Dirección: Leo McCarey.
Guión: Bert Kalmar y Harry Ruby.
Música: Arthur Johnston.
Fotografía: Henry Sharp (B&W).
Reparto: Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, Zeppo Marx, Margaret Dumont, Raquel Torres, Louis Calhern, Edmund Breese, Leonid Kinski, Charles B. Middleton, Edgar Kennedy.
Cuando la República de Libertonia pide dinero a la rica viuda Gloria Teasdale (Margaret Dumont), ella pone como condición que nombren presidente a Rufus T. Firefly (Groucho). Mientras tanto, el embajador Trentino (Louis Calhern), de la vecina Sylvania, conspira contra Libertonia.
Sopa de ganso (1933) cierra la etapa de los Marx en la Paramount donde, por cierto, todas sus películas tienen a algún animal en el título en inglés, y lo hace por todo lo alto, pues está considerada hoy en día como una de sus obras maestras, junto a Una noche en la ópera (1935).
Con un esquema argumental sencillo, los Marx dan rienda suelta a toda su imaginación desbordante a la hora de inventarse situaciones y diálogos hilarantes. El blanco de sus dardos es, esta vez, la política, la guerra y, en general, cualquier cosa que se les ponga por delante. No hay aspecto de la vida que no se tomen a broma o que no exploren en su vertiente más surrealista.
Por ejemplo, una de las primeras medidas de Firefly como presidente será poner en vigor una serie de prohibiciones, cada cuál más estúpida, en el país de la libertad. ¿Les suena a algo conocido?
Sopa de ganso tiene la genialidad de reunir algunos de los momentos más memorables de los hermanos Marx de toda su carrera, lo que es mucho decir, con un ritmo trepidante que no da tregua en ningún momento.
Groucho nos regala algunas de sus sentencias más célebres mientras intenta seducir a la viuda y millonaria señora Teasdale ("¿Quiere casarse conmigo?, ¿le dejó mucho dinero? Conteste a la segunda pregunta") o se mofa sin escrúpulos del malvado Trentino, que termina casi por darnos pena. Mientras Harpo y Chico llevan sus locuras a un terreno más físico y esta vez nos libran de tener que escuchar sus tradicionales números con el arpa y el piano, lo que personalmente agradezco. Las escenas en vuelven loco al vendedor de limonada son épicas, con el colofón de Harpo metido en su bañera.
Pero para mí la secuencia del espejo entre Harpo, Groucho y Chico se lleva la palma, es sencillamente una obra maestra en sí misma.
Hay un par de números musicales, es cierto, pero realmente divertidos y que encajan correctamente en el ritmo alocado del film, que va subiendo de intensidad hasta la alocada secuencia de la guerra, absurda, irreverente y genial.
Sin duda, estamos ante una de las cumbres de los hermanos Marx y, por extensión, en una de las mejores comedias locas de la historia. Imprescindible.
"-Si los encuentran están perdidos.
-¿Cómo vamos a estar perdidos si nos encuentran?"
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