El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 25 de mayo de 2017

Comanchería



Dirección: David Mackenzie.
Guión: Taylor Sheridan.
Música: Nick Cave y Warren Ellis.
Fotografía: Giles Nuttgens.
Reparto: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Gil Birmingham, Katy Mixon, Dale Dickey, Kevin Rankin, Melanie Papalia, Lora Martinez-Cunningham, Amber Midthunder, Dylan Kenin.

Toby (Chris Pine) y su hermano Tanner (Ben Foster), ex presidiario, tras la muerte de su madre, deciden atracar las sucursales del banco que tenía la hipoteca de la propiedad familiar con el fin de salvarla de un inminente embargo.

Comanchería (2016) viene a demostrar cómo no es necesario contar con una historia rebuscada para hacer un buen film. De hecho, la película arranca con los protagonistas asaltando una sucursal bancaria y, en seguida, otra más. No sabemos el motivo y, aunque más adelante se nos dará una explicación, la verdad es que ésta carece casi de importancia. Y es que Comanchería no necesita ni busca justificarse. Es de esas historias secas, concisas, que se explican por sí mismas. Son como son, como la vida misma.

La película, una mezcla interesante de géneros (western moderno, thriller, drama social), nos muestra el reverso del sueño americano, un retrato de la América rural, recogida sobre sí misma, como si no existiera nada más allá; un universo cerrado, miserable y polvoriento donde la gente se pelea por unos dólares con los ir tirando, donde el futuro parece no existir, más allá del día a día, repetitivo y gris. Y donde Toby no encuentra otra salida, no para sí mismo, resignado con su mala suerte, sino para sus hijos, que robar a quienes les han estado robando desde hace años. Y se alía con el único que lo comprende y lo quiere lo suficiente para embarcarse en una aventura sin futuro: su hermano Tanner, maleado por la vida hasta convertirlo en una persona sin esperanza y sin bondad, salvo hacia su hermano.

El acierto de Comanchería reside en su simplicidad: argumental y descriptiva. Dos atracadores de bancos y dos rangers tras ellos. Y cada personaje que se define con dos palabras. Y no hace falta más. Basta para entender toda una vida. Y un paisaje vacío, inmenso y a la vez limitado, cerrado en sí mismo. La vida reducida a lo mínimo y tan compleja a la vez.

Y David Mackenzie dibuja esa simplicidad también con una puesta en escena limpia, directa, pausada, recreándose en los tiempos, en los silencios, enfatizando el vacío que lo envuelve todo, apoyado en una fantástica fotografía, de una gran belleza plástica, y la música country que se convierte casi en una voz en off, el relato de perdedores sin esperanza.

Lástima que el guión no pueda o no sepa escapar de un par de tópicos sin los cuáles, desde mi punto de vista, la historia ganaría aún más. El primero: la figura del agente a punto de jubilarse. Algo innecesario y superfluo, un cliché demasiado visto ya y prescindible. Salvo para justificar la escena final. El otro: uno de los hermanos es un descerebrado violento, mientras que el otro es una buena persona empujado por las circunstancias. El primero, como no puede ser de otra manera, ha de pagar con su vida por su maldad. El segundo, según la moral de este tipo de películas, puede ser salvado. Me hubiera gustado que, esta vez, se hubieran saltado esta moralidad de tres al cuarto. La vida no es siempre justa ni guarda la ética que nos gustaría.

Acorde con el buen nivel de la historia, un reparto de caras no muy conocidas, salvo el veterano Jeff Bridges, que destaca por su naturalidad. Ni un solo pero al trabajo de todos, hasta el último secundario.

Comanchería obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar: mejor película, actor (Jeff Bridges), guión original y montaje. No se llevó ninguno.

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