El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 30 de mayo de 2017

Senderos de gloria



Dirección: Stanley Kubrick.
Guión: Stanley Kubrick, Calder Willingham, Jim Thompson (Novela: Humphrey Cobb).
Música: Gerald Fried.
Fotografía: Georg Krause.
Reparto: Kirk Douglas, George Macready, Adolphe Menjou, Ralph Meeker, Wayne Morris, Joe Turkel, Richard Anderson, Timothy Carey.

Durante la Primera Guerra Mundial, el general George Boulard (Adolphe Menjou) ordena al ambicioso general Paul Mireau (George Macready) una misión imposible: asaltar una colina fuertemente defendida por los alemanes. Al fracasar el asalto, un furioso general Mireau convoca un consejo de guerra para castigar lo que considera un comportamiento cobarde de sus tropas.

El éxito cosechado por Kubrick con Atraco perfecto (1956) llamó la atención de Kirk Douglas, cuya intervención al apoyar decididamente el proyecto de Senderos de gloria (1957) inició su colaboración con el director, impulsando su carrera.

Senderos de gloria es un proyecto ya más ambicioso, donde Kubrick puede dar rienda suelta a su talento, confirmando la buena impresión que había causado con Atraco perfecto. Sin la desmesura de otras obras posteriores y con un planteamiento más modesto y menos preciosista, Senderos de gloria es una de las obras más directas y acertadas de Kubrick, con un mensaje claro y una exposición rotunda.

El film es un tremendo alegato contra la guerra, ejemplarizado en la estupidez de los altos mandos franceses durante la Primera Guerra Mundial (la novela en que se basa el film se inspira en hechos reales), obsesionados con complacer a los políticos y en conseguir ascensos a costa incluso de sus tropas. La misión de asaltar un puesto alemán, a pesar de saber de antemano que era tarea imposible y despreciando la segura masacre de sus hombres, es una de las críticas más feroces contra la guerra que se han filmado. Y aún hoy en día la película sigue conservando toda su fuerza y la validez absoluta de su planteamiento.

Kubrick pudo contar con un buen reparto, encabezado por un colosal Kirk Douglas, el coronel que se enfrenta a los mandos para defender a sus hombres, y secundado por Adolphe Menjou y George Macready, encarnado a dos generales crueles, ambiciosos y manipuladores. El resto del reparto, mucho menos conocido, sin llegar a la altura de estos tres actores, compone un elenco muy cercano y bastante auténtico.

Además de las magníficas secuencias del avance de las tropas francesas durante el asalto a la colina, Kubrick destaca por los travellings de una cámara siempre ágil y la perfecta coreografía de las diferentes escenas, bien con movimientos de cámara o de los propios actores. Pero si tuviera que quedarme con un momento del film, éste sería la escena en la tasca, con la chica alemana cantando ante un grupo de exaltados soldados que, al oír la canción, se sienten invadidos por la nostalgia de sus hogares. Sin duda, un momento con una terrible carga emocional dentro de una sencillez absoluta.

La polémica de Senderos de gloria era claramente predecible, en especial en Francia, donde no se estrenó hasta 1975, además de ser prohibida en algunos países, como en la España franquista, por su marcado carácter anti belicista. Sin duda, una obra maestra que asentó a Kubrick como un gran cineasta y dio el impulso decisivo a su carrera.

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