Dirección: Zoltan Korda.
Guión: R. C. Sherriff (Novela: A. E. W. Mason).
Música: Miklós Rózsa.
Fotografía: Georges Périnal y Osmond Borradaile.
Reparto: John Clements, Ralph Richardson, C. Aubrey Smith, June Duprez, Allan Jeayes, Jack Allen, Donald Gray, Frederick Culley, Clive Baxter.
Harry Faversham (John Clements) pertenece a una familia con una larga tradición militar, por lo que termina alistándose en el ejército británico llegado el momento contra su voluntad. Sin embargo, Harry es consciente de su falta de valor y por eso solicita ser licenciado en vísperas de partir a la guerra.
Producción de Alexander Korda, que dirige su propio hermano, Las cuatro plumas (1939) es la primera adaptación de la novela de Mason al cine, que posteriormente conocería tres versiones más hasta la fecha.
Estamos en 1939, lo que debe servir de punto de partida para comprender las virtudes y los defectos de un film de aventuras bastante elemental, pero con ese cierto encanto que precisamente por sus características tienen en la actualidad este tipo de aventuras.
La historia tiene un comienzo interesante al plantear el problema vital del joven Harry, enfrentado a una tradición familiar para la que no se siente capacitado de continuar. Porque Harry es un hombre sensible, amante de la poesía y que duda estar a la altura de lo que se espera de él. Es más, está convencido de que en el fondo es un cobarde. Sin embargo, al abandonar el ejército, comprende que no ha obrado correctamente, pues se ha puesto en evidencia ante sus amigos y, lo que es peor, ante su prometida Ethne Burroughs (June Duprez).
Consciente que ha de remediar su error, y tal vez para demostrarse a sí mismo que puede vencer sus miedos, Harry decide hacer un acto heroico que le demuestre a sus amigos y a su novia que no es un cobarde.
Sin embargo, a pesar de este curioso planteamiento, la historia carece de verdadera profundidad psicológica. Ello, sin embargo, puede perdonarse teniendo en cuenta que estamos ante un simple film de aventuras. Lo que es menos perdonable, o al menos lo que más desentona en la actualidad, es la ingenuidad con que está contada la historia, especialmente con una sucesión de acontecimientos demasiado fortuitos e inverosímiles que lastran la credibilidad del relato.
Si pasamos por alto este detalle del guión, nos encontramos con una aventura realmente sencilla pero amena, que se asienta en los pilares que serán clásicos en este tipo de películas: la exaltación del valor, la camaradería, el honor y el amor, siempre presentado en su lado más puro y romántico.
Es cierto que es una historia contada desde el punto de vista del primer mundo, con la visión poco complaciente con los enemigos, que no salen muy bien parados. De todos modos, creo que sería injusto emitir juicios de valor desde nuestra perspectiva actual ya que hemos de entender la película en su contexto histórico.
Las cuatro plumas, sin ser un claro referente del mejor cine del género en su período clásico, sí que contiene todos los elementos imprescindibles para disfrutar de ella. No alcanza la perfección, pero es entretenida, contiene una lección de superación personal muy estimulante y, para su época, está filmada con eficacia y emoción. Sin duda, un buen pasatiempo y un ejemplo de cine directo, sencillo y eficaz. De hecho, aún ahora muchos consideran que es la mejor adaptación al cine de la novela original.
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