El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 26 de diciembre de 2024

Luces rojas



Dirección: Rodrigo Cortés.

Guión: Rodrigo Cortés.

Música: Víctor Reyes.

Fotografía: Xavi Giménez.

Reparto: Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Robert De Niro, Toby Jones, Joely Richardson, Elizabeth Olsen, Craig Roberts, Adriane Lenox, Leonardo Sbaraglia. 

La doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver), con la ayuda del doctor Tomas Buckley (Cillian Murphy), se dedica a investigar fraudes en fenómenos paranormales. La doctora nunca dio con un caso auténtico, si bien tuvo una experiencia dolorosa al enfrentarse en el pasado a Simon Silver (Robert De Niro), un hombre que afirma tener poderes sobrenaturales. Ahora, tras mucho tiempo retirado, Silver regresa a escena.

Luces rojas (2012) es un thriller realmente original por el tema que trata: los engaños y manipulaciones que se esconden detrás de supuestos sucesos paranormales. Entiendo que se trata de un mero entretenimiento cuya finalidad es crear misterio y tensión para llevar al espectador al límite, con los trucos habituales del cine, pero al final echo de menos un enfoque menos efectista, pues el material daba para una intriga enfocada de un modo más serio y más respetuoso.

El principal reproche pues que le hago a Luces rojas es que el director y guionista de la misma decide tomar el camino del espectáculo puro y duro, sin importarle cualquier incoherencia o los abundantes excesos en que cae con tal de llevar el relato al clímax final, con la teatral y en cierta medida cómica escena del enfrentamiento entre Tomas Buckley y Simon Silver en el teatro. Es evidente que Rodrigo Cortés no pretendía crear una escena graciosa, pero se le va tanto la mano buscando impactarnos cueste lo que cueste que es inevitable reírse de sus desmanes. 

Porque en el fondo, es el guión por donde más flojea la cinta, pretenciosa cuando el planteamiento no lo es, buscando seriedad en un enfoque meramente cinematográfico y dejando de lado lo simple para caer en un relato confuso y mal resuelto en el desenlace, que debería ser el punto fuerte y al final es lo menos conseguido de todo, pues Cortés elige el camino fácil del final tramposo, con el que intentar descolocarnos, impactarnos, pero a estas alturas, ya muy curtidos en trucos similares, mi sensación es más de tomadura de pelo que otra cosa. La sangre, la lluvia, Tomas cojeando, el discurso con aires trascendentes... pura teatralidad vacía, fuegos artificiales para espectadores en pañales.

Y lo triste es que la puesta en escena es muy buena y el director logra pequeñas secuencias con fuerza, que nos crean la tensión y las dudas necesarias para seguir con cierto interés la historia. Además, se logra reunir a un reparto convincente donde la sola presencia de Robert De Niro y de Sigourney Weaver son suficientes para atraer nuestra atención. La producción es, pues, impecable, pero el enfoque peliculero, la clara obsesión del director por forzar las situaciones en busca de un drama que siempre suena a artificial, acaban por penalizar el resultado, convirtiendo Luces rojas en algo que es imposible tomar en serio.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Niágara



Dirección: Henry Hathaway.

Guión: Charles Brackett, Walter Reisch y Richard Breen.

Música: Sol Kaplan.

Fotografía: Joseph MacDonald.

Reparto: Marilyn Monroe, Joseph Cotten, Jean Peters, Max Showalter (como Casey Adams), Denis O´Dea, Richard Allan, Don Wilson, Lurene Tuttle, Russell Collins, Will Wright. 

Polly (Jean Peters) y Ray Cutler (Max Showalter) llegan a las Cataratas del Niágara para pasar su luna de miel. Allí conocen a Rose (Marilyn Monroe), una atractiva mujer, casada con George Loomis (Joseph Cotten), un hombre atormentado por las secuelas de la Guerra de Corea y unos celos incontrolados.

Niágara (1953) es un curioso film negro, en parte por estar filmado en color, y supuso el primer papel relevante para Marilyn Monroe, que alcanzaría el estrellato por esta película y las dos que se estrenarían también en ese mismo año: Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks) y Cómo casarse con un millonario (Jean Negulesco).

Marilyn ya apuntaba maneras hasta ese momento, con algún escándalo a cuestas, pero en Niágara, con sus atrevidas escenas con vestidos ajustados, su peinado y maquillaje que se volverían sus señas de identidad y algunas tomas en las que solo se cubre con una toalla, explotó conveniente y convincentemente todo su atractivo sexual. Es cierto que el paso de los años puede restar explosividad en la actualidad a la presencia de la actriz, pero incluso a día de hoy sus apariciones en pantalla son impactantes, con lo que no es complicado suponer lo que significaron en el momento del estreno de la película. De hecho, siendo sincero, creo que la vigencia y relevancia de Niágara a día de hoy solo se explica por la figura de Marilyn Monroe y a la vez es un ejemplo perfecto del poder de seducción de una actriz irrepetible.

Porque, si estudiamos a fondo la cinta, encuentro que es como si a la película le hubieran amputado la primera parte, donde debería ahondarse en la personalidad del matrimonio Loomis. Sin embargo, el guión omite deliberadamente toda esa parte, con lo que el matrimonio protagonista se queda un tanto en penumbra. Se puede argumentar que ello tampoco es imprescindible, pero creo que el haber dedicado algo de tiempo a desarrollar los personajes habría enriquecido el drama.

En todo caso, Niágara presenta de manera condensada a un matrimonio atormentado y tremendamente inestable, donde George no logra superar sus traumas de guerra y es víctima de unos celos devastadores. Sus cambios de humor y su inestable equilibrio emocional nos hablan de una persona enferma incapaz de comportarse con normalidad, algo en lo que tiene mucha culpa su esposa Rose, una mujer fatal de libro: sensual, promiscua, manipuladora, mentirosa y cruel. Al lado de los Loomis, el matrimonio Cutler, que representa la absoluta normalidad, en un sentido no muy positivo, queda como un mero espectador atónito del enfrentamiento de sus vecinos.

Henry Hathaway lleva el desarrollo con elegancia, si bien se muestra tibio en los momentos cruciales, seguramente por la sensibilidad de la época, que prefería la elipsis que caer en lo más explícito. En todo caso, creo que a la película le falta algo más de fuerza y de tensión, siendo además bastante predecible en su desarrollo y con algunos momentos que resultan bastante forzados o, tal vez, de cierta ingenuidad.

Con sus limitaciones, Niágara conserva el fuerte atractivo de Marilyn Monroe, una presencia hipnotizadora que no ha envejecido ni un ápice.

domingo, 15 de diciembre de 2024

El hombre del oeste



Dirección: Anthony Mann.

Guión: Reginald Rose (Novela: Will C. Brown).

Música: Leigh Harline.

Fotografía: Ernest Haller.

Reparto: Gary Cooper, Julie London, Lee J. Cobb, Arthur O´Connell, Jack Lord, John Dehner, Royal Dano, Robert Wilke. 

Link Jones (Gary Cooper), un antiguo forajido arrepentido, viaja en tren con el dinero para contratar a una maestra para su pueblo. Pero unos bandidos asaltan el tren y le roban el dinero.

Después de unas brillantes películas con James Stewart, Anthony Mann rueda El hombre del oeste (1958), su último western, con otra figura legendaria del género: Gary Cooper, en la que será su única colaboración juntos. Un Gary Cooper quizá demasiado envejecido para ese papel, donde parece incluso mayor que Dock (Lee J. Cobb), su padre adoptivo. Aún así, salvando ese detalle, podemos disfrutar una vez más de la imponente presencia de Cooper, capaz de llenar el encuadre sin necesidad de hablar ni mover un músculo.

El hombre del oeste representa de nuevo, como era habitual en Anthony Mann, una versión desmitificada del western, opuesta a la visión que se nos ofrecía en la época clásica del género. Ya no es un mundo noble o heróico y los protagonistas, primero James Stewart y ahora Gary Cooper, tienen un oscuro pasado del que intentan redimirse, planteándose el conflicto del pasado que vuelve a entrometerse en el presente, en este caso llevando a Link a una encrucijada, temiendo ser repudiado por las gentes que confiaron en él, al tiempo que sus viejos instintos asesinos afloran cuando se enfrenta a su antigua banda.

Pero además, el argumento introduce un elemento más, trascendental, como es el vínculo afectivo tan estrecho entre Link y el malvado Dock, que lo crió como a un hijo y que, en un autoengaño motivado por el afecto que aún siente por Link, acepta que este desee unirse de nuevo a él, aunque sabe en el fondo que es una mentira, mentira que necesita creer. Cobra así la figura de Dock una dimensión nueva: es un asesino, un tipo despiadado que no duda en ordenar la muerte de uno de sus hombres, pero es también un viejo que ama a su hijo adoptivo hasta el punto de provocarlo para que lo mate antes de tener que aceptar la verdad: que nunca quiso volver a las andadas a su lado y que, en el fondo, es ya otro hombre que el que Dock había conocido años atrás. 

En este trasfondo de redención, traición, amor y desengaño es en donde encontramos la grandeza de El hombre del oeste, un trasfondo que trasciende el género en que está encorsetada la trama para ofrecernos una visión amarga sobre la "familia", el honor y la redención.

En el debe de la película podríamos poner el enfoque un tanto simple con el que se construye el conflicto, con unos personajes bastante elementales y cierta tendencia a un dramatismo excesivo, ejemplificado a la perfección en un Lee. J. Cobb sobreactuando al límite. 

Aún así, estamos ante uno de los westerns revisionistas mejor trabajados, antes de que el género entrara en una crisis de la que solo ha emergido en contadas ocasiones.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

El mundo nunca es suficiente



Dirección: Michael Apted.

Guión: Neal Purvis, Robert Wade y Bruce Feirstein (Personaje: Ian Fleming).

Música: David Arnold.

Fotografía: Adrian Biddle.

Reparto: Pierce Brosnan, Sophie Marceau, Robert Carlyle, Denise Richards, Judi Dench, Robbie Coltrane, Desmond Llewelyn, Maria Grazia Cucinotta, John Cleese, David Calder, Samantha Bond.

Un magnate del petróleo (David Calder) es asesinado y se teme que su hija Elektra (Sophie Marceau) pueda seguir la misma suerte, por lo que James Bond (Pierce Brosnan) es enviado para protegerla.

El mundo nunca es suficiente (1999) es la tercera película de Pierce Brosnan como James Bond, que rodaría una última en 2002, Muere otro día (Lee Tamahori), y sigue en la línea de las anteriores, intentando conservar la esencia de la saga y darle a la vez una visión algo más moderna, tanto a 007 como a sus compañeros y enemigos.

Sin embargo, hay algo que no termina de funcionar en las entregas protagonizadas por Brosnan. O el guión carece de fuerza o el actor encaja a medias en el papel. El caso es que El mundo nunca es suficiente parece reunir ambos problemas. Y eso que el reparto es de lo mejorcito, con una solvente Sophie Marceau, John Cleese preparando el relevo del veterano Q, Desmond Llewelyn, Judi Dench aportando el toque femenino a la cúpula del MI6 y un villano de la talla de Robert Carlyle, un buen actor que encaja perfectamente en su rol. Pero tal elenco se ve perjudicado por un argumento extraño que busca la sorpresa pero que, particularmente, nunca me pareció muy sólido. 

Se puede razonar que todos los guiones de la serie son bastante increíbles, pero este en concreto me resultó especialmente extraño. Todos los elementos típicos de la saga están presentes, con el villano megalómano, las conquistas de 007, los artilugios imposibles y el duelo final en la guarida del malvado. Pero siempre tuve la sensación de que todos ellos estaban reunidos sin verdadera cohesión, como si se sumaran las piezas por obligación, dando lo que el espectador espera encontrar en un film de James Bond.

Tampoco Michael Apted me pareció especialmente dotado para la entrega. Sus escenas de acción son espectaculares, pero muy confusas. Se nota el esfuerzo por impactar, por crear espectáculo, pero otra vez teniendo la impresión de que todo era como automático, sin medir los tiempos. 

Viendo esta entrega, tenía la impresión de que estaba ante la constatación de que la serie había llegado a un punto muerto, donde ya parecía limitarse a aplicar la misma fórmula sin imaginación.

Por su parte, Pierce Brosnan me parece que cumple con lo que se puede esperar de James Bond en cuanto a apariencia. Es un actor elegante, guapo, alto... su presencia se impone por sí sola, pero le falta algo o tal vez le sobra, puede que sea demasiado guapo y demasiado elegante para verlo metido en peleas, arriesgando su vida y su vestimenta. Le falta el toque animal que sí que tenía Sean Connery y luego también Daniel Craig, los que creo que representaron mejor el prototipo de 007.

Por lo tanto, El mundo nunca es suficiente me pareció una entrega que no aporta mucho a la saga. Para aquellos que se contentan con lo de siempre, es correcta, pero esa impresión de ser algo prefabricado no logré sacármela de encima nunca.

lunes, 9 de diciembre de 2024

La red social



Dirección: David Fincher.

Guión: Aaron Sorkin (Novela: Ben Mezrich).

Música: Trent Reznor y Atticus Ross.

Fotografía: Jeff Cronenweth.

Reparto: Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Justin Timberlake, Armie Hammer, Max Minghella, Josh Pence, Brenda Song, Rashida Jones, John Getz, David Selby, Denise Grayson, Douglas Urbanski, Rooney Mara. 

A finales de 2003, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), un estudiante de Harvard con un talento especial para la informática, tiene la ocurrencia de crear una página web, Facemash, donde los alumnos de la Universidad puedan valorar a sus compañeras por su físico. El éxito de su experimento llama la atención de los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss (Armie Hammer hace los dos papeles y Josh Pence es doble de Armie para el cuerpo de Tyler) y su socio Divya Narendra (Max Minghella), que le proponen colaborar con ellos en la creación de una red social para Harvard.

En un principio, nada me atraía de La red social (2010): ni la historia de la creación de Facebook y mucho menos conocer la biografía de su artífice. Para que te interese una biografía, el protagonista debe ser alguien realmente relevante. Pero por otra parte, recelo de las películas biográficas porque en general están cortadas por un mismo patrón y suelen carecer de ritmo y se resumen en contar capítulos de una vida de un modo algo mecánico y siempre elogiando al personaje de manera un tanto infantil.

De ahí mi sorpresa, agradable, una vez terminada de ver la película que, por muchos motivos, se sale de lo esperado y nos sorprende por su originalidad.

Para empezar, La red social se apoya en un guión bastante sólido que sabe afrontar un tema controvertido (los pleitos que sustentan el relato sobre plagio y traición) que atañe a personas que están vivas en el momento de hacer la película y que podrían reaccionar contra lo vertido en la misma. Esto nos lleva a reflexionar sobre la autenticidad de lo que se cuenta pero, sobre todo, sobre aquello que se oculta. ¿Es la película un relato fiel y sincero de lo sucedido en la creación de Facebook? Personalmente, creo que puede acercarse bastante a la realidad, pero es inevitable pensar en ciertos edulcoramientos. Por ejemplo, a pesar de que el retrato de Zuckerberg no es precisamente halagüeño, en muchos aspectos sale bastante bien parado y terminamos con la impresión de que es uno de esos genios que viven un tanto alejados de la realidad, fácilmente manipulable por alguien más "espabilado", como Sean Parker (Justin Timberlake), lo que limitaría en cierto modo su culpabilidad. Incluso la frase final del propio Mark: "No soy mala persona" vendría a buscar suavizar su imagen, afectada por su reacción a la ruptura de su novia (Rooney Mara) y sus decisiones empresariales.

Y en relación con esto, hay que señalar que en la película no vemos ningún comportamiento reprochable de Mark (salvo con su novia), solamente se insinúan. Por ejemplo, en la trampa que le tienden a su mejor amigo y co-fundador de Facebook, Eduardo Saverin (Andrew Garfield), para echarlo de la empresa, el guión es lo bastante hábil como para dejar el tema en penumbra. Podemos suponer que Mark estaba al corriente de todo y lo permitió, pero no se dice abiertamente y, lo más importante, tampoco se explican las causas. 

El resultado es que la figura de Mark no termina de resultar desagradable, sino que lo vemos como un genio inadaptado, preocupado por buscar reconocimiento social, algo que tampoco consigue precisamente por ser una persona especial. No busca el dinero, lo que podría añadir una nota negativa más a su persona, solo ser aceptado por los demás, dejar de ser una especie de paria. Y al no conseguirlo, deja cierto margen a la compasión. A pesar de todo, ha fracasado en lo más importante: el amor de la chica a la que sigue queriendo.  

Por todo esto, las limitaciones de las que el guión logra sacar provecho, La red social me pareció un film muy original y que consigue interesarnos en un tema un tanto frío. No aborda el tema desde la complacencia y el halago, no hace un retrato diáfano del protagonista. Crea una historia oscura, con interesantes dilemas morales y personales que, más allá de lo narrado, invitan a la reflexión sobre la ambición, la amistad, el mundo empresarial, la fama, el precio a pagar por ciertos logros... Es ahí donde reside el encanto de La red social, más allá de la aproximación a la figura del fundador de Facebook que, tras ver la cinta, me sigue pareciendo bastante irrelevante como figura de una película biográfica.

En otro apartado, hay que destacar también el sobrio trabajo de David Fincher, capaz de crear un ritmo preciso en un relato que alterna presente y pasado con una precisión admirable, logrando que el discurso sea ameno, comprensible e incluso apasionante. 

La película se llevó el Oscar al mejor guión, montaje y banda sonora.

domingo, 8 de diciembre de 2024

GoldenEye



Dirección: Martin Campbell.

Guión: Jeffrey Caine y Bruce Feirstein (Personaje: Ian Fleming).

Música: Eric Serra.

Fotografía: Phil Meheux.

Reparto: Pierce Brosnan, Sean Bean, Izabella Scorupco, Famke Janssen, Joe Don Baker, Robbie Coltrane, Tcheky Karyo, Gottfried John, Judi Dench, Alan Cumming, Michael Kitchen, Serena Gordon. 

Un arma secreta soviética, el GoldenEye, ha caído en manos de un sindicato terrorista. Bond es enviado para desbaratar sus planes.

GoldenEye (1995) es la decimoséptima entrega de la saga y trajo bastantes novedades como considerarla un momento crucial en el desarrollo de la serie.

La película anterior, Licencia para matar (John Glen, 1989), había fracasado en taquilla y los nuevos encargados de la serie, una vez jubilado Albert Broccoli, intentaron adaptarla a los nuevos tiempos. El primer cambio significativo es prescindir de Timothy Dalton, que tras dos participaciones en la serie no había terminado de cuajar como James Bond, y darle el puesto a Pierce Brosnan, un actor que basa su eficacia en un atractivo arrollador y una mezcla de dureza, cinismo y encanto que encajan mejor con el personaje.

Pero el lastre más serio tal vez era el tono machista de la saga, algo que a finales del siglo XX tenía que cambiar. De ahí que el papel de M, el superior de Bond, recaiga ahora en una mujer, la competente Judi Dench, que no duda en tachar a 007 de sexista y misógino, una crítica que indicaba que los creadores de la película no renunciaban a la autocrítica, si bien el desarrollo de la historia no ofrece demasiadas novedades y de nuevo tendremos a la chica Bond de turno, la hermosa Izabella Scorupco, siguiendo la tradición de la serie. Pero al menos  se compensa su presencia con el personaje interpretado por Famke Janssen, una malvada de armas tomar que parece excitarse más con la violencia que con el sexo y le ofrece al género femenino un papel menos estereotipado.

Otra novedad es que la historia esta vez es totalmente original, sin tomar nada de los libros de Ian Fleming pero, como decía, el desarrollo no es para nada revolucionario y sigue las líneas clásicas de la serie, lo que por otra parte resulta creo que acertado, pues los asiduos de James Bond creo que saben perfectamente por qué quieren seguir viendo sus películas y falsear su estilo no sería lo más prudente.

Así pues, GoldenEye nos ofrece acción, notas de comedia, los típicos artilugios imprescindibles que 007 utilizará oportunamente, romance y la habilidad de siempre de james Bond para salir airoso de todos los trances. Tiene escenas de acción bastante intensas y el final espectacular esperado. Desde este punto de vista, no es una mala producción. El problema tal vez sea que no es un film brillante, ni por el argumento, ni por el desarrollo, ni por el clímax. Todas las piezas están ahí, pero la impresión es de que es un montaje algo mecánico, sin nada excepcional, nada que haga que la película destaque en medio de la serie. No defrauda, pero es de esas entregas que no dejan huella.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Retratos de una obsesión



Dirección: Mark Romanek.

Guión: Mark Romanek.

Música: Reinhold Heil y Johnny Klimek.

Fotografía: Jeff Cronenweth.

Reparto: Robin Williams, Connie Nielsen, Michael Vartan, Gary Cole, Eriq La Salle, Dylan Smith, Erin Daniels. 

Seymour Parrish (Robin Williams), que trabaja en la sección de revelado de unos grandes almacenes, es un hombre sin familia, solitario y triste. Pero lo compensa con los Yorkin, unos clientes habituales desde hace muchos años, por los que siente especial predilección.

Retratos de una obsesión (2002) es un film sobre una persona trastornada, un enfermo, un psicópata. Pero es una película atípica en el sentido de que no enfoca el asunto como viene siendo habitual en este subgénero. Retratos de una obsesión no es una cinta de crímenes, sino que es el retrato de una persona y, al mismo tiempo, de una sociedad, la actual, materialista, superficial y en cierto modo insensible. Es más, la originalidad de la película de Mark Romanek es no mostrarnos la auténtica naturaleza del trauma del protagonista hasta el final, de manera que durante toda la película podríamos pensar que estamos simplemente ante la imagen de un hombre solitario que se ha enamorado de Nina Yorkin (Connie Nielsen) de un modo platónico y que busca en su familia algo de calor, poder él también formar parte de ella.

Y como el director se sale de lo corriente, también su puesta en escena es distinta. Romanek construye un film que transcurre de manera parsimoniosa, donde las palabras no son en realidad lo más importante, sino las imágenes, enfatizadas con una fotografía fría, luminosa, casi de hospital, y que en los momentos clave cambia al rojo. El director usa los colores como un elemento expresivo más.

Seymour es un enfermo, lo vamos comprendiendo progresivamente, pero en realidad su apariencia es la de una persona normal, algo tímida, pero nada indicaría que está gravemente enfermo por un trauma que no ha podido superar. Solamente el pequeño Jake Yorkin (Dylan Smith), con esa clarividencia que poseen los niños, le confiesa a su madre que siente pena por Seymour, por su completa soledad. Es sin duda el mejor momento de la película, al menos desde el punto de vista de cómo un niño es capaz de ver más allá, de sentir el vacío que anida en otra persona, mientras los mayores, inmersos en sus problemas y rutinas son incapaces de ver más allá de las evidencias.

Es verdad que la primera parte de Retratos de una obsesión puede hacerse algo lenta por ese tratamiento pausado donde en apariencia no pasa casi nada. Pero Romanek va construyendo el suspense de manera tan sutil que casi no nos damos cuenta, hasta que de pronto nos vemos atrapados en medio de un ambiente asfixiante, arrastrados al universo enfermizo de Seymour, cuyo retrato se ve realzado por un trabajo impecable de Robin Williams, en un papel completamente opuesto a sus roles cómicos, donde era todo dinamismo y palabrería. Williams eran un actor enorme y la prueba la tenemos en este trabajo donde, desde la más absoluta normalidad, compone un enfermo que nos hiela la sangre con su naturalidad imprevisible y obsesiva. Y es que nuestra sociedad ha creado sus propios monstruos. Y no son aquellos que llamarían nuestra atención los más peligrosos, sino los que viven a nuestro lado y que son amables, serviciales, "buenas personas".

Al final, como en los giros de última hora que tantas veces hemos visto, comprendemos de pronto el motivo de la enfermedad de Seymour, el trauma que arrastra desde su infancia. Y de nuevo Mark Romanek nos sorprende con su elegancia a la hora de afrontar el momento clave de la cinta. Y es que no estamos ante un film sensacionalista ni efectista. Casi, casi se diría que el director pretende que nos apiademos del protagonista, que lo comprendamos, que entendamos el daño que puede causar en cualquier persona un trauma como el que padece Parrish y que podría haberle sucedido a cualquiera. Porque Parrish es un enfermo y, en cierta manera, digno de lástima.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Choque mortal



Dirección: David Marconi.

Guión: David Marconi.

Música: Richard Horowitz.

Fotografía: Thomas Hardmeier.

Reparto: Frank Grillo, Jaimie Alexander, Roschdy Zem, Marie-Josée Croze, Moussa Maaskri, Charlie Bewley, Affif Ben Badra, Carlos Leal, Gabriella Wright.

Scott (Frank Grillo) y su esposa Taylor (Jaimie Alexander) van a pasar su luna de miel en un lujoso hotel en medio del desierto del Sáhara. Sin embargo, no todo es tan idílico como parece, pues Taylor planea matar a Scott con la ayuda de Travis (Charlie Bewley), su amante.

A primera vista, Choque mortal (2013) no parece un film demasiado prometedor. Un reparto sin grandes nombres y una producción de esas menores que suelen pasar desapercibidas. Pero si nos fijamos un poco, vemos que el guión lo firma David Marconi que, en 1998, había escrito el de esa maravilla titulada Enemigo público (Tony Scott), lo que nos permite abrigar más esperanzas. Y es cierto que la historia, tras un comienzo un tanto banal, pronto empieza a enredarse, creando tantas sombras que enseguida caemos presa del planteamiento rocambolesco urdido por Marconi.

Y es que además del plan de Taylor para asesinar a su esposo, Marconi nos mete de lleno en un cúmulo de acontecimientos donde nadie es lo que parece. Tras un accidente brutal en pleno desierto, descubrimos a una misteriosa mujer, Audrey (Marie-Josée Croze), con un bebé que no es suyo; un hombre esposado, Omar (Moussa Maaskri), que aprovecha el accidente para matar a un policía herido y a otro tipo que presenció el hecho; y Saleh (Roschdy Zem), un misterioso mecánico que aparece de repente en el lugar del accidente y que esconde un arma.

El planteamiento está servido y ofrece tantas incógnitas que es imposible no sentirse implicado, esperando a ver cómo se van resolviendo todos los conflictos que el guión va tejiendo entre esas personas aisladas que deben ayudarse para salir de la situación, pero que desconfían unos de otros, mienten y buscan jugar sus cartas de la mejor manera que saben o pueden.

Es verdad que el argumento es bastante enrevesado y algo forzado, pero en general se sostiene dentro de su excentricidad y hay que admitir que el desenlace, muy alejado a los finales típicos de Hollywood, resulta coherente y no defrauda para nada. 

Además, David Marconi, en su segundo trabajo como director, tiene el acierto de no andarse con rodeos y va siempre directo a lo fundamental, evitando los típicos momentos de relleno que suelen prodigarse en películas con guiones endebles. Así, Choque mortal no ofrece tiempos muertos ni amagos, se centra desde el principio en lo esencial, manteniendo siempre la emoción y, por lo tanto, nuestro interés.

En el lado menos bueno, admitir que se trata de un film modesto, sin grandes figuras ni alardes por parte del director, lo que le da ese aire de telefilm o de serie B que no es del todo atractivo. Con ello quiero decir que si bien la historia es interesante y consigue un buen nivel de intriga, el resultado general no es una película brillante, pero sí amena.