El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Las vacaciones del señor Hulot

 



Dirección: Jacques Tati.

Guión: Jacques Tati y Henri Marquet.

Música: Alain Romans.

Fotografía: Jacques Mercanton y Jean Mousselle.

Reparto: Jacques Tati, Nathalie Pascaud, Michéle Rolla, Valentine Camax, Louis Perrault, André Dubois.

Llega la época de las vacaciones de verano y todo el mundo parte hacia la costa. El señor Hulot viaja en su viejo coche en busca también de la playa.

Las vacaciones del señor Hulot (1953) es el segundo largometraje que dirige Jacques Tati y se ha convertido en un clásico del cine francés y uno de los mejores exponentes del peculiar estilo de este cómico.

Con una innegable vinculación con el cine cómico de la época muda, Tati se muestra como el heredero natural de artistas como Buster Keaton o Charlie Chaplin, lo cuál nos demuestra su originalidad, pues estamos en 1953 y su trabajo aparece como una total anomalía cronológica.

La comicidad de Las vacaciones del señor Hulot es totalmente visual; de hecho, los pocos diálogos presentes son del todo intrascendentes, cuando no deliberadamente incomprensibles, dejando claro que se hubiera podido prescindir directamente de ellos sin ningún problema.

Tati basa su humor en tomar situaciones normales y transformarlas debido al azar o a la propia torpeza del personaje, el señor Hulot (Jacques Tati), un tipo extremadamente amable, muy servicial y educado, pero cuya descoordinación y despistes hacen que provoque el caos por donde quiera que pasa.

Como es de esperar, no todos los gags están igual de conseguidos, pero se aprecia una puesta en escena sumamente cuidada y un gran esmero en la búsqueda de situaciones cómicas. Es de esas películas en las que no deberíamos despistarnos ni un segundo, pues en cada escena, en cada plano, está sucediendo algo.

Hay momentos memorables, llenos de ingenio, siempre desde la simplicidad, sin forzar ninguna situación en exceso. El comienzo, con los pasajeros lleno de un andén a otro por culpa de las indicaciones confusas emitidas por los altavoces es ya toda una declaración de intenciones.

También hay lugar para un tímido romance de Hulot con una bella veraneante (Nathalie Pascaud), pero no deja de ser un episodio menor; lo que más parece interesarle a Tati es analizar el comportamiento de la gente normal en sus vacaciones y en este análisis no está ausente la crítica: desde el hombre de negocios que no puede dejar de lado su trabajo, que lo persigue hasta la misma playa; hasta el matrimonio mayor que caminan separados por un par de metros y no tienen nada que decirse. También está el militar retirado, añorando sus días de gloria y otros veraneantes que, en realidad, parecen comportarse como en cualquier otro día del año. La crítica, eso sí, es amable, pero incisiva en las debilidades y banalidades de la condición humana. Por mucho que viajemos, que cambiemos de ambiente, nunca podremos dejar de ser lo que somos.

Las vacaciones del señor Hulot es un film intemporal, como el buen humor, cuidado, inteligente, sencillo y hasta casi entrañable.

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