El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Conspiración de silencio



Dirección: John Sturges.
Guión: Millard Kaufman.
Música: André Previn.
Fotografía: William C. Mellor.
Reparto: Spencer Tracy, Robert Ryan, Lee Marvin, Anne Francis, Dean Jagger, Ernest Borgnine, Walter Brennan, John Ericson, Walter Sande.

A un pequeño pueblo aislado del suroeste de los Estados Unidos llamado Black Rock llega un forastero en tren tras cuatro años en que nadie había llegado hasta allí. El visitante, un hombre manco llamado John J. MacReedy (Spencer Tracy) llega en busca a un granjero japonés llamado Komoko. Ante su sorpresa, todos en el pueblo se muestran hostiles hacia él.

Conspiración de silencio (1955) es una interesante película de John Sturges que basa su eficacia en dos sólidos pilares: una intriga que el director sabe administrar perfectamente y un reparto excelente.

El film es, en esencia, bastante sencillo: un forastero llega a una pequeña comunidad y su presencia provoca el rechazo de casi todo el pueblo, que se afana por hacerle la vida imposible para que se vaya de allí. En seguida, el visitante comprende que hay un terrible secreto que todos intentan mantener oculto. Sturges se vale de ese misterio, que no nos revelará hasta bien entrada la película, para sostener la intriga y, de ese modo, tenernos atrapados mientras intentamos averiguar, a la par que el personaje principal, qué es lo que se oculta en ese mísero pueblo perdido en ninguna parte. Es cierto que no es un misterio demasiado difícil de intuir, pero el mérito del guión es que consigue tenernos en vilo durante buena parte del film. Luego, una vez descubierto el misterio, el interés pasa a centrarse en saber cómo podrá MacReedy salir con vida del lugar.

El peligro inherente de este tipo de argumentos es que son demasiado sencillos y han de manejarse con mucho cuidado y habilidad para poder estirarlos lo suficiente sin caer en tiempos muertos que arruinarían el ritmo y el interés de la película. Son muchos los ejemplos de propuestas parecidas que terminaron en el fracaso por no poder mantener la tensión o abusar de amagos y trampas para alargar un guión mal construido.

La ventaja de Conspiración de silencio es que cuenta con un buen guión y además el director sabe administar con inteligencia la intriga, llevándola hasta donde puede y sabiendo crear un clima asfixiante de odio y de amenazas ante el que la figura de MacReedy, manco, parece demasiado frágil e indefensa, lo que aumenta la tensión sobremanera. Con muy poco, Sturges consigue sacar adelante admirablemente la película. Y en ello tiene un gran peso el soberbio reparto del film. Para empezar, el protagonista es un genial Spencer Tracy, siempre perfecto, siempre natural y cercano. A su lado, Robert Ryan, Lee Marvin, Ernest Borgnine y el magnífico Walter Brennan, todo un lujo de actores a los que Sturges sabe aprovechar convenientemente.

Pero además, la película cuenta con unos admirables diálogos, llenos de intención y muy inteligentes, en especial los del personaje interpretado por Spencer Tracy, un hombre digno, prudente y sobre todo tremendamente astuto, jugando las escasas bazas de que dispone de manera muy inteligente. Este personaje es, sin duda, el mejor de todos. Puede que el resto no estén tan bien dibujados y por ahí es por donde el film hace un poco de agua. Como también podemos sentirnos algo fríos con el desenlace de la película, que me parece que está un peldaño más abajo que el resto del film; pienso que Sturges no le sacó todo el jugo: se me antoja demasiado breve y sin mucha energía.

Pero además de ser una película con una buena dosis de intriga, Conspiración de silencio es también un alegato contra la xenofobia y el racismo ciegos que llevan a cometer no sólo una injusticia, sino también un crimen cobarde.

En definitiva, se trata de una buena propuesta, sencilla, pero entretenida. Un  buen ejemplo de cómo, con muy pocos elementos, se puede hacer una buena película si se cuenta con un buen guión y un director inteligente que sabe como plasmarlo en imágenes.

Conspiración de silencio recibió las nominaciones a mejor director, actor principal (Spencer Tracy) y mejor guión.

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