El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La conspiración del pánico



Dirección: D. J. Caruso.
Guión: Eli Attie, John Glenn, Dan McDermott, Hillary Seitz, Travis Wright (Idea: Steven Spielberg).
Música: Brian Tyler.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Reparto: Shia LaBeouf, Michelle Monaghan, Rosario Dawson, Billy Bob Thornton, Ethan Embry, Michael Chiklis, Anthony Mackie, Cameron Boyce, William Sadler, Eric Christian Olsen, Anthony Azizi, Matt DeCaro.

Jerry Shaw (Shia LaBeouf), un joven inteligente pero inadaptado, cuyo hermano gemelo acaba de morir, y Rachel Holloman ( Michelle Monaghan), una joven madre divorciada, son dos desconocidos que se encuentran de repente por culpa de una extraña llamada telefónica que les amenaza con arruinar su vida si no obedecen sus instrucciones.

La conspiración del pánico nace de una idea de Steven Spielberg sobre el control que ejerce la tecnología sobre las personas, pero llevada a sus últimas consecuencias. Y si bien el propio Spielberg iba a dirigir este proyecto, finalmente optó por dejárselo a otro director. No podemos saber qué habría dado de sí esta idea en manos de Spielberg, pero es evidente que D. J. Caruso no ha sabido llevar a buen puerto este complicado barco.

El principal problema de La conspiración del pánico es que creo que traiciona sus propias intenciones de prevenirnos contra el posible riesgo de un control excesivo de la tecnología sobre nuestras vidas porque el guión es tan absurdo, tan exagerado y tan poco creíble que sus intenciones se convierten casi en un chiste. No es que se trate ya de ciencia ficción más o menos plausible, es que el planteamiento es un cúmulo de exageraciones tal que rozan la tomadura de pelo.

La primera parte de la película juega con la intriga para intentar engancharnos a la acción. Sin embargo, comete un error fundamental: como el guión no se ha tomado el tiempo necesario para presentarnos mínimamente a los protagonistas, todo lo que les empieza a suceder nos deja bastante indiferentes; al desconocimiento total de lo que pasa y de porqué pasa se une el que no sabemos tampoco quién es Jerry ni de qué parte está. Así que la intriga y la emoción se transforman en mera curiosidad. Y cuando al fin empezamos a entender algo más sobre la conspiración que está en el origen de todo, algo que llega un poco tarde para mi gusto, pasamos de la curiosidad a la incredulidad.

Pero es que encima, la película es un cúmulo de plagios resueltos del modo más chapucero.Y es que La conspiración del pánico nos recuerda inevitablemente, por un lado, a Enemigo público (Tony Scott, 1998), pero lo que en ésta llegaba a parecernos posible y constituía una trama apasionante, en La conspiración del pánico desemboca en un cúmulo de exageradas chorradas que llevan a la idea original a la categoría de cuento infumable.

Pero las similitudes no se quedan ahí, lamentablemente. El super ordenador capaz de tomar sus propias decisiones y volverse en contra de sus creadores ya lo habíamos visto en 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). En la película de Kubrick esta situación daba pie a una seria reflexión sobre la posible capacidad de las máquinas a controlar nuestras vidas y tomar sus propias decisiones. Y ello, aún hablando de 1968, nos parecía posible y aterrador. Aquí, en cambio, la idea resulta casi utópica. El ordenador de La conspiración del pánico recuerda mucho a aquel Hal 9000 en su ojo inquisidor, en todo lo demás es una versión discotequera de aquél.

Y tampoco podían faltar las referencias a Alfred Hitchcock. Por un lado, tenemos al pobre inocente metido en un buen lío, lo que nos recuerda claro está a Con la muerte en los talones (1959). Pero la referencia más evidente a Hitchcock es el concierto donde una nota de música será la clave para el atentado mortal, lo que veíamos en El hombre que sabía demasiado (1934 y 1956). Y una vez más la versión que hace D. J. Caruso de esa escena es infinitamente más mala. Y lo es por uno de los defectos más llamativos de esta película: la confusión.

Decíamos que el guión se mostraba confuso al comienzo del film como una manera de intrigarnos para que nos engancháramos a la historia. Recurso fallido, desde mi punto de vista no porque se trate de una mala idea, sino porque está mal llevada a término. Pero la confusión también es el recurso del director a la hora de filmar las escenas de acción, el otro pilar en que se asienta este thriller imposible. El recurso a la cámara nerviosa es una moda que empieza a cansar y más cuando se lleva al extremo y lo único que consigue es levantarnos dolor de cabeza. Es como todo, bien hecho, el recurso a la movilidad de la cámara puede aportar dinamismo y tensión a una escena; abusar de este truco hasta convertirlo en el protagonista absoluto lleva a una locura visual que confunde y marea.

Lo único que salvaría yo de este disparate es a los protagonistas. El reparto de La conspiración del pánico no parece ser, a primera vista, lo más llamativo del film y, sin embargo, al final resulta lo más gratificante del mismo. Tanto Shia LaBeouf como Michelle Monaghan me parecieron bastante convincentes y, sin duda, lo único creíble de la trama. Y también los secundarios están a un muy buen nivel en general.

En cuanto a D. J. Caruso, pues poco que decir. Me parece un director sin personalidad, al servicio de la tecnología puesta a su disposición, que no es poca, pero incapaz de hacer un film coherente, no ya por el guión surrealista con que cuenta, sino porque se centra preferentemente en todo lo más efectivo y llamativo de la puesta en escena, dejando que las formas se impongan sobre el fondo.

Pocas veces he visto un film tan malo. La conspiración del pánico es un cúmulo total de despropósitos y exageraciones. Un mero juego de fuegos artificiales tan absurdo que acaba por enfadarnos. A evitar a toda costa.

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