El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 29 de noviembre de 2024

Todos los días de mi vida



Dirección: Michael Sucsy.

Guión: Abby Kohn, Marc Silverstein y Jason Katims.

Música: Rachel Portman y Michael Brook.

Fotografía: Rogier Stoffers.

Reparto: Rachel McAdams, Channing Tatum, Sam Neill, Jessica Lange, Scott Speedman, Wendy Crewson, Jessica McNamee, Tatiana Maslany, Joe Cobden, Jeananne Goossen.

Paige (Rachel McAdams) y Leo (Channing Tatum) está profundamente enamorados y son felices con los que tienen. Pero un día, sufren un accidente y Paige se queda en coma. Cuando al fin despierta, no recuerda nada de su pasado más reciente.

El drama romántico es un género eterno con hitos tan memorables como Tú y yo (Leo McCarey, 1957), aquella Love Story de Arthur Hiller (1970) que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo un título imprescindible, y más recientemente, la dramática El diario de Noah (Nick Cassavetes, 2004). Esa mezcla de amor perfecto y drama tiene la virtud de tocar la fibra sensible de todo tipo de espectadores, desde los más jóvenes y apasionados hasta los más mayores, recordando sus batallas de antaño.

Pero como todo género, lo importante es contar una historia interesante, con profundidad, sensibilidad y buen gusto. Y es precisamente todo eso lo que echamos de menos en Todos los días de mi vida (2012), una película bastante mediocre que ni apasiona ni conmueve.

Un sencillo ejemplo del nivel del guión y su buen gusto nos lo proporciona la escena en la que a Leo se le escapa un pedo en el coche y Paige, en un acto de extraño romanticismo vulgar y algo asqueroso, cierra la ventanilla para que no se escape el "aroma" de su hombre. ¡Impresionante!

Ya el principio, donde nos presentan a los protagonistas y cómo se conocen y se enamoran, resulta tan calculado y tan plano que nos pone sobre aviso de lo que vendrá a continuación. Paige y Leo son perfectos y su amor el más puro. El problema es que nada de eso resulta convincente.

Lo que sigue continúa por el mismo camino: un guión torpe que no sabe eludir los tópicos, con unos diálogos infantiles y con unos personajes tan básicos (especialmente los padres de Paige, interpretados por Sam Neill, dibujado toscamente como un malo de libro, y Jessica Lange) que no somos capaces de creérnoslos, por lo que nunca nos sentimos implicados en sus turbios asuntos.

Además, el desarrollo resulta de lo más previsible por lo tramposo y poco sutil como está presentado. No cuesta anticiparse a sus recovecos, realmente torpes, y cuando el guión al fin tira de sorpresa, para impactarnos y reconducir la historia hacia el consabido final feliz, resulta aún más inconcebible, a parte de que dicha sorpresa se desarrolla de un modo muy prosaico. Lejos de producir el impacto emocional que debería causarnos, nos asombra tanto que lo más que llega a conseguir es que nos riamos de la ocurrencia.

Solamente la presencia de Rachel McAdams, una actriz que derrocha encanto con una naturalidad apabullante, logra maquillar un poco el espectáculo. Rachel consigue hacer su personaje cercano y comprensible y eso es al final lo único que le da a la historia algo de calor humano pues, por desgracia, Channing Tatum carece del más mínimo encanto, lo que sumado a un personaje que se mueve entre la torpeza y el empalago hace que no logre contagiarnos su dolor ni su desconcierto. Resulta casi antipático por momentos.

En definitiva, una película para olvidar. No hay drama, no hay pasión, no hay emoción porque no existe nada realmente sincero en el argumento, que busca la trampa, el efectismo y está escrito a base de brochazos sin inspiración ni sensibilidad.

Por cierto, la película está basada en un hecho real.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Copycat



Dirección: Jon Amiel.

Guión: Ann Biderman y David Madsen.

Música: Christopher Young.

Fotografía: László Kovács.

Reparto: Sigourney Weaver, Holly Hunter, Dermot Mulroney, Harry Connick Jr., William McNamara, J. E. Freeman, Will Patton, Richard Conti. 

La doctora Helen Hudson (Sigourney Weaver) es una experta en asesinos en serie. Pero tras ser atacada por el psicópata Daryll Lee Cullum (Harry Connick Jr.), al que ayudó a condenar, queda traumatiza y se recluye en su apartamento. Pero cuando empiezan a cometerse nuevos asesinatos, Helen no duda en intentar ayudar a la policía.

 El thriller con asesinos psicópatas es un género bastante explotado por el cine comercial. Imagino que su éxito se debe al morbo que produce en el espectador, ávido de emociones fuertes, lo que explica también la aceptación del cine de terror, emparentado con este.

Sin embargo, hemos de reconocer que es complicado encontrar en el género películas verdaderamente innovadoras. La mayoría se mueven en unos parámetros muy concretos, dando la impresión de que si has visto una, las has visto todas. Y Copycat (1995) por desgracia se encuentra en ese grupo de films que parecen rodados a piñón fijo, con todos los trucos del género y detalles menores que hemos visto cientos de veces. Pocas sorpresas nos depara, salvo hacer que la doctora Helen padezca agorafobia, intentando que este detalle aporte algo más de emoción, pues le da un punto de vulnerabilidad a la protagonista que, sin embargo, el guión tampoco logra explotar convincentemente.

En realidad, el guión es el culpable de todos los males de Copycat, pues es precisamente por su intento de crear algo novedoso en el género por lo que acaba construyendo una historia extraña, incoherente y por momentos hasta absurda. No hay en el intento del asesino en imitar crímenes históricos de famosos psicópatas nada especialmente estimulante. Tampoco las pesquisas de M. J. Monahan (Holly Hunter), la policía encargada del caso, con la ayuda de Helen, resultan muy apasionantes, moviéndose más bien entre lo rutinario y cierto intento efectista que no funcionan demasiado bien. En parte, como decía, por el guión, pero también por el trabajo del director, que no logra darle fuerza a ningún momento del film, dejando una puesta en escena simplona y vulgar que no aporta nada a la floja historia.

Otro detalle importante en este tipo de argumentos es crear un malvado fuerte, algo imprescindible para que la tensión sea la necesaria y nos atemorice del mismo modo que a sus víctimas. Y por desgracia, de nuevo Copycat deja este elemento crucial en segundo plano, de manera que el papel del psicópata es muy secundario y nunca llegamos a verlo como alguien con la entidad suficiente. Incluso la elección de William McNamara, un guaperas de poco nivel interpretativo, aumenta la falta de fuerza del villano.

Pero en general, vemos que la película tiene un problema serio con los actores, no solo con McNamara. Holly Hunter me pareció apagada, como sin vida. Dermot Mulroney no pasa de ser un rostro agraciado e incluso Sigourney Weaver no resulta muy convincente en sus cambios de humor y su miedo a los espacios abiertos, quedando su trabajo algo artificial. El resto de secundarios... en la misma línea poco convincente.

Con un malo que no asusta, unos diálogos rutinarios, situaciones más que previsibles, alguna sorpresa no del todo muy bien explotada y actuaciones muy justas, tenemos pues el cóctel preciso para asistir a una propuesta sin emoción ni sustancia. Un film rodado sin personalidad y que no ofrece nada que no se haya visto miles de veces. Por desgracia, no será el último en cometer este tipo de errores.

jueves, 21 de noviembre de 2024

El caballero del Mississippi



Dirección: Rudolph Maté.

Guión: Seton I. Miller.

Música: Frank Skinner.

Fotografía: Irving Glassberg.

Reparto: Tyrone Power, Piper Laurie, Julia Adams, John McIntire, Paul Cavanagh, John Baer, Ron Randell, Ralph Dumke, Robert Warwick, William Reynolds, Guy Williams. 

El joven Mark Fallon (Tyrone Power) se traslada desde Nueva York al Mississippi con la idea de hacer fortuna como jugador de póker en los barcos que navegan por el río.

A lo primero que nos recuerda El caballero del Mississippi (1953) es a otro drama de época, el más famoso de la historia, Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939), pues aquí también asistimos a amores imposibles, cortesía sureña, duelos y aventuras. Puede que inconscientemente, pero el guión de Seton I. Miller escarba en las mismas raíces.

Sin embargo, algunos detalles de la película van dejando la evidencia de que estamos ante una obra menos redonda que la de Clark Gable, a pesar de que Tyrone Power resulta un protagonista perfecto para su papel.

Los decorados y la suntuosidad de los vestidos destacan poderosamente, es cierto, pero también denotan un lujo algo artificial y más llamativo que auténtico. También la fotografía está muy cuidada, aportando un colorido espectacular en algunas secuencias. Técnicamente, la película pone en evidencia el esfuerzo de la productora para ofrecer un vehículo cuidado e impactante.

Sin embargo, las mayores debilidades provienen de un guión que no consigue imprimir a la historia la grandeza y el dramatismo que pretende. Tal vez, por querer abarcar demasiado, desde el amor imposible de Fallon y la altiva y orgullosa Angelique Dureau (Piper Laurie), a la amistad de Mark con el simpático Kansas John Polly (John McIntire) y con el padre de Angelique (Paul Cavanagh), el amor no correspondido de la dulce Ann (Julia Adams), pasando por la imbecilidad de Laurent Dureau (John Baer) y una muestra exhaustiva de las costumbres de las gentes del Sur.

Abarcar tanto hace que se pase por todos estos temas de manera apresurada, de modo que el eje principal de la historia, el amor de Mark y Angelique, se quede en muy poca cosa. O que el hermano de ella, Laurent, tenga una presencia más caprichosa que comprensible. Incluso la figura de Mark resulta demasiado bondadosa y perfecta, por lo que no llegamos a identificarnos demasiado con él, tal vez porque no resulta muy real o consecuente: un jugador de fortuna que se parece más a un santo.

Si al problema de la superficialidad con que se tratan todos los temas abordados le unimos el de los diálogos, que carecen de brillantez, tenemos la receta por la que la cinta no logra la intensidad deseable para un drama de este tipo.

El caballero del Mississippi nos deja la sensación de un quiero y no puedo, donde jamás llegamos a vibrar con los amores cruzados ni a sentir el drama con la muerte de los familiares de Angelique de un modo certero y eficaz. 

El resultado se queda en un film vistoso pero frío, algo acartonado y ciertamente pasado de moda. Interesante como ejemplo del cine de la época, pero sin genio.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Misión imposible 2



Dirección: John Woo.

Guión: Robert Towne.

Música: Hans Zimmer (Tema: Lalo Schifrin).

Fotografía: Jeffrey L. Kimball.

Reparto: Tom Cruise, Dougray Scott, Thandie Newton, Richard Roxburgh, Ving Rhames, John Polson, Brendan Gleeson, Radé Sherbedgia, Anthony Hopkins.

Un científico (Radé Sherbedgia) muere en un accidente de avión. Poco antes había pedido ayuda a su amigo Ethan Hunt (Tom Cruise) en relación a algo denominado Quimera, que resulta ser un peligroso virus.

Tras el éxito de Misión imposible (Brian De Palma, 1996), que se basaba en la serie televisiva del mismo título creada en los años sesenta del siglo XX, llegó la consabida segunda parte. Empezaba así una serie que parece seguir un poco los pasos de James Bond, aunque con un estilo algo diferente.

Lo que sí que es común a ambas series es la banalidad del guión, que solo busca sentar las bases para unos desarrollos algo estereotipados donde la acción es la clave.

Y como se trata de films de acción pura y dura, parece lógica la elección de John Woo para dirigir esta secuela, pues si algo caracteriza a este director es un marcado estilo donde brilla una puesta en escena cuidada y unas coreografías que rozan lo circense. De ahí que este sea precisamente uno de los puntos que pueden criticarse a Misión imposible 2: la falta total de verosimilitud en las escenas de acción. Para aquellos espectadores sin embargo que valoren el espectáculo por encima de todo, Wood no les decepcionará, pues las piruetas de Tom Cruise corriendo en moto o colgado de un acantilado son realmente impactantes.

A nivel argumental, la trama tampoco se sostiene e pie y menos aún los trucos del guión con el típico uso de máscaras, una seña de identidad de la serie que, sin embargo, aquí se lleva demasiado lejos. Si ya el recurso de las máscaras resulta en sí mismo bastante forzado, en esta entrega se juega pasando el límite con la única intención de engañar al espectador llevando el suspense a un punto imposible. Sinceramente, a esta alturas, creo que solo los espectadores más inocentes pueden caer en el engaño.

Lo que sí que presenta cierta novedad es el rol de la protagonista femenina (Thandie Newton), obligada a una especie de "prostitución", incluso contra los deseos de Ethan, y que plantea una cierta duda a nivel moral. Es la única vez en la serie que Hunt va en contra de lo moralmente correcto. Además, ese detalle nos remite a la película Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946), donde también el protagonista debía permitir que la mujer a la que amaba se entregara al villano de turno.

Pero los parecidos con Alfred Hitchcock no terminan ahí, pues la relación entre los dos malos de la historia, Sean Ambrose (Dougray Scott) y Hugh Stamp (Richard Roxburgh), es similar a la que veíamos en Con la muerte en los talones (1959), donde la presencia de Eve Marie Saint despertaba los celos de Martin Landau, lo que llevaba a pensar en una atracción de tipo homosexual de este hacia James Mason.

Dejando de lado este tipo de detalles, Misión imposible 2 creo que ofrece a los amantes de este tipo de cine aquello para lo que pagan la entrada: acción perfectamente orquestada, sin ningún tipo de limitación para mayor gloria del protagonista, en este caso un Tom Cruise que sabrá explotar la serie para convertirla en un clásico contemporáneo del cine de palomitas. No es cine de "verdad", es sólo espectáculo, pero empaquetado con todo lujo.

domingo, 10 de noviembre de 2024

Maigret



Dirección: Patrice Leconte.

Guión: Jérôme Tonnerre y Patrice Leconte (Novela: George Simenon).

Música: Bruno Coulais.

Fotografía: Yves Angelo.

Reparto: Gérard Depardieu, Jade Labeste, Mélanie Bernier, Aurore Clément, André Wilms, Hervé Pierre, Clara Antoons, Pierre Moure, Bertrand Poncet. 

París, años cincuenta, una joven (Clara Antoons) aparece muerta en una plaza de París. No hay nada que permita identificarla y el comisario Maigret (Gérard Depardieu) no tiene tampoco ninguna pista.

El personaje de Maigret ha sido llevado muchas veces al cine y en esta ocasión es Gérard Depardieu el encargado de representarlo. No es disparatado decir que este Maigret (2022) es fundamentalmente Gérard Depardieu. El actor se apodera del relato con su poderosa presencia que en realidad contrasta con su salud, delicada, y sobre todo con su tristeza. Porque la película utiliza el crimen como punto de partida para adentrarse en terrenos más íntimos, no solo del detective, sino también del resto de personajes, perdidos, extraños, víctimas de sus extrañas fantasías... Patrice Leconte nos sumerge en un universo cargado de nostalgia, de dolor, del peso del pasado. 

Sorprende pues que un film policíaco se aleje tanto de nuestras expectativas. Puede que para algunos sea un detalle que ensombrece la película, pero creo que en realidad es su acierto, su originalidad es la que convierte a Maigret en un film diferente a lo que vemos cotidianamente, en especial en la filmografía que viene de Estados Unidos, mucho más superficial y concreta.

La película de Leconte busca más que pistas, busca el alma de los personajes. Y lo hace con un ritmo pausado y una ambientación muy detallista. Pero lo esencial es la manera de contar la historia, dejando más insinuaciones que certezas, sembrando pistas que el espectador deberá seguir para adivinar el drama que entristece al comisario, un dolor que no se puede expresar ni se puede reprimir. 

Pero Jules Maigret no es el único que sufre. También está la señora Clermont-Valois (Aurora Clément), sacrificada esposa, engañada, que desea mantener su estatus social. Estatus que su enfermo hijo Laurent (Pierre Moure) podría echar por tierra sin poder evitarlo.

O Betty (Jade Labeste), que escapa de un futuro poco esperanzador para lanzarse a una aventura realmente incierta. 

Incluso París, la mágica ciudad alabada y mitificada tantas veces, es ahora presentada como un espejismo que devora los sueños, un lugar inhóspito, frío y sin entrañas donde nadie importa a nadie. Salvo quizá al comisario, tal vez para revivir un presente que había perdido mucho tiempo atrás.

A pesar de todo, de la meticulosa puesta en escena y la presencia de Depardieu, le falta algo a Patrice Leconte para redondear su propuesta. Se percibe el esfuerzo por ofrecernos algo de calidad y tal vez sea eso mismo lo que termine delatándole, haciendo que su intento resulte a veces algo artificial, como forzado, como en esos cortes entre secuencias o esas frases que parecen demasiado perfectas.

Aún así, Maigret me parece un film diferente, elegante, triste, con algo en sus entrañas que le da cierto valor: tiene personalidad.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Sabrina



Dirección: Billy Wilder.

Guión: Billy Wilder, Samuel Taylor y Ernest Lehman (Obra: Samuel Taylor).

Música: Frederick Hollander.

Fotografía: Charles Lang Jr. (B&W).

Reparto: Humphrey Bogart, Audrey Hepburn, William Holden, Walter Hampden, John Williams, Martha Hyer, Joan Vohs, Marcel Dalio, Marcel Hillaire, Nella Walker, Francis X. Bushman, Ellen Corby. 

La joven Sabrina (Audrey Hepburn) lleva casi toda su vida enamorada de David (William Holden), el mujeriego hijo menor de los Larrabee, una familia que ha amasado una gran fortuna con los más variados negocios y para la que su padre (John Williams) trabaja como chófer.

Billy Wilder fue uno de los directores más versátiles de la historia, rodando tanto una película bélica (Cinco tumbas al Cairo, 1943), como un drama (Días sin huella, 1945) o un film de cine negro (Perdición, 1944) con total maestría. Pero creo que no me equivoco al afirmar que es en el género de la comedia donde parecía moverse más a gusto, dejándonos algunos de los títulos más reconocidos del género, como La tentación vive arriba (1955), Con faldas y a lo loco (1959) y El apartamento (1960).

Con Sabrina (1954) nos ofrece un encantador cuento romántico donde brilla especialmente el maravilloso encanto de Audrey Hepburn, que había debutado en Hollywood a lo grande con Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), ganando nada menos que el Oscar a mejor actriz.

En Sabrina sigue luciendo ese encanto natural, esa frescura que convierte a la protagonista en el centro de atención cada vez que está en pantalla. Incluso un veterano como Humphrey Bogart palidece a su lado. En realidad, la elección de Bogart para el papel de Linus vino motivada por la renuncia de Cary Grant, para quien estaba pensada la historia, y la verdad es que la diferencia de edad entre Bogart y Audrey Hepburn, además del aspecto envejecido del actor, son uno de los defectos más notorios de la película, pues se hace casi inconcebible un romance entre la dulce Sabrina y el áspero Linus.

Pero más allá de ese detalle o de los conocidos problemas durante el rodaje con el guión o el mal carácter de Bogart, el caso es que Billy Wilder logró sacar adelante una de esas comedias amables, simpáticas y llenas de encanto que nos dejan con una sonrisa en los labios hasta mucho tiempo después de terminar de ver la película.

Sabrina nos cuenta una historia muy sencilla: cómo una joven soñadora e inexperta termina encontrando el amor donde menos lo espera. No deja de ser un film sin demasiado interés en cuanto a argumento, incluso podríamos decir que la historia es algo cursi, pero en manos de Billy Wilder, el resultado es maravilloso. Porque el director nos da una lección de elegancia, de fluidez, de saber marcar los tiempos, buscar el encuadre perfecto y contar la historia yendo siempre a lo esencial, sin rodeos, sin trampas, sin perder como meta la esencia de la historia: hacer un film encantador, romántico sin excesos, tierno sin caer en lo empalagoso y divertido sin buscar nunca la risa forzada. La naturalidad y el buen gusto son la clave.

Pero si Wilder es el maestro que pone orden y buen gusto en la historia, es la presencia de Audrey Hepburn la que aporta ese aire inocente, dulce y con una belleza incuestionable que convierte la cinta en algo delicioso. Por eso comprendemos que tanto el alocado David como el seco Linus puedan caer rendidos ante ella al instante. Pocas veces una actriz ha tenido tanto peso en una historia como ella aquí.

Sabrina es una de esas cintas donde podemos disfrutar de ese estilo genuino del Hollywood clásico, de un saber hacer que ya no se puede ni imitar, porque aquellos años han pasado a la historia y aquellas estrellas y directores nos han dejado, desgraciadamente, para siempre.

La película ganó el Oscar al mejor vestuario en blanco y negro.

En 1995, Sydney Pollack hizo una nueva versión del film titulado Sabrina (y sus amores) que el propio Billy Wilder no encontraba muy conseguida.

lunes, 4 de noviembre de 2024

La peor persona del mundo



Dirección: Joachim Trier.

Guión: Eskil Vogt y Joachim Trier.

Música: Ola Fløttum.

Fotografía: Kasper Tuxen.

Reparto: Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Herbert Nordrum, Hans Olav Brenner, Helene Bjørneby, Vidar Sandem, Maria Grazia Di Meo.  

Julie (Renate Reinsve) tiene muchas dudas sobre cómo encauzar su vida. Cuando conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un conocido artista gráfico, al menos su vida sentimental parece asentarse.

Con un Hollywood centrado en el cine de palomitas y repitiendo fórmulas con descaro en busca de la taquilla, es de agradecer que de vez en cuando aparezcan propuestas diferentes, enfocadas a un cine más adulto, donde las personas, los problemas cotidianos, el amor y la vida sean los protagonistas.

Es lo que nos ofrece Joachim Trier con La peor persona del mundo (2021), película con la que cierra su conocida como Trilogía de Oslo, compuesta por Reprise (2006), Oslo, 31 de agosto (2011) y esta cinta.

Trier centra su relato, estructurado en un prólogo, dos episodios y el epílogo (división un tanto innecesaria y algo pedante), en Julie, una mujer sensible e inteligente pero que, como casi todos, en el paso de la adolescencia a la edad adulta, cuando debe tomar las riendas de su vida, se siente un tanto perdida. En realidad, Julie confiesa que es alguien que no termina nunca lo que empieza. Si lo analizamos bien, Julie tiene mucho de valiente. Lo sencillo es amoldarse, continuar un camino o una relación, aunque no parezcan perfectos. Pero la protagonista no se conforma con algo si no lo siente suyo. De ahí que cambie de meta profesional y de ahí que, aunque su relación con Aksel tenga muchos puntos positivos, Julie no se sienta plena. Sobre todo cuando conoce a Eivind (Herbert Nordrum), con el que conecta de manera casi mágica.

A nivel argumental, Trier se decanta por un relato contenido en lo emocional y que busca un discurso lo más natural del mundo, dejando de lado certezas y sentencias para presentarnos a unos protagonistas con dudas, miedos, decisiones que no siempre pueden justificar desde un razonamiento inequívoco... en definitiva, son personas que podemos comprender, porque todos hemos pasado por situaciones en las que no era fácil comprendernos a nosotros mismos. Es, sin duda, lo más acertado de esta propuesta que se desmarca de lo habitual en films románticos de relaciones de pareja. En este sentido, creo que La peor persona del mundo no puede calificarse de film romántico, sino de algo más grande, algo con pretensiones más profundas que la típica historia de amor que hemos visto tantas veces.

Sin embargo, también es verdad que la película no me llegó a emocionar todo lo que hubiera querido. Es más, en algunos momentos incluso se me hizo pesada. Lo achaco al estilo excesivamente frío del director y cierto afán de protagonismo a la hora de enfocar su trabajo que a veces adquiere más importancia que lo narrado. Puede que sea también un problema cultural, pues estamos ante un film noruego, lo que podría explicar esa falta de intensidad, incluso en momentos realmente dramáticos, que no nos deja indiferentes, pero sí algo distantes con lo vivido por los protagonistas. Y eso a pesar del buen trabajo de Renate Reinsve, que es el centro de la historia y que se mueve con una desenvoltura maravillosa.

En líneas generales, La peor persona del mundo me pareció un film más que interesante, especialmente por poner sobre el tapete problemas tan trascendentales como el amor, el trabajo, la maternidad, la muerte o la familia. Son temas que nos afectan a todos y seguramente muchos se verán identificados con alguno de los protagonistas o con parte de sus dudas. La lástima es que Joachim Trier no haya sabido darle algo más de emoción e intensidad al relato, dejando de lado ciertas licencias un tanto gratuitas que no casan del todo bien con su intento de ofrecernos un discurso real, sin adornos ni excesos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Pequeños detalles



Dirección: John Lee Hancock.

Guión: John Lee Hancock.

Música: Thomas Newman.

Fotografía: John Schwartzman.

Reparto: Denzel Washington, Rami Malek, Jared Leto, Chris Bauer, Michael Hyatt, Terry Kinney, Natalie Morales, Isabel Arraiza.

Joe Deacon (Denzel Washington), un agente del condado de Kern, viaja a Los Ángeles a recoger una prueba. Años atrás, había trabajado ahí como detective, pero un caso de un asesino en serie lo llevó al límite y abandonó la ciudad. Ahora, nada más llegar, se encuentra de nuevo con un nuevo caso de un asesino en serie al que la policía no puede atrapar.

Si vemos en la sinopsis de Pequeños detalles (2021) el tema del asesino en serie seguramente nos haremos una idea del argumento, intuyendo que el centro del mismo reside en la investigación para atraparlo, al estilo de Seven (David Fincher, 1995), a la que en alguna secuencia nos recuerda la propuesta de Hancock. Pero nos llevaremos una sorpresa, tal vez para algunos una decepción, pues el director, que firma también el guión, prefiere darle un giro diferente a la historia y deja en segundo término la investigación para centrarse en los dos policías que intentan descubrir al culpable: el detective Baxter (Rami Malek) y el agente Deacon.

Baxter lleva el caso, aunque sin pistas que le puedan orientar para descubrir al asesino en serie. Deacon, que pasaba por ahí, tiene una espina clavada por su pasado, cuando no pudo resolver un caso similar. Incluso todo indica que se trataría del mismo asesino de hace cinco años que ha vuelto tras un período de calma.

Y Hancock centra su interés en esos dos policías, en cómo se necesitan para poder avanzar en la investigación pero, sobre todo, el director intenta ahondar en su personalidad, sobre todo en el caso de Deacon, dejando pistas sobre su pasado que irá desvelando el guión con cuentagotas hasta la consabida sorpresa final. Por cierto, sorpresa que no es ninguna tontería, al menos Hancock elabora un guión bastante sólido que evita jugar al engaño y, sobre todo, salirse con un final rocambolesco. Todas las piezas al final encajan para dejarnos una interesante reflexión sobre el deber, la culpa, la honestidad y el límite entre el bien y el mal. Son estas cuestiones al final lo mejor de la película, dejando que sea el espectador el que valore lo correcto o incorrecto de los actos de los protagonistas.

Sin embargo, creo que entre las intenciones del director y el resultado hay un desequilibrio que penaliza todo lo interesante de la propuesta, dejando la sensación de que John Lee Hancock no ha sabido plasmar con la fuerza y el atractivo necesarios sus ideas, bastante interesantes.

El ritmo lento, que no es malo en sí mismo, perjudica un poco a la historia, más que nada porque se alarga demasiado y ese ritmo tan pausado no ayuda para nada, de manera que llegamos a sentir cierto cansancio a mitad del metraje debido a un estancamiento de la historia. Si el director hubiera optado por no estirar demasiado el tema y hubiera ido más abiertamente a la esencia, habríamos ganado todos.

Tampoco la escena clave de Baxter y el sospechoso (Jared Leto) en el descampado parece muy coherente. Es el momento más importante de la historia pero tal y como está planteado en todo momento lo sentimos como algo artificial, algo forzado que no termina de resultar convincente.

En todo caso, el final resulta potente, dejando abierta cualquier posibilidad en lo referente a Baxter, al tiempo que vemos como Deacon ha logrado superar sus traumas, aunque tal vez no de la manera más ética.

Repito, lo interesante de Pequeños detalles al final es la idea que plantea: la ética profesional, la honradez, la culpa e incluso el azar como un elemento adicional que puede trastocarlo todo. Si bien el resultado no es perfecto, creo que es un film a descubrir.