El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 6 de agosto de 2024

Un día en Nueva York



Dirección: Gene Kelly y Stanley Donen.

Guión: Adolph Green y Betty Comden.

Música: Leonard Bernstein.

Fotografía: Harold Rosson.

Reparto: Gene Kelly, Frank Sinatra, Betty Garrett, Ann Miller, Jules Munshin, Vera-Ellen, Florence Bates, Alice Pearce, George Meader. 

Gabey (Gene Kelly), Chip (Frank Sinatra) y Ozzie (Jules Munshin) son tres marineros que tienen un día de permiso para visitar Nueva York.

Primera colaboración en la dirección de Gene Kelly y Stanley Donen, Un día en Nueva York (1949) aún está lejos de la maestría que alcanzarían años después con Cantando bajo la lluvia (1952), pero anuncia ciertos cambios que esta pareja llevaría a cabo en el género musical.

Como solía ser habitual en los musicales clásicos, el argumento no era lo más elaborado, algo que aquí resulta evidente, con un esquema bastante sencillo donde se empareja a los tres protagonistas con tres hermosas mujeres, sentando las bases del esperado y típico romance. Estamos pues ante la historia de chico encuentra chica, solamente que planteada de un modo sumamente esquemática para servir de base a los números musicales, el palto fuerte del film.

Un día en Nueva York tiene el planteamiento alegre, desenfadado y optimista de este tipo de películas, que son un canto a la vida, al amor y a la felicidad. La verdad es que el mensaje resulta muy poco original y su planteamiento bastante infantil, pero en el fondo los espectadores era lo que buscaban en este tipo de cintas: salir de la rutina y dejarse llevar a un mundo idealizado donde todo podía suceder.

El problema es que el guión resulta demasiado básico, especialmente cuando busca la comedia a toda costa y cae en un humor muy rudimentario y tosco que más que risa provoca sonrojo. No puedo imaginar cómo resultarían estas bromas en su época, pero en la actualidad resultan sumamente idiotas.

En cambio, hay un aire de modernidad en la manera en que se diseñan los personajes femeninos. Supongo que se debe en gran medida en los cambios sociales ocasionados por la Segunda Guerra Mundial, llevando a la mujer al mundo laboral por mera necesidad, algo que se cita de pasada en la cinta. Por ello, vemos a la mujer trabajando y mucho más libre social y sexualmente: la taxista interpretada por Betty Garrett, por ejemplo, no duda tomar la iniciativa invitando a Chip a su apartamento para mantener relaciones sexuales. Representa pues a un nuevo tipo de mujer que ya no se conforma con dejarse seducir y ser un ama de casa. La película, en este sentido, ofrece una imagen de la mujer liberada, decidida y muy moderna. 

En cuanto a los números musicales, en general resultan muy frescos, especialmente coloridos, demostrando el talento en las coreografías de los directores, sabedores de qué potenciar y cómo. A pesar de los cual, hay que reconocer que los números no tienen la excelencia que podremos ver en años posteriores, quedando un peldaño por debajo de los grandes clásicos del género, como la mencionada Cantando bajo la lluvia.

En líneas generales, Un día en Nueva York me pareció un film un tanto infantil donde Kelly y Donen perfilaban su estilo pero sin llegar aún a la madurez. Se disfruta, pero sin mayor relevancia.

La cinta ganó el Oscar a la mejor banda sonora.

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