El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de junio de 2013

Berlín Occidente



Dirección: Billy Wilder.
Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, Richard L. Breen (Relato: David Shaw).
Música: Frederick Hollander.
Fotografía: Charles Lang Jr. (B&W).
Reparto: Jean Arthur, Marlene Dietrich, John Lund, Millard Mitchel, Peter von Zerneck, Stanley Prager, Bill Murphy, Raymond Bond.

Tras terminar la Segunda Guerra Mundial, un comité de congresistas de los Estados Unidos es enviado a Berlín para evaluar la moral de las tropas norteamericanas. Entre los congresistas viaja Phoebe Frost (Jean Arthur), una estricta representante del estado de Iowa. Cuando averigua que un oficial norteamericano protege a una exnazi reconvertida en cantante de cabaret, se pondrá como objetivo descubrir quién es.

Berlín Occidente (1948) no es de las comedias más conocidas de Billy Wilder. Tampoco, desde mi punto de vista, es de las mejores. Pero aún así, contiene pequeños momentos excepcionales que justifican su visionado.

Andaba el director trabajando en colaboración con el ejército estadounidense en Europa cuando le surgió la oportunidad de dirigir una película sobre la ocupación aliada en Alemania. Nace de este modo Berlín Occidente a partir de un relato de David Shaw y en cuyo guión trabaja Wilder con la ayuda de su colaborador habitual Charles Brackett y la participación también de Richard L. Breen.

El film se diseña como una amable comedia romántica en torno a un clásico trío amoroso aunque, naciendo de la pluma de Billy Wilder y Brackett, la historia contiene no pocas insinuaciones y críticas más o menos evidentes. El guión no desaprovecha la ocasión para poner en entredicho la labor de las fuerzas de ocupación así como el puritanismo trasnochado de algunas ideas, encarnadas en la figura de la estricta congresista Frost, la cuál se redimirá por amor; un mensaje no demasiado original pero que funciona bastante convincentemente. Sin embargo, Wilder le sabe buscar los tres pies al gato, dándole la vuelta a las situaciones a su antojo y mostrándonos que todo puede ser visto desde otro punto de vista. A las necesidades del pueblo alemán se corresponden también las de los soldados de ocupación. Así que nace una especie de acuerdo de colaboración no muy ortodoxo, pero sí necesario y humano. El caso es que ese juego de lo que es y lo que puede ser la verdadera colaboración entre vencedores y vencidos termina funcionando bastante bien y al final, sin omitir ciertas críticas, la visión que se ofrece de la labor de las tropas de ocupación no es tan demoledora como parecía a primera vista. Como en toda comedia, termina imponiéndose el lado más amable de la situación.

Más comprensivo parece ser el mensaje sobre la actitud de los alemanes en la postguerra. El mensaje que termina llegándonos es que, como dice el personaje de Marlene Dietrich, cuando la necesidad aprieta termina imponiéndose el instinto de conservación.

Lo curioso de Berlín Occidente es que, tratándose de una comedia, es precisamente la parte de comedia la que peor funciona. El comienzo del film cae en banalidades y en un dibujo caricaturesco de los personajes que no termina de convencerme. Tampoco el ritmo es el adecuado y los diálogos parecen metidos a la fuerza. Incluso a la historia parece que le cuesta definirse. Y no es hasta que llegan los momentos más dramáticos de la historia, hacia la mistad de la misma, cuando la película gana de pronto en consistencia. Los personajes cobran vida y se hacen reales y asistimos a los mejores momentos del film, como la escena en los archivos o cuando el capitán John Pringle (John Lund) y  Phoebe Frost van a cenar al cabaret donde trabaja Erika von Schlütow (Marlene Diestrich) y ésta se sienta en su mesa. Es en esta parte de la película cuando la historia gana peso y asistimos a los momentos más conmovedores y convincentes.

Es verdad también que el guión juega un poco al despiste en cuanto a las verdaderas intenciones o sentimientos del capitán Pringle hacia Erika y Phoebe. Mientras nos hace creer en un primer momento que la engañada es la segunda, al final se saca de la chistera la historia del cebo al amante nazi de Erika y nos sorprende con el doble juego de Pringle que, al final, más que un Don Juan resulta ser casi un héroe. No es que resulte demasiado convincente este último giro, pero como estamos ante un film ligero, que pretende divertir, uno acepta el engaño sin demasiados problemas.

La vuelta a la comedia en el momento del desenlace, para dejarnos con el buen sabor de boca de un final feliz, si bien con la amenaza del matrimonio de por medio, hace que se rompa el buen clima dramático anterior, que para mí es lo más acertado del film. El final, por lo tanto, tampoco resulta demasiado brillante, pero imagino que era una premisa necesaria.

En cuanto al trabajo de los actores, en general su actuación es más que correcta. Quizá Jean Arthur, a quién Wilder convenció para que abandonara su retiro para hacer la película, esté algo forzada al comienzo del film, lo que achaco a que es la parte en que los personajes son dibujados con trazos más gruesos. La que destaca por encima del resto es Marlen Dietrich. Se puede pensar que se la encasilla en un papel que recuerda al de Lola-Lola de El ángel azul (Josef von Sternberg, 1930), pero de todos modos esa mujer tenía una mirada única y una voz de terciopelo.

En resumen, si bien Berlín Occidental no es de los mejores films de Billy Wilder, y definitivamente tampoco es de sus mejores comedias, tiene suficientes alicientes para que le echemos un vistazo y disfrutemos de algunos momentos muy logrados y algunas frases para recordar.

La película recibió una nominación por guión y otra por la fotografía.

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