tenía era la de un guión tan escueto que la única manera de alargarlo era ralentizando la acción artificialmente.

También las relaciones familiares resultan demasiado frías y, en general, muy bruscas. Precisamente, ahí sí que había mucho margen para profundizar más y mejor en los conflictos de Olavi con su hija y con su nieto, pues en el fondo es lo más importante de la historia: conocer a los personajes, empatizar con ellos, vivir su dolor. Y eso el director no consigue plasmarlo con la eficacia deseable.

Aún con todos estos defectos, al menos desde mi punto de vista, creo que El artista anónimo merece la pena. Porque nos habla de la vida, de los sueños y de los fracasos, de lo complicadas que son las relaciones personales y también de la importancia de los vínculos familiares, del poder de la sangre, de la necesidad del arrepentimiento y del perdón.

martes, 6 de agosto de 2024

Un día en Nueva York



Dirección: Gene Kelly y Stanley Donen.

Guión: Adolph Green y Betty Comden.

Música: Leonard Bernstein.

Fotografía: Harold Rosson.

Reparto: Gene Kelly, Frank Sinatra, Betty Garrett, Ann Miller, Jules Munshin, Vera-Ellen, Florence Bates, Alice Pearce, George Meader. 

Gabey (Gene Kelly), Chip (Frank Sinatra) y Ozzie (Jules Munshin) son tres marineros que tienen un día de permiso para visitar Nueva York.

Primera colaboración en la dirección de Gene Kelly y Stanley Donen, Un día en Nueva York (1949) aún está lejos de la maestría que alcanzarían años después con Cantando bajo la lluvia (1952), pero anuncia ciertos cambios que esta pareja llevaría a cabo en el género musical.

Como solía ser habitual en los musicales clásicos, el argumento no era lo más elaborado, algo que aquí resulta evidente, con un esquema bastante sencillo donde se empareja a los tres protagonistas con tres hermosas mujeres, sentando las bases del esperado y típico romance. Estamos pues ante la historia de chico encuentra chica, solamente que planteada de un modo sumamente esquemática para servir de base a los números musicales, el palto fuerte del film.

Un día en Nueva York tiene el planteamiento alegre, desenfadado y optimista de este tipo de películas, que son un canto a la vida, al amor y a la felicidad. La verdad es que el mensaje resulta muy poco original y su planteamiento bastante infantil, pero en el fondo los espectadores era lo que buscaban en este tipo de cintas: salir de la rutina y dejarse llevar a un mundo idealizado donde todo podía suceder.

El problema es que el guión resulta demasiado básico, especialmente cuando busca la comedia a toda costa y cae en un humor muy rudimentario y tosco que más que risa provoca sonrojo. No puedo imaginar cómo resultarían estas bromas en su época, pero en la actualidad resultan sumamente idiotas.

En cambio, hay un aire de modernidad en la manera en que se diseñan los personajes femeninos. Supongo que se debe en gran medida en los cambios sociales ocasionados por la Segunda Guerra Mundial, llevando a la mujer al mundo laboral por mera necesidad, algo que se cita de pasada en la cinta. Por ello, vemos a la mujer trabajando y mucho más libre social y sexualmente: la taxista interpretada por Betty Garrett, por ejemplo, no duda tomar la iniciativa invitando a Chip a su apartamento para mantener relaciones sexuales. Representa pues a un nuevo tipo de mujer que ya no se conforma con dejarse seducir y ser un ama de casa. La película, en este sentido, ofrece una imagen de la mujer liberada, decidida y muy moderna. 

En cuanto a los números musicales, en general resultan muy frescos, especialmente coloridos, demostrando el talento en las coreografías de los directores, sabedores de qué potenciar y cómo. A pesar de los cual, hay que reconocer que los números no tienen la excelencia que podremos ver en años posteriores, quedando un peldaño por debajo de los grandes clásicos del género, como la mencionada Cantando bajo la lluvia.

En líneas generales, Un día en Nueva York me pareció un film un tanto infantil donde Kelly y Donen perfilaban su estilo pero sin llegar aún a la madurez. Se disfruta, pero sin mayor relevancia.

La cinta ganó el Oscar a la mejor banda sonora.

jueves, 1 de agosto de 2024

Las cuatro plumas



Dirección: Zoltan Korda.

Guión: R. C. Sherriff (Novela: A. E. W. Mason).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: Georges Périnal y Osmond Borradaile.

Reparto: John Clements, Ralph Richardson, C. Aubrey Smith, June Duprez, Allan Jeayes, Jack Allen, Donald Gray, Frederick Culley, Clive Baxter. 

Harry Faversham (John Clements) pertenece a una familia con una larga tradición militar, por lo que termina alistándose en el ejército británico llegado el momento contra su voluntad. Sin embargo, Harry es consciente de su falta de valor y por eso solicita ser licenciado en vísperas de partir a la guerra.

Producción de Alexander Korda, que dirige su propio hermano, Las cuatro plumas (1939) es la primera adaptación de la novela de Mason al cine, que posteriormente conocería tres versiones más hasta la fecha.

Estamos en 1939, lo que debe servir de punto de partida para comprender las virtudes y los defectos de un film de aventuras bastante elemental, pero con ese cierto encanto que precisamente por sus características tienen en la actualidad este tipo de aventuras.

La historia tiene un comienzo interesante al plantear el problema vital del joven Harry, enfrentado a una tradición familiar para la que no se siente capacitado de continuar. Porque Harry es un hombre sensible, amante de la poesía y que duda estar a la altura de lo que se espera de él. Es más, está convencido de que en el fondo es un cobarde. Sin embargo, al abandonar el ejército, comprende que no ha obrado correctamente, pues se ha puesto en evidencia ante sus amigos y, lo que es peor, ante su prometida Ethne Burroughs (June Duprez).

Consciente que ha de remediar su error, y tal vez para demostrarse a sí mismo que puede vencer sus miedos, Harry decide hacer un acto heroico que le demuestre a sus amigos y a su novia que no es un cobarde.

Sin embargo, a pesar de este curioso planteamiento, la historia carece de verdadera profundidad psicológica. Ello, sin embargo, puede perdonarse teniendo en cuenta que estamos ante un simple film de aventuras. Lo que es menos perdonable, o al menos lo que más desentona en la actualidad, es la ingenuidad con que está contada la historia, especialmente con una sucesión de acontecimientos demasiado fortuitos e inverosímiles que lastran la credibilidad del relato.

Si pasamos por alto este detalle del guión, nos encontramos con una aventura realmente sencilla pero amena, que se asienta en los pilares que serán clásicos en este tipo de películas: la exaltación del valor, la camaradería, el honor y el amor, siempre presentado en su lado más puro y romántico.

Es cierto que es una historia contada desde el punto de vista del primer mundo, con la visión poco complaciente con los enemigos, que no salen muy bien parados. De todos modos, creo que sería injusto emitir juicios de valor desde nuestra perspectiva actual ya que hemos de entender la película en su contexto histórico.

Las cuatro plumas, sin ser un claro referente del mejor cine del género en su período clásico, sí que contiene todos los elementos imprescindibles para disfrutar de ella. No alcanza la perfección, pero es entretenida, contiene una lección de superación personal muy estimulante y, para su época, está filmada con eficacia y emoción. Sin duda, un buen pasatiempo y un ejemplo de cine directo, sencillo y eficaz. De hecho, aún ahora muchos consideran que es la mejor adaptación al cine de la novela original.