El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 28 de agosto de 2024

El gran combate



Dirección: John Ford.

Guión: James R. Webb (Libro: Mari Sandoz).

Música: Alex North.

Fotografía: William Clothier.

Reparto: Richard Widmark, Carroll Baker, Karl Malden, Sal Mineo, Dolores del Río, Ricardo Montalbán, Gilbert Roland, Edward G. Robinson, James Stewart, Arthur Kennedy, John Carradine. 

Cansados de esperar que los hombres blancos cumplan sus promesas, los cheyennes confinados en una árida reserva del suroeste de los Estados Unidos deciden emprender el regreso a sus tierras de origen en el norte.

Muchos han etiquetado a John Ford de reaccionario por ensalzar en algunos de sus títulos más conocidos a la caballería de los Estados Unidos. Lo que no han visto, o no han querido ver, es el trato siempre humano y sensible del director hacia los hombres, fueran del color que fueran. Hay ejemplos en muchos de sus films más "nacionalistas" que cualquier persona honesta y sensible puede ver y apreciar en su valía. Pero por si quedaran dudas, en 1964 Ford nos ofrece una de las más sinceras y sensibles defensas de los indios en esta cinta, El gran combate

Sinceramente, es esta defensa de la dignidad del pueblo cheyenne, y la feroz denuncia de la falsedad y crueldad del hombre blanco, donde reside el mayor valor de la película que, en un plano estrictamente artístico no está a la altura de las grandes obras maestras del director. Peca el relato, desde mi punto de vista, de una duración excesiva y una evidente rigidez que impide que nos sintamos más cercanos a los indios, cuya odisea es expuesta con cierta frialdad. 

En cambio, cuando el director se centra en los personajes blancos consigue mejores resultados, tanto a nivel dramático como cómico, lo que contradice en cierta manera las intenciones de la película. Parece ser que el enfoque que pretendía darle el director era diferente al resultado final, pero tuvo que ceder a las imposiciones de la productora, debiendo renunciar a utilizar a verdaderos indios en los papeles principales y darle un enfoque exclusivamente desde el punto de vista de los pieles rojas.

También hubo que aceptar la presencia de grandes actores en papeles secundarios, como James Stewart, Edward G. Robinson, Arthur Kennedy o John Carradine. El mérito de Ford fue conseguir que su aparición funcionara bastante bien en el interludio cómico de Wyatt Earp (James Stewart) y Doc Holliday (Arthur Kennedy), donde Ford vuelve a demostrar su dominio de los tiempos y el clima del relato, si bien este inciso alarga aún más un discurso bastante pesado por momentos.

Pero incluso cuando John Ford no está a su mejor nivel, logra dejarnos momentos de una belleza o una intensidad memorables y El gran combate está sembrado de muchos así, de manera que en medio de un relato acartonado surgen pequeños momentos donde brilla el gran talento del director, logrando conmovernos con la simplicidad y eficacia de siempre.   

Donde no logra acertar plenamente es en la denuncia del comportamiento de los blancos con los indios, pues el planteamiento resulta demasiado simplista y un tanto cargado de tópicos. Las intenciones son claras, pero falta más sutileza en el desarrollo y tampoco el final termina de tener el peso necesario, pareciendo un arreglo un tanto forzado con el que contentar a todo el mundo.

Tal vez se note que John Ford estaba ya en los últimos años de su carrera por todas las debilidades de la cinta, pero aún así es un valiente testimonio sobre las mentiras de la colonización, cuando los relatos provenían de una sola parte, así como una sensible y humana defensa de un pueblo reducido a la miseria.

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