El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 8 de octubre de 2024

Rocco y sus hermanos



Dirección: Luchino Visconti.

Guión: Suso Cecchi D'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli y Luchino Visconti (Relato: Giovanni Testori). 

Música: Nino Rota.

Fotografía: Giuseppe Rotunno (B&W).

Reparto: Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, Katina Paxinou, Roger Hanin, Paolo Stoppa, Suzy Delair, Max Cartier, Spiros Focás, Claudia Cardinale, Alessandra Panaro, Corrado Pani. 

Rosaria Parondi (Katina Paxinou) abandona su tierra al enviudar y marcha a Milán con sus cuatro hijos para reunirse con el mayor, Vincenzo (Spiros Focás), que había emigrado antes.

Título clave en la trayectoria de Luchino Visconti y aclamada como una de las grandes películas italianas de todos los tiempos, Rocco y sus hermanos (1960) se erige como una curiosa mezcla de tragedia griega con tintes neorrealistas. A pesar de todas sus virtudes, encontré también bastantes detalles que no acaban de entusiasmarme.

Visconti había iniciado el neorrealismo en 1943 con Obsesión, un movimiento clave en la historia del cine. Y siguió por esa senda algún tiempo pero con Rocco y sus hermanos asistimos a un cambio de tendencia que se hará del todo evidente con su siguiente título, El gatopardo (1963), orientándose a las grandes producciones.

Esta película, sin embargo, aún conserva elementos del neorrealismo, como son el retrato de la sociedad de la época, con el sur de Italia, de donde proceden los Parondi, atrasado e inculto frente a la industrial Milán, donde el despegue económico empezaba a ser notable. También el retrato familiar, las viviendas con el patio donde todas los vecinos confluían y se comunicaban y la fotografía de Giuseppe Rotunno nos llevan a ese cine con inclinación documentalista característico de las dos décadas precedentes.

Pero Visconti se aparta del neorrealismo con su enfoque orientado sin tapujos al drama más visceral, donde los comportamientos están lejos de la moderación y lo comprensible, al llevarlo al exceso melodramático.

El eje de la historia es la familia Parondi y cómo cada uno de los hermanos se va a adaptando a la nueva vida. Sin embargo, no he visto ningún alegato de cómo la ciudad o el dinero influyen en los hermanos. Más bien, el origen de los conflictos está en el enamoramiento obsesivo de Simone (Renato Salvatori) hacia Nadia (Annie Girardot), una prostituta. Lo que se pone de manifiesto es como esa pasión incontrolada arruina la vida de Simone y lo enfrenta con sus hermanos. Primero con Rocco (Alain Delon) por haber iniciado también un romance con Nadia, y después con Ciro (Max Cartier), que intenta poner paz en la familia excluyendo a Simone, el causante de todos los problemas.

Y aquí es donde creo que a los guionistas se les va un tanto la mano, pues optan por llevar el drama al terreno más extremo, llegando a momentos demasiado viscerales y a reacciones, como el comportamiento compresivo y tolerante de Rocco, que no termina de entenderse del todo. Es normal que sienta afecto por su hermano, pero que le perdone una violación o un asesinato o que termine culpándose a sí mismo de todo no termina de comprenderse más que en el marco de un melodrama radical y trasnochado.

Tampoco el reparto resulta equilibrado. Frente a una Annie Girardot y un Renato Salvatori completamente convincentes, tenemos al resto del elenco que no tiene la misma fuerza. Especialmente Alain Delon, un actor cuya inexpresividad roza el delito y que parece más preocupado de salir bien en el plano que de trasmitir cualquier emoción. Katina Paxinou en realidad no hace un mal trabajo, pero lo excesivo de su personaje termina por hacerla poco convincente.

Tal vez, entenderíamos mejor la cinta en el momento de su estreno. Hoy en día, me resultó excesiva, teatral e incomprensible en muchos momentos. Pero quizá el mayor pero que le pongo es que, con lo dramático de la historia y lo excesivo del planteamiento, en ningún momento llegué a identificarme con los personajes, a sufrir con ellos un drama que al final me resultó bastante ajeno.  

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