Dirección: Michael Sucsy.
Guión: Abby Kohn, Marc Silverstein y Jason Katims.
Música: Rachel Portman y Michael Brook.
Fotografía: Rogier Stoffers.
Reparto: Rachel McAdams, Channing Tatum, Sam Neill, Jessica Lange, Scott Speedman, Wendy Crewson, Jessica McNamee, Tatiana Maslany, Joe Cobden, Jeananne Goossen.
Paige (Rachel McAdams) y Leo (Channing Tatum) está profundamente enamorados y son felices con los que tienen. Pero un día, sufren un accidente y Paige se queda en coma. Cuando al fin despierta, no recuerda nada de su pasado más reciente.
El drama romántico es un género eterno con hitos tan memorables como Tú y yo (Leo McCarey, 1957), aquella Love Story de Arthur Hiller (1970) que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo un título imprescindible, y más recientemente, la dramática El diario de Noah (Nick Cassavetes, 2004). Esa mezcla de amor perfecto y drama tiene la virtud de tocar la fibra sensible de todo tipo de espectadores, desde los más jóvenes y apasionados hasta los más mayores, recordando sus batallas de antaño.
Pero como todo género, lo importante es contar una historia interesante, con profundidad, sensibilidad y buen gusto. Y es precisamente todo eso lo que echamos de menos en Todos los días de mi vida (2012), una película bastante mediocre que ni apasiona ni conmueve.
Un sencillo ejemplo del nivel del guión y su buen gusto nos lo proporciona la escena en la que a Leo se le escapa un pedo en el coche y Paige, en un acto de extraño romanticismo vulgar y algo asqueroso, cierra la ventanilla para que no se escape el "aroma" de su hombre. ¡Impresionante!
Ya el principio, donde nos presentan a los protagonistas y cómo se conocen y se enamoran, resulta tan calculado y tan plano que nos pone sobre aviso de lo que vendrá a continuación. Paige y Leo son perfectos y su amor el más puro. El problema es que nada de eso resulta convincente.
Lo que sigue continúa por el mismo camino: un guión torpe que no sabe eludir los tópicos, con unos diálogos infantiles y con unos personajes tan básicos (especialmente los padres de Paige, interpretados por Sam Neill, dibujado toscamente como un malo de libro, y Jessica Lange) que no somos capaces de creérnoslos, por lo que nunca nos sentimos implicados en sus turbios asuntos.
Además, el desarrollo resulta de lo más previsible por lo tramposo y poco sutil como está presentado. No cuesta anticiparse a sus recovecos, realmente torpes, y cuando el guión al fin tira de sorpresa, para impactarnos y reconducir la historia hacia el consabido final feliz, resulta aún más inconcebible, a parte de que dicha sorpresa se desarrolla de un modo muy prosaico. Lejos de producir el impacto emocional que debería causarnos, nos asombra tanto que lo más que llega a conseguir es que nos riamos de la ocurrencia.
Solamente la presencia de Rachel McAdams, una actriz que derrocha encanto con una naturalidad apabullante, logra maquillar un poco el espectáculo. Rachel consigue hacer su personaje cercano y comprensible y eso es al final lo único que le da a la historia algo de calor humano pues, por desgracia, Channing Tatum carece del más mínimo encanto, lo que sumado a un personaje que se mueve entre la torpeza y el empalago hace que no logre contagiarnos su dolor ni su desconcierto. Resulta casi antipático por momentos.
En definitiva, una película para olvidar. No hay drama, no hay pasión, no hay emoción porque no existe nada realmente sincero en el argumento, que busca la trampa, el efectismo y está escrito a base de brochazos sin inspiración ni sensibilidad.
Por cierto, la película está basada en un hecho real.