El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Melinda y Melinda



Dirección: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Música: Varios.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
Reparto: Radha Mitchell, Will Ferrell, Amanda Peet, Chloë Sevigny, Wallace Shawn, Zak Orth, Gene Saks, Brooke Smith, Vinessa Shaw, Jonny Lee Miller, Chiwetel Ejiofor, David Aaron Baker, Josh Brolin, Steve Carell, Stephanie Roth Haberle, Shalom Harlow, Geoffrey Nauffts, Larry Pine, Daniel Sunjata.

Sentados en una cafetería, cuatro amigos discuten sobre las diferencias entre la comedia y el drama. A partir de una mínima anécdota (una mujer que llega a una cena a la que no ha sido invitada), dos escritores, Max (Larry Pine) y Sy (Wallace Shawn) comienzan a elucubrar sobre cómo desarrollarían esa historia, si como un drama o una comedia.

La primera impresión que tuve viendo Melinda y Melinda (2004) es la facilidad, o quizá la necesidad, de Woody Allen para contarnos historias a partir de un mínimo detalle. Y es que la historia que se cuenta aquí, en realidad dos historias, surge casi de la nada. Un detalle en una conversación sirve de pretexto para que nazca la historia de Melinda, que se desdobla según la cuente un dramaturgo o un cómico en dos historias paralelas, muy similares, pero enfocadas desde dos puntos de vista diferentes. Y esta impresión se refuerza al comprobar como Allen nos brinda una película por año, algo que a primera vista me parece un tanto excesivo y a veces perjudica la calidad de sus films. Pero tal vez la clave resida en que Woody Allen se sienta cómodo contándonos historias, por el mero echo de contarlas, de crear personajes, a veces repetirlos, de plantear dudas sobre la vida y sobre la muerte y, como no, jamás encontrar una respuesta. Y es que nadie medianamente cuerdo encontrará jamás la llave de todos los misterios, del sufrimiento o de la fe.

Así que tenemos a un director-escritor que no para de hacerse preguntas y de contarlas a través de sus películas. Su universo es reconocible, porque nos habla de su mundo, de sus problemas, de la manera en qué los afronta.

Las historias de Melinda (Radha Mitchell) en realidad no aportan grandes novedades a lo que hemos visto en tantas películas de Woody Allen. El director vuelve una vez más al tema de las relaciones personales, la felicidad, el dolor, los conflictos de pareja, el cansancio en la relación, la tentación. Y otra vez el telón de fondo es Nueva York y el mundo intelectual y algo pedante que parece gustarle tanto. La novedad reside aquí en dos hechos: por un lado, Woody Allen no participa como actor, se limita a dirigir. Su lugar lo ocupa Will Ferrell, que realiza un buen trabajo aunque sin el carisma de Woody Allen, que ha hecho de sí mismo un personaje tan reconocible como el de Chaplin y, por lo tanto, inimitable e insustituible; cuando vemos a alguien actuando como Woody Allen, queremos que ese sea el propio Woody Allen.

La segunda novedad es que en Melinda y Melinda no tenemos una historia, sino dos. Aunque, en realidad, la historia es básicamente la misma, sólo que enfocada desde dos prismas diferentes. De hecho, las situaciones en ambas historias son paralelas y los conflictos también. Y quizá es por aquí por donde me siento menos satisfecho con la película. Hay momentos en que uno casi se confunde de historia y ha de esforzarse por seguir el hilo, pues ambos relatos se van alternando sin solución de continuidad. Es algo buscado por el director, sin duda, hasta que ambas historias terminen por confundirse casi. Es la manera de confirmarnos que tanto el humor como el drama no pueden separarse, que van parejos en la vida. Como se dice en un momento en la película, las lágrimas de felicidad y de pena son iguales.

Aún así, no siento la necesidad de plantear la película de esta manera. Me hubiera gustado una sola historia y tal vez así Allen hubiera tenido más tiempo para ahondar en los personajes, en sus relaciones. Porque al contar dos historias en una, al final no hay tiempo para detenerse en sutilezas o para profundizar demasiado. Así que la película se queda un poco en la superficie. Y he aquí una pequeña contradicción: un planteamiento tan interesante como la esencia de la vida se queda en un relato un tanto ligero sobre el amor y el desamor que termina perdiendo fuerza a medida que avanza la película y, finalmente, desemboca en un final un tanto simple, resultón pero no muy convincente, que parece venir a decirnos que el éxito en el amor es la sola respuesta a todas las preguntas.

En cuanto al reparto, desfilan por Melinda y Melinda muchos jóvenes actores junto a otros veteranos, componiendo un reparto muy variopinto y atractivo. Interpretaciones como las de Jonny Lee Miller, Chiwetel Ejiofor, Amanda Peet, Radha Mitchell o Will Ferrell resultan bastante acertadas. El único pero al reparto viene por Chloë Sevigny, una actriz cuyo trabajo no me gustó en absoluto.

Así pues,  recomiendo Melinda y Melinda para los fanáticos del gran Woody Allen, que no se sentirán defraudados ante un paseo más por los rincones predilectos del director, tanto físicos como intelectuales. Allen sigue aquí fiel a sí mismo. Puede que ya no nos sorprenda, pero es un placer pasar un rato en su mundo, tan peculiar. Al menos, a mi me produce una gran satisfacción encontrarme con él en esos lugares tan comunes que casi son ya de uno también.

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