Dirección: Howard McCain.
Guión: Dirk Blackman y Howard McCain.
Música: Geoff Zanelli.
Fotografía: Pierre Gill.
Reparto: Jim Caviezel, Sophia Myles, Jack Huston, John Hurt, Cliff Saunders, Ron Perlman, Patrick Stevenson, Aidan Devine, Bailey Maughan.
En el año 709, una nave espacial se estrella en Noruega. El único superviviente es Kainan (Jim Caviezel)... y un Moorwen, una criatura sanguinaria.
En el cine ya hemos visto de todo. La necesidad de renovar géneros, de buscar nuevas ideas para historias muy vistas hace que la imaginación de los guionistas sea capaz de cualquier cosa. La prueba la tenemos en Outlander (2008), una cinta que mezcla cine histórico, de aventuras, gore y de ciencia ficción sin ningún tipo de rubor.
El problema de este tipo de mezclas es que cuesta bastante tomarlas en serio, de ahí que lo mejor, desde un punto de vista práctico, sea adoptar cierto distanciamiento, pues es la única manera de poder sacar algo de partido a historias tan inverosímiles. El problema de Outlander es que los guionistas se empeñan en darle un toque trascendente, especialmente en la parte final, donde deben pensar que ponerse serios es la mejor solución para rematar la historia de manera épica. ¡Error! Si la película no había sido más que un pasatiempo asumible, con fallos pero cierta emoción, el desenlace resulta casi patético, intentando poner un broche de oro innecesario y que termina por tener el efecto contrario al pretendido.
Hasta entonces, es verdad que el argumento no resultaba demasiado original, pues el monstruo sanguinario y terrorífico lo habíamos visto ya en muchas películas, como en Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Depredador (John McTiernan, 1987). Pero a pesar de todo, la idea de Outlander funciona a nivel muy básico porque asegura intriga, luchas despiadadas, peligro y sangre; un cóctel que suele resultar a poco que la producción sea más o menos acertada. Y es cierto que en este aspecto, Outlander tiene un pase: la tensión está asegurada por la sola presencia del Moorwen. Otra cosa es el diseño de la bestia; creo que el toque de las luces es excesivo, pero estéticamente aporta cierta plasticidad que el director explota en un par de escenas bastante artísticas.
Sin embargo, dejando de lado el final antes mencionado, la película cojea mucho en todo lo que es el aspecto humano: las relaciones entre los personajes, su profundidad o los diálogos, que están a un nivel muy básico. Todo ello empobrece el relato, que se sustenta solamente en las escenas de acción. Si además le unimos la elección de Jim Caviezel para el rol principal, un actor inexpresivo como un palo, tenemos la guinda del pastel.
En resumen, Outlander es un producto muy elemental, sin demasiada calidad ni talento ni imaginación. Solamente en el apartado de acción funciona correctamente, pero me parece insuficiente para poder valorarla más allá de un simple pasatiempo muy corriente y sin nada que lo haga especial. Mero entretenimiento de usar y olvidar.
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