El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 2 de agosto de 2013

El chico



Dirección: Charles Chaplin.
Guión: Charles Chaplin.
Música: Charles Chaplin.
Fotografía: Rollie Totheroh (B&W).
Reparto: Charles Chaplin, Jackie Coogan, Edna Purviance, Carl Miller, Tom Wilson, Henry Bergman, Lita Grey.

Una mujer londinense (Edna Purviance), sin hogar, que acaba de ser madre, en un momento de desesperación abandona a su hijo en un coche delante de una casa de gente rica. Más tarde, arrepentida, vuelve a buscarlo, pero el coche ha sido robado con el niño dentro. Su hijo, finalmente, será recogido por un vagabundo (Charles Chaplin).

El chico (1921) ha quedado como una de las cimas del cine mudo de Charles Chaplin, uno de esos artistas totales, un genio inmenso, que era capaz de hacerlo casi todo en sus filmes, desde el guión hasta la música, y de hacerlo todo bien.

Es evidente, sin embargo, advertir que el paso del tiempo, estamos hablando de una película de 1921, ha dejado huellas en la obra. Por un lado, se trata de un film muy breve, de apenas cincuenta y un minutos, y al tiempo, al tratarse de una película de cine mudo, son evidentes sus limitaciones expresivas y de profundidad argumental. Del mismo modo, las interpretaciones tienen ese deje de teatralidad y aparatosidad propias del momento. Sin embargo, aún dentro de esa línea tan expresiva en el trabajo de los actores, El chico conserva cierta mesura que hace mucho más realistas, dentro de lo que cabe, el trabajo de los intérpretes. También es evidente el cuidado de la cámara en mostrarnos los detalles con cierta claridad, y es que no hay que olvidar que el cine era una forma de expresión que estaba en sus primeros pasos y era necesario que su lenguaje fuera todo lo claro posible para que el mensaje llegara a unos espectadores tan novatos como el propio séptimo arte.

Pero la fuerza de El chico reside en su profundidad emocional, en como Chaplin sabe sacar el jugo a la historia ahondando en los aspectos más humanos y conmovedores. Y sin embargo, a pesar de lo jugoso del tema, como es el hecho de un vagabundo con un niño de corta edad a su cargo, Chaplin sortea con absoluta maestría los momentos más delicados evitando siempre caer en la sensiblería barata o cursi. Porque el tono que predomina es la comedia. La película está repleta de pequeños detalles, de esas genialidades tan típicas de Charles Chaplin, que sabía sacar petróleo de cualquier situación banal. Detalles como el desayuno de tortitas, la manta que sirve de poncho son claros ejemplos del talento inimitable de Chaplin para explotar pequeñas situaciones cotidianas.

Pero cuando llega el momento de ponerse serios, el director también conoce los resortes precisos que hay que tocar. La escena en la que lo separan del niño resulta conmovedora al tiempo que espectacular la pelea con las autoridades. Y aún sabiendo que el final feliz va a imponerse, es inevitable que a uno se le encoja el corazón en algún momento.

Soberbia también es la puesta en escena y en especial el reflejo de los barrios pobres de la ciudad. Y es que hay que recordar que Chaplin había tenido una infancia terrible, con verdaderas miserias y penurias, y en realidad en El chico se adivinan muchos elementos autobiográficos.

En cuando al trabajo de los actores, volvemos a incidir en que la interpretación se entendía en aquellos años de otro modo, por lo que algunos personajes resultan un tanto caricaturescos y sus interpretaciones algo aparatosas. No es ese el caso de Charles Chaplin, encarnando al célebre Charlot con sus andares y gestos caraterísticos. Sin embargo, la sorpresa es Jackie Coogan, que dejó atónito a todo el mundo con una interpretación sobresaliente y que aún a día de hoy nos sigue fascinando y conmoviendo.

El chico es una gran película, una pequeña maravilla del cine mudo. Un ejemplo de por qué Charles Chaplin ha pasado a la historia del cine como uno de los mayores talentos de este arte. Y es que la clave de Chaplin estuvo en dotar de alma, de vida, de personalidad a su personaje, haciendo que destacara como una persona individual e irrepetible que nos conmovía y divertía a partes iguales. Y en El chico nos ofrece uno de las más preciosos ejemplos de su talento.

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