Dirección: Charles T. Barton.
Guión: Robert Lees, Frederic I. Rinaldo y John Grant.
Música: Frank Skinner.
Fotografía: Charles Van Enger (B&W).
Reparto: Bud Abbott, Lou Costello, Lon Chaney Jr., Bela Lugosi, Glenn Strange, Lenore Aubert, Jane Randolph, Frank Ferguson.
Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) telefonea desde Londres a la estación de tren de Florida advirtiendo al empleado Wilbur Grey (Lou Costello) del peligro de unas cajas destinadas a la Casa de los Horrores McDougal. Pero Wilbur no tomará en serio la llamada.
Aunque en España no tienen la repercusión de cómicos como Los Hermanos Marx o Jerry Lewis, por ejemplo, Abbott y Costello fueron un duo cómico muy popular en los Estados Unidos en la década de 1940 y parte de la siguiente, apareciendo en televisión, radio y en el cine, donde filmaron nada menos que treinta y seis películas juntos.
En esta que nos ocupa, del año 1948, se rinde homenaje a los monstruos clásicos de la cultura popular (y el cine): Drácula (Béla Lugosi), Frankenstein (Glenn Strange) y el Hombre Lobo (Lon Chaney Jr.), reunidos en una parodia de los films de terror de la época y que daría lugar a un nuevo subgénero con gran recorrido posterior.
Atención, no estamos ante un humor refinado y preciso, como el de las cintas de Billy Wilder o Ernst Lubitsch, ni el surrealista de los Marx. Abbott y Costello representan un humor más popular, sencillo, incluso infantil, que sin embargo les proporcionó una popularidad y un éxito totales entre el público de su época.
De ahí que lo que tenemos en Abbott y Costello contra los fantasmas sea una parodia bastante básica que se apoya constantemente en la inocencia y carácter miedoso y cobarde de Wilbur y la incredulidad y sentido común de Chick Young (Bud Abbott), lo que está en la base de su humor.
Las bromas no son demasiado elaboradas y el argumento, muy elemental, se sigue con facilidad y cierta anticipación. En general, podemos afirmar que se trata de una película que sin duda tendría en la infancia a su público más idóneo.
Y sin embargo, la película de alguna manera funciona bastante bien, en contra de toda lógica. La clave, desde mi punto de vista, es su ausencia total de pretensiones. Es de esas películas que no intentan disimular su esencia y hasta hacen bandera de sus limitaciones. De ahí que, al tomarla en serio y al no esperar gran cosa de ella, acabe por entretenernos. Es más, lo elemental de los efectos especiales, los pobres decorados y el desarrollo tan simple son los que, vista en la actualidad, le confieren cierto encanto, un atractivo basado precisamente en sus carencias.
Es de esas historias en las que, si te dejas llevar por el espíritu inocente de tus años de infancia, donde te extasiabas ante la gran pantalla de una sala a oscuras sin el mínimo espíritu crítico ni analítico, puedes pasar un rato de franca diversión sin complejos. Pero, repito, no es un film logrado, solo un entretenimiento muy elemental.
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