El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 4 de agosto de 2013

Primera plana



Dirección: Billy Wilder.
Guión: Billy Wilder, I.A.L. Diamond (Obra: Ben Hecht, Charles MacArthur).
Música: Billy May.
Fotografía: Jordan Cronenweth.
Reparto: Jack Lemmon, Walter Matthau, Susan Sarandon, Vincent Gardenia, David Wayne, Allen Garfield, Austin Pendleton, Charles Durning, Herb Edelman, Martin Gabel, Harold Gould, Cliff Osmond, Dick O'Neill, Jon Korkes, Lou Frizzell, Paul Benedict, Doro Merande, Noam Pitlik, Joshua Shelley, Allen Jenkins, John Furlong, Biff Elliot, Barbara Davis, Leonard Bremen, Carol Burnett.

Earl Williams (Austin Pendleton) está a punto de ser ejecutado por el asesinato de un policía. Hiddy Johnson (Jack Lemmon), el cronista de sucesos del Chicago Examiner, tendría que cubrir la noticia pero, a punto de contraer matrimonio, acude al periódico para anunciar que abandona el trabajo. Walter Burns (Walter Matthau), el maquiavélico director del periódico, intentará "convencerlo" de que no lo haga, al menos hasta que escriba el reportaje de la ejecución.

En la recta final de su carrera, Billy Wilder decide volver a llevar a la gran pantalla la obra teatral homónima de Ben Hecht y Charles MacArthur, que ya había dado lugar a dos films con anterioridad: Un gran reportaje, de Lewis Milestone en 1931 y Luna nueva, de Howard Hawks (1940). De esta manera, Wilder rendía un homenaje, aunque cargado de veneno, a la profesión periodística, trabajo que desempeñó el director en Europa en los años veinte del siglo XX.

Primera plana (1974) es, básicamente, una película de diálogos con una clara unidad temporal y espacial. La acción transcurre en un solo día y prácticamente en un solo lugar, la sala de prensa de la prisión. Son estos elementos los que delatan claramente el origen teatral de la película. A pesar de ello, Wilder logra un dinamismo tal que en ningún momento podemos achacar que estamos ante un teatro filmado.

Lo que es evidente es la carga de crítica que impregna todo el film. En el mismo, nadia se salva de unos ataques ácidos y directos en los que el director no deja títere con cabeza. Para empezar, el periodismo sale bastante mal parado. Vemos como lo que prima es conseguir una buena noticia, entendiendo por buena no que sea verídica, sino que aumente la tirada y, por tanto, los beneficios y el prestigio personal del redactor. Hay una frase que resume atinadamente la feroz crítica del periodismo que destila el film cuando un personaje afirma que si lo dijo la prensa tiene que ser cierto, refiriéndose a una evidente mentira. A parte de ésto, los propios periodistas son dibujados como unos desalmados y cínicos que parecen creerse por encima del bien y del mal.

Pero si la prensa recibe una buena cantidad de pullas, el mundo de la política no es que salga mucho mejor parada. Si el sheriff es un inútil, el alcalde es un político despiadado que no duda en hacer caso omiso del indulto del gobernador con tal de salir él beneficiado, aunque sea a costa de la vida de un hombre. Y tampoco la psiquiatría se libra del ataque feroz; el médico encargado de evaluar mentalmente al reo es un perfecto inepto. Quizá sea este personaje, excesivamente ridiculizado, el que menos me convence de todos, pues su caricaturización roza lo absurdo.

Por si todo ello no fuera suficiente, también hay lugar en Primera plana a la crítica de esa especie de paranoia norteamericana con el comunismo. Curiosamente, los únicos personajes que salen bien parados son el prisionero, una buena persona víctima de la mala suerte, y Mollie Malloy, la prostituta de gran corazón encarnada por Carol Burnett.

En todo caso, Billy Wilder no renuncia a la esencia de su estilo, que es la comedia. Y ésta se impone finalmente a las críticas que, aunque demoledoras, parecen estar supeditadas a una comicidad muy inteligente que se apoya en un muy buen guión del propio Wilder y su inseparable I.A.L. Diamond, donde destacan especialmente unos diálogos portentosos y el hábil dibujo de los personajes, especialmente los dos protagonistas: el director del Chicago Examiner y su reportero estrella, personajes interpretados por la pareja de momento: Walter Matthau y Jack Lemmon, éste un habitual de los filmes de Billy Wilder. Ambos lo habían bordado en La extraña pareja (Gene Saks, 1968), demostrando lo bien que funcionaban juntos, y Billy Wilder no duda en reunirlos de nuevo. Al histérico y perverso Walter Burns se contrapone un Hiddy Johnson más bondadoso que no logra librarse del veneno del periodismo, bien alimentado por su director. La presencia de algunos secundarios habituales de Wilder junto a otros, como una jovencita Susan Sarandon, completan un muy buen reparto.

Con una dirección elegante y llena de detalles visuales ingeniosos y muy bien logrados, Billy Wilder demuestra que incluso en el ocaso de su carrera seguía conservando el buen sentido del humor, la acidez y la clarividencia para brindarnos una comedia tan ágil e inteligente como ésta.

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