El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 1 de noviembre de 2022

El cochecito



Dirección: Marco Ferreri.

Guión: Rafael Azcona y Marco Ferreri. 

Música: Miguel Asins Arbó.

Fotografía: Juan Julio Baena (B&W).

Reparto: José Isbert, Pedro Porcel, José Luís López Vázquez, María Luisa Ponte, José A. Lepe, Ángel Álvarez, Antonio Gavilán, Carmen Santonja, Chus Lampreave, María Isbert, Eusebio Moreno, Tiburcio Cámara. 

Al ver a su amigo Lucas (José A. Lepe) con su nuevo cochecito a motor, a don Anselmo (José Isbert) se le antoja también uno.

El cochecito (1960) es uno de esos títulos de referencia del cine español de mediados del siglo XX, dentro de la tradición de comedias dramáticas con una fuerte carga de crítica social.

La historia gira en torno a don Anselmo, un anciano que se ve excluido del grupo de su amigo Lucas al no tener un cochecito con motor. Empeñado en conseguir uno, a pesar de no tener discapacidad física alguna, Anselmo primero intenta convencer a su hijo Carlos (Pedro Porcel) de que le fallan las piernas y, al no conseguir nada, empeña las joyas de su difunta esposa para reunir el dinero con el que comprar el cochecito.

Con un marcado humor negro, la película se inscribe en la corriente del neorrealismo, con una clara predilección por los estratos últimos de la sociedad: ancianos y enfermos, lo que le confiere a la comedia un tono un tanto deprimente y casi surrealista.

La mirada del guión hacia la sociedad de la época es bastante ácida, como se ve en la familia de don Anselmo, hacinados en una vivienda un tanto miserable, que alberga también el despacho del hijo, y que nos muestra una sociedad con escasos recursos, viviendo al día, teniendo que acudir a casas de empeños y donde proliferan los embaucadores y estafadores de medio pelo. 

Otro elemento común en los personajes es su comportamiento egoísta. La mayoría de sus actos se rigen por el propio beneficio de cada uno, como por ejemplo en el caso de Lucas que no duda en dejar tirado a su amigo para irse con el grupo de colegas motorizado, o de don Hilario (Antonio Gavilán), que no duda en engañar a don Anselmo con tal de venderle un cochecito. El culmen de este comportamiento lo encarna el propio don Anselmo, que llega incluso a envenenar a la familia con tal de salirse con la suya. En este punto, he de aclarar que la censura impidió en su momento el amargo final original, donde vemos sacar los cuerpos de los familiares envenenados del piso y, más tarde, asistimos a la detención de don Anselmo. En su lugar, se rodó una escena donde el anciano llamaba por teléfono arrepentido. Yo he visto la versión sin censurar, que lógicamente confiere un tono muy negro a la historia.

Es cierto que el guión, con contener elementos de crítica social y mostrar una imagen de la realidad social y económica de la España de mediados del siglo XX, con tintes un tanto excesivos, no termina de crear una estructura sólida y el ritmo de la historia no está del todo logrado. Por ello, a pesar de los méritos de la cinta, el resultado final es un poco deslavazado, además de esa recurrencia a lo grotesco, a un humor un tanto burdo y muy poco elaborado, como se puede ver en las escenas en que la familia muestra su disgusto ante el capricho del anciano y donde comprobamos esa tendencia tan nuestra a buscar la comicidad en una ridícula exageración de las reacciones que roza el esperpento. 

En el reparto destaca especialmente José Isbert, haciendo uno de esos trabajos tan característicos suyos y que se parecen entre sí enormemente. Aún así, confiere a su personaje una dosis de autenticidad incuestionable.

El cochecito es, por tanto, una auténtica comedia negra que deja el tono ligero en casi una anécdota en medio de un universo un tanto desolador y miserable que confiere a esta película un tono realmente peculiar y sombrío.

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