El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 18 de noviembre de 2012

El amor es lo que tiene



Dirección: Nigel Cole.
Guión: Colin Patrick Lynch.
Música: Alex Wurman.
Fotografía: John de Borman.
Reparto: Ashton Kutcher, Amanda Peet, Taryn Manning, Ali Larter, Jeremy Sisto, Aimee Garcia, Gabriel Mann, Kathryn Hahn, Moon Bloodgood, Ty Giordano, Melissa Van der Schyff, Molly Cheek, Kal Penn, Robert Peters.

Oliver (Ashton Kutcher) y Emily (Amanda Peet), dos jóvenes de Los Ángeles, se conocen durante un viaje a Nueva York. Oliver, recién salido de la Universidad, tiene planes muy concretos para su vida, que parece haber planificado con cierta exactitud. Emily, en cambio, es una mujer mucho más espontánea y se siente atraída por las situaciones más extremas. Representan dos formas incompatibles de ver y encarar la vida.

La verdad es que El amor es lo que tiene (2005) se parece, en principio, a muchas comedias románticas al uso. En cuanto arranca el film es casi inevitable pensar que va a ser una comedia más con dos guaperas de protagonistas que deberán vencer ciertas dificultades para lograr que su amor triunfe. Y, si bien es ésto en esencia lo que nos ofrece la película, la realidad es que lo hace desde un enfoque novedoso y, sobre todo, con el acierto de lograr que nos enganchemos muy pronto a las aventuras amorosas de los protagonistas.

Lo primero que me gustaría descatacar del guión es que arranca de un modo valiente, descarado y sorprendente que nos deja un tanto descolocados. Me refiero a la escena en los lavabos del avión. Sin duda es un buen golpe de efecto que marca ya un punto de no retorno. Porque desde ese instante el film ya ha captado nuestra atención y nos sentimos intrigados de buenas a primeras, expentantes hacia dónde puede derivar el argumento. Y el segundo acierto de Colin P. Lynch, en su primer guión cinematográfico por cierto, es que no deja que el interés decaiga al hacernos cómplices de las vidas de ambos jóvenes; vidas que siguen caminos diferentes, por lo que se mantiene la intriga inicial si bien la historia se vuelve en este punto más convecional y también, lógicamente, más previsible. Pero Lynch alarga el distanciamiento de Oliver y Emily una vez, dos veces,... y la verdad es que lo hace de una manera bastante lógica, de modo que ese juego de encuentros y desencuentros de los protagonistas se convierte en algo entretenido, gracioso, triste, prometedor, desencantado... y para nosotros es un pequeño laberinto de pasiones y despedidas que no nos deja ni un minuto de respiro. He aquí, una vez más, la prueba de cómo un guión bien escrito, con una historia sencilla pero inteligente, es la base para que una comedia no especialmente novedosa funcione de maravilla.

Pero también influyen, y mucho, los dos protagonistas. La verdad es tanto Ashton Kutcher como  Amanda Peet tienen un magnetismo especial, y eso es fundamental en este tipo de películas. Ella tiene una belleza deslumbrante, con unos ojos que parece que te hiptonizan. Pero no resulta pedante ni cargante; derrocha naturalidad, gracia y cae inmediatamente bien. Es fácil comprenderla y te pones de su lado al instante. Kutcher es un tipo que también cae bien. No es el típico guaperas arrogante o un don perfecto que parezca mirarnos por encima del hombro. Y es esa naturalidad de ambos lo que permite que nos encariñemos con ellos, que participemos encantados de sus peripecias mientras esperamos el inevitable desenlace feliz. Pero mientras que en otros films, ese desenlace parece ser la única meta, aquí se nos presenta como una consecuencia lógica que pone la guinda al pastel pero éste, el pastel, ha sido tan delicioso y divertido que no hemos tenido que depender de la guinda para disfrutar y sentirnos recompensados; la recompensa o la diversión ha sido la película entera.

Hay además muy buenos momentos puntuales, situaciones alegres, frescas, que nos sacan una risa cuando menos lo esperamos; y además es un humor inteligente, natural, sin recurrir a lo grotesco o la broma tonta. No es fácil mantener esa frescura a lo largo de todo el film y es ese el único pero que podemos ponerle, pero es que una historia romántica ya se sabe lo que tiene: hay ciertos momentos inevitables por los que hemos de pasar. Aunque es verdad también que yo hubiera prescindido de la escena en que Oliver le canta a Emily guitarra en mano y con los vecinos de testigos. Me pareció que ese momento estaba fuera de lugar y resultaba demasiado idiota en comparación con el resto del argumento. Pero esa especie de manía americana de que los novios han de declararse delante de testigos ocasionales pudo más que la lógica y el buen gusto del resto del argumento. Aún así, es un breve error en medio de una historia que funciona realmente bien. Y lo hace porque plantea la relación de Oliver y Emily desde el punto de vista de la amistad, con lo que el guionista tiene más libertad de movimientos para orquestar sus encuentros y sus alejamientos sin tener que forzar las situaciones. Y además, la historia se mantiene dentro de un tono ligero, siempre más cerca de la comedia que del drama sensiblero, lo cuál es de agradecer. Y cuando al fin toca ponerse dramáticos, la cosa tampoco se desboca mucho: el guión mantiene el equilibrio y el sentido del humor hasta el final.

Así que puedo decir que El amor es lo que tiene me ha parecido una buena película. Creo que es una comedia muy entretenida, con unas dosis de originalidad bien aprovechada, tierna sin ser cursi, que nos narra una hermosa amistad y un gran amor con muy buen gusto, con pequeños destellos de buen humor y que cuenta con una pareja de protagonistas con un encanto esencial para que nos impliquemos en sus vidas abiertamente.

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