El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 19 de octubre de 2024

Outlander



Dirección: Howard McCain.

Guión: Dirk Blackman y Howard McCain.

Música: Geoff Zanelli.

Fotografía: Pierre Gill.

Reparto: Jim Caviezel, Sophia Myles, Jack Huston, John Hurt, Cliff Saunders, Ron Perlman, Patrick Stevenson, Aidan Devine, Bailey Maughan.

En el año 709, una nave espacial se estrella en Noruega. El único superviviente es Kainan (Jim Caviezel)... y un Moorwen, una criatura sanguinaria.

En el cine ya hemos visto de todo. La necesidad de renovar géneros, de buscar nuevas ideas para historias muy vistas hace que la imaginación de los guionistas sea capaz de cualquier cosa. La prueba la tenemos en Outlander (2008), una cinta que mezcla cine histórico, de aventuras, gore y de ciencia ficción sin ningún tipo de rubor.

El problema de este tipo de mezclas es que cuesta bastante tomarlas en serio, de ahí que lo mejor, desde un punto de vista práctico, sea adoptar cierto distanciamiento, pues es la única manera de poder sacar algo de partido a historias tan inverosímiles. El problema de Outlander es que los guionistas se empeñan en darle un toque trascendente, especialmente en la parte final, donde deben pensar que ponerse serios es la mejor solución para rematar la historia de manera épica. ¡Error! Si la película no había sido más que un pasatiempo asumible, con fallos pero cierta emoción, el desenlace resulta casi patético, intentando poner un broche de oro innecesario y que termina por tener el efecto contrario al pretendido.

Hasta entonces, es verdad que el argumento no resultaba demasiado original, pues el monstruo sanguinario y terrorífico lo habíamos visto ya en muchas películas, como en Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Depredador (John McTiernan, 1987). Pero a pesar de todo, la idea de Outlander funciona a nivel muy básico porque asegura intriga, luchas despiadadas, peligro y sangre; un cóctel que suele resultar a poco que la producción sea más o menos acertada. Y es cierto que en este aspecto, Outlander tiene un pase: la tensión está asegurada por la sola presencia del Moorwen. Otra cosa es el diseño de la bestia; creo que el toque de las luces es excesivo, pero estéticamente aporta cierta plasticidad que el director explota en un par de escenas bastante artísticas.

Sin embargo, dejando de lado el final antes mencionado, la película cojea mucho en todo lo que es el aspecto humano: las relaciones entre los personajes, su profundidad o los diálogos, que están a un nivel muy básico. Todo ello empobrece el relato, que se sustenta solamente en las escenas de acción. Si además le unimos la elección de Jim Caviezel  para el rol principal, un actor inexpresivo como un palo, tenemos la guinda del pastel.

En resumen, Outlander es un producto muy elemental, sin demasiada calidad ni talento ni imaginación. Solamente en el apartado de acción funciona correctamente, pero me parece insuficiente para poder valorarla más allá de un simple pasatiempo muy corriente y sin nada que lo haga especial. Mero entretenimiento de usar y olvidar.

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