El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El precio del poder



El precio del poder (Brian De Palma, 1983), con guión de Oliver Stone, es un remake del clásico de 1932 Scarface, el terror del hampa. Lo dice el propio De Palma al final: la película se la dedica a Howard Hawks y a Ben Hecht, director y guionista del mencionado film. La película de De Palma, en el momento de su estreno, fue un fracaso. Despreciada por la crítica, supuso un paso atrás en la carrera de Al Pacino, que no volvió al cine hasta 1989.

Tony Montana (Al Pacino) y su amigo Manny Rivera (Steven Bauer) escapan de Cuba y se instalan en Florida con la intención de hacerse un hueco en el mundo de la mafia local. La ambición de Montana le hará prosperar rápidamente, hasta convertirse en el brazo derecho de un jefe del crimen organizado de Miami, Frank López (Robert Loggia).

La verdad es que la sensación que me quedó tras ver El precio del poder es que se trata de una película desaprovechada. Por una lado, la historia del joven ambicioso que, partiendo de la nada, logra llegar a la cima del poder y, una vez allí, descubrir el vacío y la soledad para terminar siendo eliminado está demasiado vista. Y la moraleja que encierra resulta un tanto pueril a estas alturas. Otro de los problemas de la película es su excesiva duración para lo que tiene que contarnos. Pero tal vez ambos defectos se resuman o provengan de único origen: una dirección lamentable de Brian De Palma. Hay bastantes escenas rodadas con tal torpeza que sorprenden. Por momentos nos salimos del film y me he encontrado mirando alguna secuencia como si estuviera viendo un ensayo de aficionados. En otras ocasiones es el encuadre o el ritmo o los diálogos los que resultan tan forzados que uno está tentado de levantarse y a otra cosa.

Lo que salva en parte a la película es el reparto. Al Pacino, sin ser esta la mejor actuación que le recuerdo, consigue meternos en la piel de su personaje, un tipo vulgar, agresivo, impulsivo y desquiciado. Parece ser que para apreciar su actuación como se merece sería necesario ver el film en versión original. Me gusta también Steven Bauer y, sobre todo, Michelle Pfeiffer, en los inicios de su carrera, y con un trabajo exquisito, además de estar realmente guapa. No me convenció, sin embargo, Robert Loggia y aunque Mary Elizabeth Mastrantonio no es una actriz que me diga nada, en este caso su interpretación es bastante buena.

Se le achaca al film la extrema violencia. Es, en efecto, un film violento, pero no veo en ello ningún defecto, sobre todo tratando el tema que trata. Incluso en algunas escenas, De Palma nos evita los peores detalles. Por otro lado, visto el grado al que se ha llegado en producciones más recientes, a día de hoy El precio del poder no creo que llegue a escandalizar a casi nadie. La última secuencia sí que puede considerarse algo excesiva y, hasta cierto punto, gratuita. Imagino que es la idea que tenían director y guionista de lo que debía ser el broche de oro a la historia de ambición y poder de Tony Montana. Creo que es una secuencia poco creíble y ciertamente en la línea del resto de la película, si bien es de las pocas escenas que consiguen meterte dentro de la historia.

El problema de El precio del poder es que es una película que carece de genio, de talento, de inspiración. De Palma es ambicioso, eso se nota, pero no tiene talento. Es un director normalito tirando a malo y sus esfuerzos de crear algo que deje huella se quedan en un quiero y no puedo bastante triste. Al final, uno se queda con la impresión de haber asistido a un trabajo que ha desaprovechado lo bueno que hubiera podido salir de la historia.

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